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Primer Parcial Estudios de Genero


Enviado por   •  18 de Octubre de 2016  •  Exámen  •  1.653 Palabras (7 Páginas)  •  299 Visitas

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Consigna: A partir de la lectura del artículo utilice el concepto de modos de subjetivación para dar cuenta de la articulación entre el histórico social y la construcción de las subjetividades sexuadas, incorporando la perspectiva relacional entre los géneros. Incorpore en su análisis las dimensiones epistémica y política de la diferencia.

Artículo: El mito del ACV masculino.

Desarrollo

Para abordar el análisis del artículo desde la perspectiva de Estudios de Género es necesario establecer, siguiendo a Fernández, las dimensiones epistémica, política y ética que interactúan en la problematización de la diferencia genérica, produciendo vacilaciones en las significaciones imaginarias sociales que han legitimado la desigualdad entre hombres y mujeres, en cada momento histórico-social (1993, p. 28). A partir de la dimensión epistémica es posible analizar cómo fueron teorizadas, mediante procesos des-constructivos y re-constructivos, las nociones de Hombre y Mujer desde ciencias como la medicina. Desde la dimensión política se ponen en evidencia las estrategias de poder sobre cada género, el modo en que los cuerpos fueron disciplinados y las prácticas correspondientes a diferentes discursos científicos (1993, p. 29). El artículo a analizar, pone en cuestionamiento un mito socio-histórico cultural atravesado por el discurso científico de la medicina. Ciencia que, históricamente, ha legitimado la desigualdad social de los géneros.

Según la autora, las formaciones discursivas sobre el Hombre y la Mujer se constituyen desde determinadas categorías conceptuales, a las que llamó la Episteme de lo Mismo. Estas categorías lógicas, desde donde se pueden pensar la diferencia genérica, no sólo producen significaciones sino que también legitiman un poder. Esta lógica atributiva (refiere el modelo humano al sexo masculino), binaria (determina un valor de verdad verdadero y el otro falso) y jerárquica (convierte a uno de los dos términos en inferior o complemento del otro) constituye una estructura de pensamiento que determina modos de pensar las nociones de Hombre y  Mujer. Quedan constituidas así, tres falacias sobre la noción de Mujer, la falacia biologista, naturalista y esencialista, como matriz de significaciones imaginarias que legitiman la diferencia genérica (1993, p. 40). Otorgando a los varones atributos como Cultura, Razón, Sujeto, Público, etc. y a las mujeres atributos que parecen ser fallidos respecto de los primeros: Naturaleza, Pasión, Objeto, Privado, etc. La autora sostiene que los mitos sociales de la feminidad y masculinidad se constituyen del mismo modo (1993, p. 40).

En el caso del artículo, se puede pensar que el ‘ACV masculino’ es un mito social legitimado por el discurso de la medicina. Se menciona que no sólo las mujeres no están alertadas de que tienen más riesgo de sufrir ACV que los hombres, sino que hasta los mismos médicos desconocen que hay mujeres que forman parte del grupo de riesgo cardiovascular. Para Fernández, los mitos sociales son un conjunto de creencias o significaciones imaginarias que definen la feminidad y masculinidad. Están instalados socialmente y forman parte también de la subjetividad de hombres y mujeres, permitiendo que los sujetos puedan circular en determinadas posiciones sociales y no otras (1993, p. 162). Este imaginario social instituye la realidad y crea mitos sociales, regulando los lazos sociales y el accionar de las personas (1993, p. 163).

Belluci sostiene que hasta mediados del siglo pasado, el capitalismo instituyó el patriarcado, entendido como un sistema de opresión y sometimiento del hombre sobre la mujer. La división sexual del trabajo enfatizó el poder hegemónico masculino, reproducido por el saber científico y la cultura (1992, p. 41). Por su parte Burin plantea que la hegemonización de la masculinidad es exclusiva hasta para algunas minorías de hombres, “el sujeto hegemónico es blanco, heterosexual, joven, de sectores socioeconómicos altos” (2000, p. 124). La violencia simbólica para Bourdieu constituye ese mecanismo por el cual los sujetos emplean los mismos esquemas conceptuales producidos en el marco de relaciones de poder para aplicarlos a cualquier realidad. Las estructuras de dominación se perpetúan por mecanismos de reproducción continua e institucionalizada de estos esquemas (2010, p. 50). El género se constituye así como una construcción social, histórica, económica, tecnológica, biopolítica, erótica, subjetiva que tiene en su base las relaciones de distribución de poder. A esto llama Fernández (2009) las diferencias desigualadas, en tanto las diferencias se producen y reproducen en dispositivos de poder.

Según Fernández, en la modernidad las mujeres ocupaban tradicionalmente el espacio privado encargándose del hogar y los hombres el espacio público siendo los únicos proveedores. Esta lógica de los espacios públicos y privados, fue funcional a las relaciones de poder. Cada período histórico define lo femenino y lo masculino en un proceso de producción de significaciones, delimita los espacios sociales y las figuras jurídicas. Así también, los discursos científicos y morales dan forma narrativa a las figuras de lo femenino y lo masculino (1993, p. 134). En la post-modernidad la distribución de los espacios y las figuras públicas es diferente, vinculada a un contexto socio-histórico tecnológico y globalizado, de modo tal que se inicia un proceso de cambio en las narrativas discursivas que producirán nuevas subjetividades. Se puede pensar a las subjetividades sexuadas como construcciones socio-históricas de cada época (1993, p. 142). Según el artículo, los índices de mortalidad son mayores en mujeres porque hay baja calidad de atención. Una de las razones por las que las mujeres forman parte del grupo de riesgo es porque cuando se acercan a los centros de salud, los médicos no realizan un buen diagnóstico de la enfermedad. Por su forma de vida actual, las mujeres pueden tener más factores de riesgo que los hombres, pero esto queda invisibilizado por las creencias o mitos sociales sobre la masculinidad y feminidad de los médicos que no están y capacitados en problemáticas actuales.

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