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PSICOLOGIA Y GENERO CAP 3


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2017  •  Resúmenes  •  1.249 Palabras (5 Páginas)  •  93 Visitas

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Capítulo 3 Perspectiva cognitiva-social: Estereotipos y esquemas de género 

Desde la década de los setenta la Psicología desarrolló la "andrógina psicológica" es decir, el desarrollo simultáneo de características masculinas y femeninas por parte de una misma persona. Esto ha contribuido a propagar la idea de que el desarrollo de rasgos masculinos y femeninos es relativamente independiente del hecho. Por otro lado, el término diversidad es uno de los conceptos que se ha sabido introducir en una variedad  de situaciones. Por ejemplo: personas, lugares y organizaciones.  Dado a esto, ni el reconocimiento de la variabilidad interindividual, la andróginia psicológica superan las diferencias y transformaciones en los roles de género observado en los últimos años.  Otro concepto relevante visto en los sesentas,  es " estereotipo" y se define como la serie de creencias y suposiciones compartidas acerca de determinados grupos humanos. El origen de este término fue introducido en 1922 por el periodista Walter Lippmann en referencia a ideas distorsionadas que interferían la percepción adecuada de miembros de otros grupos.

En relación con los comportamientos generizados se puede decir que el componente prescriptivo de un estereotipo está siempre sostenido por la estructura social. Es la representación que cada cual se plantea de cómo los demás piensan que debe comportarse. Por lo que desde muy temprano, la Psicología se interesa por identificar, describir y analizar las características prototípicas asociadas a los varones y a las mujeres, características estas que van a configurar el contenido de masculinidad y Feminidad respectivamente. Para esta investigación se desarrollan las primeras escalas de medida en psicología durante la década de los treinta y cuarenta,  cada una de ellas presenta especificidades pero todas comparten como criterio común el hecho de que la pertenencia de una conducta, un rasgo o una habilidad a M o a F derivaba exclusivamente de la proporción de respuestas emitidas por varones y mujeres. La primera escala evaluadora de M/F es el Attitude Interest Analysis Survey y el criterio de definición de M y F se basó en las respuestas diferenciales que chicas y chicos de primaria y secundaria dieron a las preguntas planteadas. En esa misma década, aparece una nueva escala de M/F incluida como una parte dentro de un cuestionario más amplio –Strong Vocational Interest Blank (SVIB) dedicado a medir los intereses vocacionales a partir de lo que a la gente le gusta o disgusta. El Proyective Test of Masculinity and Femininity de Frank y Rosen, que aunque este cuestionario se ha utilizado como escala evaluadora de M/F, sus autores interpretaban que lo que realmente medía era aceptación o rechazo de los roles estereotipados de género.

Las creencias estereotipadas referidas a rasgos de personalidad han sido ratificadas tanto en las descripciones que se establecen sobre los demás como en las autodescripciones que mujeres y varones hacen de sí mismos. Además, son más variadas e incluyen factores estables y otros referidos a roles de género. También se han analizado diferencias en las creencias estereotipadas respecto a la expresión de la emocionalidad. Mientras la expresión de emociones tales como la rabia o el orgullo se asocia con masculinidad,una gran mayoría de expresiones emocionales comunes, tales como felicidad, culpa, miedo, amor o preocupación, se vincula más con feminidad.

De acuerdo a la dependencia o independencia entre el hombre y la mujer, se han establecido dos modelos: El de la congruencia, también denominado modelo clásico, unidimensional o bipolar, que desarrolló la Psicología en torno a los años cuarenta, y el modelo andrógino o bidimensional que se configura a mediados de la década de los años setenta. En el modelo de la congruencia el género se concibe como una única dimensión en uno de cuyos polos se sitúa la M y en el polo opuesto la F.  reconocer al mismo tiempo su falta de feminidad. Clasificar a una persona como muy masculina significaba, según esta representación, reconocer su falta de feminidad . En cambio, el modelo andrógino o bidimensional asume una relación de independencia entre los contenidos de M y F, de manera que si la actividad se considera un rasgo masculino y la sensibilidad uno femenino.

En la evolución de los estereotipos de género, se sabe que la Psicología ha encontrado una cierta correspondencia entre las percepciones estereotipadas que las personas desarrollan sobre los demás y las que tienen sobre sí, aunque casi siempre los estereotipos de los otros suelen ser más extremos que la visión que cada cual tiene de sí mismo. En 1994 Helgeson adoptó un enfoque diferente para identificar el contenido de M y de F. Más que representarse M y F como dimensiones independientes vinculando cada una de ellas con un conjunto de rasgos diferenciales bien definidos, esta autora los describe como categorías borrosas compuestas por un conjunto de rasgos siendo variable su representatividad en dicha categoría.

Otra aportación interesante en el análisis de los estereotipos de género es la referida a los perfiles prototípicos de subgrupos particulares de mujeres y de varones, en la cual  investigación psicológica se ha dedicado a comprobar si los perfiles de subtipos particulares se representan mentalmente con una estructura tan compacta y bien delineada como los perfiles de los grupos de varones y mujeres en general. Se han evaluado, también , los conglomerados configuradores de cada subgrupo, estableciéndose comparaciones.


Haciendo referencia al origen y utilidad de los esquemas de género, el origen de los esquemas mentales se vincula con la necesidad de organización de la psique como forma evolutiva de adaptación ambiental. En los infantes, caracterizados por una gran inmadurez mental, el modo habitual de relación con el entorno es muy directo. Así mismo, el desarrollo de la estructura mental humana va a estar jalonado por una serie de etapas a través de las cuales se irán sucediendo procesos de descentralización mental cada vez más complejos. Entre los primeros criterios que los niños aprenden está la diferencia entre ellos mismos y las demás personas. Muy poco después reconocen también que, si son niñas o niños y así identifican cuales son sus roles de género.

En cuestión de los esquemas, se puede definir como una estructura organizada de conocimiento que en el caso de los esquemas de género hacen referencia a los rasgos que se suponen compartidos por los grupos y subgrupos de mujeres y varones. Por lo tanto, guiando este concepto al estereotipo de género tiene una función adaptativa clara, como es facilitar la información del entorno y prepararnos para afrontarla con un cierto conocimiento, aunque éste tenga que ser indudablemente esquematizado e inexacto. En el proceso de formación de los esquemas, resulta sumamente interesante constatar que, una vez establecida la estructura organizativa, la serie de características incluidas en la red forma un entramado compacto que adquiere cierta autonomía, de tal forma que la simple modificación del grupo sexual –atributo dominante en la configuración del esquema no conlleva un cambio en el entramado de información asociado a cada grupo. La formación de un esquema implica siempre la confluencia de una serie de procesos, lo que supone un nivel de complejidad considerable que se desarrolla a lo largo del tiempo. Sin embargo, la activación de ese esquema, una vez configurado, se produce durante un periodo brevísimo de tiempo y su funcionamiento es casi automático. En este sentido, se puede afirmar que los esquemas de género, por su naturaleza adaptativa, son susceptibles de evolución y cambio; incluso se están actualizando continuamente. Sin embargo, este reconocimiento no es incompatible con la resistencia al cambio, que en general ofrece cualquier esquema y que es consecuencia de su carácter funcional.

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