LAS TERAPIAS POSMODERNAS: TERAPIA COLABORATIVA, LA TERAPIA NARRATIVA Y LA TERAPIA CENTRADA EN SOLUCIONES
krna12 de Agosto de 2012
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LAS TERAPIAS POSMODERNAS: TERAPIA COLABORATIVA, LA TERAPIA NARRATIVA Y LA TERAPIA CENTRADA EN SOLUCIONES
Resumen
Este artículo ofrece un panorama general de la Terapia Colaborativa, la Terapia Narrativa y la Terapia Centrada en Soluciones, modelos que frecuentemente se agrupan dentro de la categoría de «Terapias Posmodernas». Se presentan las premisas filosóficas que comparten estos tres enfoques, especialmente en cuanto al lenguaje, el conocimiento y la identidad. Estos modelos entienden la terapia como un proceso conversacional en el que los clientes y los terapeutas co-construyen nuevos significados, historias alternativas, posibilidades y soluciones. Se discuten algunas de las prácticas terapéuticas que caracterizan a cada uno de estos abordajes y se describen sus áreas de aplicación en distintos contextos y con diferentes poblaciones.
Introducción
A partir del último cuarto del siglo XX han surgido nuevas formas de pensar en la psicoterapia que cuestionan muchos de los supuestos en los que se ha basado esta disciplina a través de su historia. Este cuestionamiento ha resultado en el desarrollo de prácticas terapéuticas que han recibido diferentes nombres: terapias «posmodernas», «narrativas», «discursivas», «postestructuralistas», «colaborativas» y «socioconstruccionistas». Cada uno de estos términos subraya algún aspecto importante de estos abordajes ya que éstos ven la terapia como un proceso conversacional o discursivo; se interesan en la forma en la que las personas creamos narraciones o historias sobre nuestras vidas; proponen que el conocimiento y la identidad se construyen a través de la interacción con los otros; no piensan en las dificultades humanas en términos de estructuras «profundas» o subyacentes y conciben la terapia como una relación de colaboración entre clientes y terapeutas.
En este trabajo se utiliza el término «posmoderno» por considerar, como Harlene Anderson (1997, 2006), que éste constituye una amplia «sombrilla» bajo la que caben muchas corrientes de pensamiento distintas pero interrelacionadas. En este artículo se discuten tres escuelas o terapias posmodernas: la Terapia
Colaborativa (Anderson y Goolishian), la Terapia Narrativa (White y Epston) y la Terapia Centrada en Soluciones (De Shazer y Kim-Berg) aunque, como menciona Anderson (2003a), hay muchos otros profesionales cuyo trabajo se puede considerar parte de esta corriente. Entre ellos, Tom Andersen, Lynn Hoffman, Peggy Penn, Lois Shawver y Jaakko Seikkula. La Terapia Colaborativa, la Terapia Centrada en Soluciones y la Terapia Narrativa tienen características particulares y estilos de trabajo específicos de cada una. Existen diferencias importantes entre ellas, pero frecuentemente se agrupan porque comparten algunas premisas básicas sobre el lenguaje, el conocimiento, los problemas, las relaciones interpersonales y la identidad (Paré y Tarragona, en prensa; Anderson, 2006, Anderson, 2003b).
Una discusión detallada de la crítica posmoderna va más allá de los alcances de este trabajo. Este artículo se limita a describir algunas de las ideas posmodernas que han tenido mayor impacto en la psicoterapia y cómo se han traducido a la práctica terapéutica. Se presenta una somera revisión de las premisas básicas de la Terapia Narrativa, la Terapia Colaborativa y la Terapia Centrada en Soluciones y de las prácticas principales de cada uno de estos modelos. Aunque se mencionan los procedimientos específicos más característicos de cada una de estas escuelas, en este trabajo se enfatizan más los aspectos que comparten que aquellos que las diferencian, pues la intención es ofrecer al lector una visión general sobre este conjunto de terapias.
Posmodernidad y psicoterapia
La palabra «posmoderno» generalmente se refiere tanto a una época histórica (la actual), como a un movimiento en las artes y a una corriente crítica en la academia, especialmente en las disciplinas sociales y la filosofía. Como movimiento filosófico, el posmodernismo ha cuestionado la naturaleza del conocimiento y señalado las limitaciones de la epistemología positivista para el estudiar y comprender la experiencia humana. Una de sus propuestas es que la identidad no es algo fijo, sino que está en constante creación y revisión dentro de una red de relaciones y conversaciones con otras personas. Anderson (1997) considera que es más importante pensar en el posmodernismo como una crítica que como una época y enfatiza que no se trata de un modelo terapéutico, sino de un movimiento filosófico que incluye muchas propuestas distintas, como las de Mihail Bakhtin, Jaques Derrida, Michel Foucault, Jean-Francois Lyotard, Richard Rorty y Ludwig Wittgenstein, entre otros.
Lo caracteriza así:
«El pensamiento posmoderno se mueve hacia el conocimiento como una práctica discursiva, hacia una pluralidad de narrativas que son más locales, contextuales y fluídas; se mueve hacia una multiplicidad de enfoques para el análisis de cuestiones como el conocimiento, la verdad, el lenguaje, la historia, el «self» y el poder.
Enfatiza la naturaleza relacional del conocimiento y la naturaleza generadora del lenguaje» (1997, p. 36, traducción de la autora).
Varios autores (Gergen, 1990; Shawver, 2005) consideran útil contrastar la postura posmoderna con el pensamiento moderno para apreciar claramente sus características. La perspectiva moderna parte de la idea de que existe una realidad separada del observador, susceptible de ser conocida de manera objetiva. El conocimiento es visto como un «espejo» de la realidad y la función del lenguaje es representar al mundo tal cual es (Anderson, 1997).
La perspectiva posmoderna difiere de la moderna en muchos aspectos. La propuesta posmoderna sobre el conocimiento postula que éste está construido socialmente a través del lenguaje. Supone que no podemos tener una representación directa del mundo, sólo podemos conocerlo a través de nuestra experiencia del mismo (Anderson, H., 2006,1997). Me parece importante enfatizar lo que Anderson (2006) aclara en su descripción del conocimiento «socialmente construido»: que se refiere al «conocimiento social» o el significado que le damos a los eventos y vivencias, no al conocimiento científico o del mundo físico.
El lenguaje ocupa un lugar central en la crítica posmoderna. Ésta propone que el lenguaje más que representar la realidad, la constituye. Es decir, que las palabras que utilizamos no «reflejan» o expresan lo que pensamos o sentimos, sino que le dan forma en gran medida a nuestras ideas y al significado de nuestras experiencias.
Harry Goolishian, uno de los fundadores de la terapia colaborativa, solía decir «Nunca sé lo que pienso hasta que lo digo» (Anderson, 2005, p. 4, traducción de la autora).
La crítica posmoderna ha tenido un gran impacto en las disciplinas sociales, en la psicología y en la psicoterapia. Ha invitado a reconsiderar muchas de las premisas tradicionales sobre la naturaleza de las personas, de los problemas y de la relación terapéutica (Anderson, H., 2003a). Nuevamente puede ser útil contrastar las posturas modernas y posmodernas, esta vez en cuanto al trabajo terapéutico:
Las psicoterapias ubicadas dentro de la tradición moderna parten de la base de que el terapeuta es un observador objetivo de sus clientes. Muchas veces están inspiradas en un modelo médico y el proceso terapéutico se entiende como análogo a la intervención de un médico con un enfermo. Se cree que el terapeuta posee un conocimiento experto sobre la naturaleza humana o sobre las dificultades del cliente (Anderson, 1997). Este conocimiento privilegiado con frecuencia se traduce en una marcada diferencia de jerarquía, ya que el terapeuta «sabe más» que el paciente, sabe lo que «realmente» le está pasando a éste y probablemente tenga algunas ideas sobre como «deben ser» las personas y las relaciones humanas sanas o funcionales (Anderson, 1997). Las terapias «modernas» generalmente parten de un diagnóstico que determina el tratamiento a seguir y los objetivos de éste. El terapeuta puede saber qué pasos o etapas se darán en la terapia y diseñar intervenciones o estrategias para lograr las metas del tratamiento. Con frecuencia es el terapeuta quien «da de alta» al paciente o decide cuando debe de terminar la terapia.
Varios autores dentro de las corriente posmodernas y postestructuralistas en psicología (Anderson, 1997; Gergen, 1990; Anderson, Gergen y Hoffman, 1995;
White y Epston, 1989) subrayan que históricamente el lenguaje de la psicoterapia ha sido un lenguaje de déficit y que la terapia frecuentemente es vista como una tecnología para «componer» personas defectuosas. También han expresado su preocupación por los efectos negativos que los diagnósticos psicopatológicos pueden tener sobre las personas.
Cabe mencionar que esta preocupación por la atención excesiva que se le prestado al déficit y la patología en la psicología, es compartida por investigadores y terapeutas que no se ubican en la línea socioconstruccionista o posmoderna, por ejemplo, los exponentes de la Psicología Positiva (Seligman y Csikszentmihalyi,
2000; Seligman, 2002; Peterson y Seligman, 2004).
Friedman (1996) llama a los terapeutas que trabajan desde estas perspectivas «terapeutas constructivos» y los describe de la siguiente manera:
«Los terapeutas constructivos:
• Creen en una realidad construída socialmente.
• Enfatizan la naturaleza reflexiva de la relación terapéutica en la que el cliente y el terapeuta co-construyen significados mediante el diálogo o la conversación.
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