La medicalización del malestar como estrategia política y negocio
lauramelissalcEnsayo5 de Abril de 2017
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La medicalización del malestar como estrategia política y negocio.
La medicalización del malestar en la población, se sitúa en un contexto en pleno auge de un capitalismo globalizado con implicaciones políticas y socioculturales importantes. No es casualidad que se pueda encontrar una farmacia en cada esquina, ni que no sólo los psiquiatras sino también una gran cantidad de profesionales en el área de la salud, tales como ginecólogos, psicólogos, terapeutas familiares, entre otros, receten de forma habitual fármacos que influyen sobre el sistema nervioso, bajo la idea de que a través de ellos podrán aminorarse síntomas que acompañan el diario vivir de un paciente y a la vez hacer una contención mientras se realiza una intervención más interactiva y prolongada. El argumento central en que se desarrolla el presente escrito se refiere al tratamiento “medicalizado” de las situaciones difíciles que se presentan, las cuales afectan el ánimo y el comportamiento y que el uso de fármacos como forma de abordar una situación problemática, es el reflejo más preciso de la mediocridad profesional y un pleno interés político. Finalmente, se recogerán los principales argumentos y se retomará la tesis del texto para mostrar la posición frente a la misma.
Del convencimiento colectivo de que las alteraciones de la salud están relacionadas con alteraciones del ánimo y el comportamiento propio, se ha llegado al extremo de pensar que se debe acudir al médico a razón de cualquier tipo de alteración en la vida cotidiana. Increíblemente, la tristeza, las pocas habilidades sociales, la curiosidad, la inquietud o falta de concentración, el rechazo al seguimiento de las normas de consumo, tildadas como excesivas o por el contrario mínimas, son automáticamente cuadros diagnosticables que requieren de tratamiento inmediato de tipo médico, claro está. Para lograr que la sociedad acepte estos comportamientos como enfermedades, se tiende a caracterizarlos a través de su forma de expresión extrema entonces a la tristeza se le llama depresión, a la energía infantil se le denomina hiperactividad y a los indignados que van en contra del denominador común se les llama inadaptados, anormales, enfermos.
Paralelamente, la medicalización del malestar es un negocio que afecta distintos sectores. Comenzando, para la industria farmacéutica, la cual tiene una gran por no decir total influencia sobre los medios de comunicación, las autoridades y profesionales de la salud e inclusive sobre el convencimiento de los consumidores, tiene todo el camino libre y hasta adornado para un verdadero tráfico de enfermedades (disease mongering)1[1], es decir la promoción de alarmas en torno a supuestos cuadros clínicos que requieren de atención urgente para los que curiosamente, hay fármacos que los tratan. Así mismo, es un gran negocio para la industria médica, en la que su propio nombre lo dice y no requiere de explicación alguna o en la ciencia biológica, la cual depende de los fondos de investigación provenientes del negocio farmacológico.
Respecto al ámbito político, se hacen presentes los niños en situación de pobreza, los ancianos, los sobreexplotados, las personas discriminadas, que han sido llevadas de manera interesada y sinvergüenza a creer que sus sufrimientos tienen un origen biológico que pueden ser tratados o aliviados con el uso de fármacos en su sistema nervioso. Evidentemente, hay una destrucción de la Psiquis, la cual es responsable de hacer seres humanos conscientes, despiertos, revolucionarios, esto no le conviene a la inmoralidad y a la ambición de ningún gobierno.
En conclusión, no hay base científica alguna para la pretensión de que se podrían correlacionar estados específicos del sistema nervioso con aspectos o rasgos específicos de la actividad subjetiva2 Por ende, no es ético afirmar que los fármacos funcionan como tratamiento en las distintas emociones y comportamientos de las personas porque en realidad están actuando como inhibidor de su naturaleza. Adicionalmente, por supuesto que el problema de la medicalización del sufrimiento subjetivo es un problema político. Es como decir que la protesta social está obstaculizada en la farmacia: mientras más larga es la cola de la farmacia, menos protestas hay en la calle.
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