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Interacción de factores genéticos y experiencia


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2015  •  Apuntes  •  2.342 Palabras (10 Páginas)  •  2.090 Visitas

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2.4 Evolución de la conducta: interacción de factores genéticos y experiencia

En esta sección del capítulo se presentan tres ejemplos  clásicos de cómo interaccionan los factores genéticos y la experiencia para regir la ontogenia de la conducta (la ontogenia es el desarrollo del individuo a lo largo de su vida; en contraposición, la filogenia es el desarrollo evolutivo de la especie a lo largo del tiempo). Estos tres ejemplos han ejercido una influencia especialmente importante al modelar los puntos de vista actuales del desarrollo ontogenético del comportamiento. En cada ejemplo, el lector podrá comprobar que dicho desarrollo es el resultado de una interacción entre los genes-y la experiencia.

Crianza selectiva de ratas «brillantes» y ratas «torpes» en el laberinto

Ya se ha visto en este capítulo que la mayoría de los primeros psicólogos asumieron que, en gran medida, la conducta se desarrolla gracias al aprendizaje. Tryon (1934) desacreditó esta idea demostrando que los rasgos conductuales pueden seleccionarse mediante crianza selectiva.

Tryon centró sus experimentos acerca de la crianza selectiva en la conducta en que se habían centrado los primeros psicólogos al estudiar el aprendizaje: cómo recorren un laberinto las ratas de laboratorio. Empezó por entrenar a un gran grupo heterogéneo de ratas de laboratorio en recorrer un laberinto complejo; las ratas recibían comida como recompensa cuando alcanzaban la meta. Luego apareó las hembras y los machos que entraban con menor frecuencia en los brazos equivocados del laberinto durante el entrenamiento —ratas a las que llamó brillantes en el laberinto—.

Y emparejó entre sí las hembras y los machos que entraban con más frecuencia en los brazos equivocados del laberinto durante el entrenamiento —ratas a las que llamó torpes en el laberinto—. Cuando las crías de las ratas brillantes y las de las torpes en el laberinto se hicieron adultas, se evaluó su rendimiento en el aprendizaje del laberinto. Entonces, se cruzó entre sí a las más brillantes y a las más torpes. Este procedimiento de crianza selectiva se aplicó a 21 generaciones (y aún pueden conseguirse hoy en día descendientes de las cepas originales que utilizó Tryon). Al cabo de ocho generaciones, el rendimiento en el aprendizaje del laberinto de las dos líneas de ratas apenas se solapaba. Salvo unas cuantas excepciones, las peores de la línea de ratas brillantes en el laberinto cometieron menos errores que las mejores de la línea de ratas torpes (véase la Figura 2.21). Para controlar la posibilidad de que el buen rendimiento en recorrer el laberinto se transmitiera de algún modo de los progenitores a la descendencia a través del aprendizaje, Tryon se sirvió de un procedimiento de referencia de adopción cruzada: Examinó a la descendencia brillante en el laberinto que había sido criada por progenitores torpes en el laberinto, y a la descendencia torpe en el laberinto que había sido criada por progenitores brillantes en el laberinto. No obstante, los descendientes de las ratas brillantes cometieron pocos errores aunque hubiesen sido criados por ratas torpes en el laberinto y los de las ratas torpes cometieron muchos a pesar de haber sido criados por ratas brillantes. Desde los experimentos fundamentales de Tryon sobre crianza selectiva, se han generado selectivamente muchos rasgos comportamentales. De hecho, parece ser que puede generarse de manera selectiva cualquier rasgo comportamental mensurable que varíe entre los miembros de una especie. Un aspecto general de gran importancia que han puesto de manifiesto los estudios de crianza selectiva es que la crianza selectiva basada en un rasgo comportamental por lo general lleva consigo muchos otros rasgos comportamentales. Esto indica que el rasgo de conducta utilizado como criterio para la crianza selectiva no es el único sobre el que influyen los genes que ha aislado esta crianza.

De hecho, Searle (1949) comparó el rendimiento de ratas brillantes y ratas torpes en el laberinto en 30 pruebas conductuales diferentes y encontró que diferían en muchas de ellas; el conjunto de diferencias sugería que las ratas brillantes en el laberinto aprendían mejor a recorrer el laberinto no por que fueran más inteligentes, sino porque eran menos emocionales.

Los estudios de crianza selectiva han demostrado que los genes influyen en el desarrollo de la conducta. Esta conclusión no implica en modo alguno que la experiencia no lo haga.Cooper y Zubek (1958) hicieron posible entender este punto en un estudio clásico de ratas brillantes y ratas torpes en el laberinto. Los investigadores criaron los dos tipos de ratas en uno de dos ambientes: (1) un ambiente con pocos estímulos [«empobrecido»] (a saber, una jaula de barrotes metálicos desprovista de estímulos), o (2) un ambiente rico en estímulos [«enriquecido»] (una jaula abastecida con túneles, rampas, dispositivos visuales y otros objetos destinados a estimular el interés).Cuando las ratas torpes en el laberinto llegaron a ser adultas tuvieron un número de errores significativamente más alto que las ratas brillantes si habían sido criadas en el ambiente empobrecido(véase la Figura 2.22). Al parecer, la crianza en un ambiente enriquecido en las primeras etapas de vida puede hacer que se superen los efectos negativos de unos genes desfavorables. En efecto, las ratas criadas en ambientes enriquecidos desarrollan una corteza cerebral más gruesa que las criadas en ambientes empobrecidos (Bennett et al., 1964); al parecer, estas diferencias en el desarrollo cortical inducidas por la experiencia están mediadas por cambios en la expresión genética (Rampon et al., 2000).

Fenilcetonuria: un trastorno metabólico determinado por un único gen

A menudo es más fácil comprender los aspectos genéticos de un trastorno de conducta que los de la conducta normal. La razón es que hay muchos genes que influyen en el desarrollo de un rasgo conductual normal, pero con frecuencia basta con que exista un solo gen anómalo para desbaratar todo. Un buen ejemplo de ello es el trastorno neurológico denominado fenilcetonuria (FCU).

La FCU fue descubierta en 1934 cuando un dentista noruego, Asbjörn Fölling, percibió un olor peculiar en la orina de sus dos hijos retrasados mentales. Supuso, acertadamente, que el olor estaba relacionado con el trastorno que padecían e hizo analizar la orina. Se hallaron altos niveles de ácido fenilpirúvico en las muestras de orina de ambos. Alentado por su descubrimiento, Fölling encontró otros niños con retraso mental con niveles de ácido fenilpirúvico en orina anormalmente elevados y concluyó que este subgrupo de niños retrasados sufrían la misma alteración. Además de retraso mental, los síntomas de la FCU incluyen vómitos, hiperactividad, marcada irritabilidad y daño cerebral (Antshel y Waisbren, 2003; Sener, 2003).

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