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Lo Simbólico, Lo Imaginario Y Lo Real

m4yk24 de Febrero de 2014

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Lo simbólico, lo imaginario y lo real

Jacques LACAN

(Presentación, traducción y notas de Juan Bauzá)

Presentación

El texto que aquí presentamos es la traducción al castellano que corresponde a la conferencia que realizó Lacan el 8 de julio de 1953 para abrir las actividades de la nueva Société Française de Psychanalyse, surgida después de la escisión de la Société Psychanalytique de Paris poco antes, y que hasta ese momento era la única Asociación psicoanalítica en Francia admitida por la Asociación psicoanalítica internacional (IPA). En el grupo disidente, que fundará la nueva sociedad, figuraban además de Lacan, Daniel Lagache, Françoise Dolto, J. Favez-Boutonier y B. Reverchon-Jouve.

En esta conferencia Lacan presenta explícitamente esos tres registros o coordenadas fundamentales, como variables de la función del sujeto y de su realidad psíquica: lo simbólico, que adquirirá el protagonismo principal en su enseñanza de los diez años siguientes (hasta 1962), lo imaginario, con el que trabajaba fundamentalmente desde hacía unos 20 años (desde su tesis sobre la paranoia de 1932) y lo real, protagonista fundamental desde 1963. A pesar de estos protagonismos, esas tres dit-mensions [dicho-mensiones] como las llamará más adelante estarán siempre presentes en el fondo de su obra, y les dedicará de manera especial y específica su seminario XXII (1974-75), titulado R.S.I., en el que los identificará con tres redondeles de cordel que anudará borromeanamente, modelo que utilizará para explicar ciertos aspectos del sujeto y operar con ese nudo en la experiencia analítica.

Por otra parte, aquí y de manera muy original, sobre la que convendría reflexionar algo más de lo que se ha hecho hasta hoy, utilizará además estos tres registros para dar cuenta del proceso analítico.

Mis buenos amigos,

Ustedes podrán ver que para esta primera comunicación llamada “científica” de nuestra nueva Sociedad, he tomado un título que no carece de ambición. Ante todo empezaré por disculparme, pidiéndoles que consideren esta comunicación llamada científica más bien como, por un lado, un resumen de puntos de vista, que los que están aquí y son mis alumnos, conocen bien y con los cuáles están familiarizados desde hace ya unos dos años a través de mi enseñanza; y también como una especie de prefacio o de introducción a una cierta orientación de estudio del psicoanálisis.

[Retorno a Freud]

En efecto creo que el retorno a los textos freudianos que es el objeto de mi enseñanza desde hace dos años , me ha dado, o más bien, nos ha dado, a todos los que hemos trabajado juntos , una idea cada vez más certera de que no hay dimensión más total, abarcativa y próxima a la experiencia auténtica de la realidad humana que la realizada por la experiencia freudiana y que no podemos dejar de retomar a las fuentes y aprehender (appréhender) estos textos verdaderamente en todos los sentidos de la palabra. No podemos dejar de pensar que la teoría psicoanalítica (y al mismo tiempo su técnica que no constituyen más que una sola y la misma cosa) no haya sufrido una especie de retroceso [regresión, retracción, estrechamiento, reducción, recorte) (rétrécissement), y a decir verdad, de degradación. En efecto no parece y no es fácil mantenerse en el nivel de una tal plenitud.

Por ejemplo, un texto como el del "Hombre de los Lobos", pensaba tomarlo esta tarde como base y ejemplo de lo que he de exponerles. Pero hice durante todo el día de ayer una relectura completa del mismo; había hecho al respecto un seminario el año pasado [1951-52] y sin embargo se me impuso la sensación de que era absolutamente imposible aquí darles una idea, siquiera aproximada del mismo; y que de mi seminario del año pasado había una sola cosa que hacer: retomarlo el año próximo.

Pues lo que percibí en ese texto formidable, después del trabajo y progreso que hemos hecho juntos este año [1952-53] alrededor del texto de “El hombre de las ratas”, me hace pensar que lo que había sacado el año pasado como principio, como ejemplo, como tipo de pensamiento característico dado por ese extraordinario trabajo era literalmente un mero "approche", como dicen los anglo sajones; dicho de otro modo un balbuceo. De modo que, en suma, haré tal vez incidentalmente una breve alusión, pero trataré sobre todo, simplemente, de decir algunas palabras sobre lo que quiere decir el planteamiento (position) de un tal problema; sobre lo que quiere decir la confrontación de estos tres registros que son los registros esenciales de la realidad humana, registros muy distintos y que se llaman: lo simbólico, lo imaginario y lo real.

[Lo real I ]

Ante todo, una cosa que es evidentemente sorprendente y que no debería escapársenos; a saber, que hay en el análisis toda una parte de real en nuestros sujetos que precisamente se nos escapa; que sin embargo no escapaba a Freud cuando tenía que vérselas con cada uno de sus pacientes. Pero, por supuesto, aunque no se le escapaba, estaba igualmente fuera de su dimensión y alcance. Uno no podría dejar de sorprenderse del hecho y de la manera en que habla de su “hombre de las ratas”, distinguiendo entre “sus personalidades”. Al respecto concluye: "la personalidad de un hombre fino, inteligente y culto", personalidad que pone en contraste con las otras personalidades con las cuales ha tenido que vérselas. Sí eso se atenúa cuando habla de su “hombre de los lobos”, también habla de ello. Pero, a decir verdad, no estamos obligados a refrendar todas sus apreciaciones. No parece tratarse en el “hombre de los lobos” de alguien de tanta clase. Pero es sorprendente, lo enfatiza como un punto particular. En cuanto a su “Dora”, ni hablemos, si hasta podemos decir que la amó.

Hay pues ahí algo que, evidentemente, no deja de sorprendernos y que, en suma, es algo con lo que tenemos que vérnoslas todo el tiempo. Y diría que ese elemento directo, ese elemento de peso, de apreciación de la personalidad, es algo bastante imborrable (innefaçable) con lo que tenemos que vérnoslas en el registro mórbido, por un lado, e incluso en el registro de la experiencia analítica con sujetos que, en absoluto, caen en el registro mórbido; es algo que, en resumen, siempre debemos retener y que está particularmente presente en nuestra experiencia, la de quienes estamos encargados de esa pesada tarea de elegir a quienes se someten al análisis con un fin didáctico.

En suma ¿qué podemos decir al fin de cuentas? Cuando hablamos, al término de nuestra selección, si no es que todos los criterios que se invocan (¿es necesaria la neurosis para hacer un buen analista? ¿un poquito? ¿mucho? ¿seguramente no, en absoluto? Pero al fin de cuentas, ¿es eso lo que nos guía en un juicio que ningún texto puede definir, y que nos hace apreciar las cualidades personales, esta realidad? Y que se expresa en lo siguiente: que un sujeto tenga estofa o no la tenga (a de l’étoffe ou n’en a pas); que sea, como dicen los chinos “She un ta”, un hombre de gran talla [superior], o “Sha ho yen”, un hombre de formato reducido [inferior]. Es algo que es necesario decirlo constituye los límites de nuestra experiencia. En este sentido se puede decir, para plantear la cuestión de saber qué se pone en juego en el análisis: ¿de qué se trata? ¿Acaso de esa relación (rapport) real con el sujeto, a saber, según un cierto modo y según nuestros parámetros [medidas] de reconocimiento? ¿Es eso con lo que tenemos que vérnoslas en el análisis? Ciertamente no. Se trata indiscutiblemente de otra cosa. Y he aquí la pregunta que nos planteamos sin cesar y que se plantean todos los que intentan formular una teoría de la experiencia analítica. ¿Qué es esa experiencia singular entre todas, que va a aportar transformaciones tan profundas a esos sujetos? ¿Y qué son tales transformaciones? ¿Cuál es su resorte?

[Lo simbólico I ]

Todo esto, la elaboración de la doctrina analítica desde hace años apunta a responder esta pregunta. Es cierto que el hombre común público no parece sorprenderse, por otro lado, de la eficacia de esta experiencia que se desenvuelve íntegramente en palabras; y, en cierta manera, en el fondo tiene razón, puesto que en efecto, funciona y para explicarla parecería que no tuviéramos de entrada más qué demostrar el movimiento andando. “Hablar” es ya introducirse en el sujeto de la experiencia analítica. Es allí, en efecto, que conviene proceder y saber; y ante todo plantear la pregunta: “¿Qué es la palabra?”, es decir, el “símbolo”.

En verdad a lo que asistimos es más bien a un evitamiento de esta cuestión. Y, por supuesto, lo que constatamos es que al reducir (rétrécir) esta cuestión, al querer no ver en los elementos y los resortes propiamente técnicos del análisis más que algo que debe llegar, por una serie de aproximaciones (approches), a modificar las conductas, los resortes, las costumbres del sujeto, desembocamos rápidamente en un cierto número de dificultades y de impases, no ciertamente hasta el punto de no poder encontrarles un sitio en el conjunto de una consideración total de la experiencia analítica; pero de proseguir en ese sentido, vamos cada vez más hacia un cierto número de opacidades que se nos oponen y que tienden a transformar desde ese momento el análisis en algo, por ejemplo, que se presentará como mucho más irracional de lo que realmente es.

Es muy sorprendente ver cuantos novicios y recién (récents et récement) venidos a la experiencia analítica

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