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Malestar En La Cultura


Enviado por   •  8 de Junio de 2012  •  4.979 Palabras (20 Páginas)  •  740 Visitas

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Freud descubrió en el ser humano una la sensación de eternidad o sentimiento oceánico como base de la religiosidad humana, tratando este sentimiento de fijo de comunión, de inseparable pertenencia a la totalidad del mundo exterior, sintiendo la necesidad de sentirse infinito, de saberse eterno. Según Freud para poder entender el origen de este sentimiento es necesario hacer un análisis detallado del yo. El yo no es una realidad completamente delimitada. Sus contornos no son precisos, teniendo una evolución a lo largo de la vida. En la primera infancia, el yo lo abarca todo, es la única realidad existente: todo lo que se manifiesta se manifiesta dentro del yo. Poco a poco, el lactante va diferenciando dos tipos de fenómenos, los placenteros y los dolorosos, separando los segundos de su percepción del yo. La consideración de todo lo doloroso, de todo lo que no satisface directa e inmediatamente sus instintos como un afuera, como un mundo exterior, hostil y ajeno a la voluntad, servirá para que el individuo desarrollado establezca la diferencia entre el yo y los objetos. Freud establece que el yo se continúa hacia dentro, sin límites precisos, con una entidad psíquica inconsciente que denominamos ello y a la cual el yo sirve de fachada. Por lo menos hacia el exterior, el yo parece siempre mantener límites claros; sin embargo hay una situación en la que amenaza esfumarse el límite entre el yo y el objeto: el enamoramiento. El enamorado afirma que yo y tú son uno, y está dispuesto a comportarse como si así fuera. El enamoramiento consiste en un desborde de la libido yoica sobre el objeto. Tiene la virtud de cancelar represiones y de restablecer perversiones. Eleva el objeto sexual a ideal sexual. Por lo tanto, el sentimiento yoicio está sujeto a trastornos, y los límites del yo con el mundo exterior no son inmutables.

Inicialmente el yo es todo, al separarse del mundo exterior se separa de una parte emanada por el mismo. Lo que ahora entendemos por yo no es más que lo que queda de la unión existente entre el yo y el mundo exterior. Queda plantear la cuestión de si podemos admitir que ambos elementos aún hoy sobreviven juntos en ciertos seres humanos. En el terreno psíquico es frecuente la permanencia de lo evolucionado (el mundo exterior) junto a lo primitivo (el yo que dio lugar al mundo exterior).

De esta forma nos encontramos una conciencia primitiva de unidad entre el consciente y el inconsciente, pero rota, perdida. No obstante, chocamos con la concepción de que en la vida psíquica nada desaparece para siempre, todo se conserva y aparece o no en función de las circunstancias (aquí mediante el ejemplo de la ciudad de Roma se nos explica cómo se van superponiendo los “edificios” unos a otros, y sin embargo todo permanece, depende del estímulo que vuelvan o no a la luz).

Bien es cierto que también se depende de que todo (edificios o instintos) haya quedado en buenas condiciones.

Freud se aproxima más a la realidad tan sólo aproximando la idea de que “es posible” que lo pasado no esté obligatoriamente condenado al olvido. Finalmente, podríamos reducir aquel “sentimiento oceánico” a una edad temprana del yo (en la que sí habia unidad). Freud propone la figura y el amparo paterno como la mayor necesidad infantil ante el destino, irrefutable desde un inicio, y con esa postura ya pasa a una segunda posición el “sentimiento oceánico” que tendería a otras cosas (partiendo de la base de que algo es importante cuando es realmente necesitado).

Por último Freud asegura dicho sentimiento un buen intento de expresar la unidad humana con el Todo, como otra manera de explorar el mundo exterior que se presenta arriesgado y sin embargo, admite la dificultad de resolver la cuestión.

El sentido yoicio del adulto no es el mismo desde el principio, siendo que al paso de los años va sufriendo una evolución. Poniendo como ejemplo al lactante, aún no discierne su yo del mundo exterior. Y poco a poco va aprendiendo esto a través de los diversos estímulos, y el que le causa mayor impresión es el hecho de que algunas de las fuentes de estímulo son susceptibles de provocar sensación en todo momento, mientras que la demás se les van disminuyendo temporalmente, entre ellas la que más anhela: el seno materno. Después de esto se da la limitación del yo, viéndose implicado una aceptación de lo de afuera, siendo el nacimiento de la tendencia a disociar del yo cuanto pueda convertirse en una fuente de displacer, lo que es impulsado por el principio del placer, que induce a abolir y evitar estas sensaciones. De esto modo, el hombre el hombre aprende a dominar un método mediante el cual puede discernir lo interior y lo exterior.

La religión: es un sistema explicativo acerca de las cuestiones más profundas del ser humano que asegura una Providencia que le asistirá más allá de las restricciones que tenga en la Tierra, porque el hombre es un ser que tiene que sufrir en la tierra y este sufrimiento es lo representado por la figura omnipotente de un padre. Este sentimiento de providencia es algo infantil e irreal la idea de elevar a los seres humanos hasta tal concepción de la vida, así como la exhortación de cultas mentes pasadas en cuanto reemplazaron a dicho Dios. Y es necesario que el hombre sufra varios sufrimientos a los que se expone en la vida llevándolo a buscar distintas salidas para poder evitarlos o aliviarlos, es necesario que el ser humano busque algunas distracciones y sustitutivos que reduzcan la miseria que está viviendo y narcóticos que nos hagan indiferentes a ella. Todo ser humano que busca la felicidad solo quiere encontrarla y vivir en ella, pero para que esto suceda el ser humano tiene que vivir dos polos el positivo que son sensaciones placenteras, y la negativa, evitar dolor y displacer. Para llegar a la felicidad es necesario tomar en cuenta que es la fija el principio del placer dándose porque no es realizable siendo que todo se opone a él y solo podemos llamar felicidad a la satisfacción que nos provoca ver cubiertas necesidades acumuladas, es decir, como algo parcial.

La intoxicación es mencionada como el método más efectivo, para hacernos inmunes temporalmente a ciertos estímulos desagradables y al tiempo regalarnos sensaciones placenteras, es evidente que existen ciertas sustancias extrañas al organismo cuya presencia en la sangre o en los tejidos nos proporciona directamente sensaciones placenteras, modificando además las condiciones de nuestra sensibilidad de manera tal que nos impiden percibir estímulos desagradables. Ambos efectos no sólo son simultáneos, sino que también parecen estar íntimamente vinculados. Pero en nuestro propio quimismo deben existir asimismo sustancias que cumplen un fin análogo, pues conocemos

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