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Psicologia Barata


Enviado por   •  21 de Mayo de 2014  •  1.114 Palabras (5 Páginas)  •  238 Visitas

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Hace unos quince días que empecé a seguir la regla del minuto. El viernes llegué a casa cansada, con sueño y con suficiente alcohol en la sangre como para olvidarme de ella por primera vez desde que la adopté. A la mañana siguiente, cuando abrí los ojos, me quedé paralizada por el desconcierto.

Tejidos de ligero aspecto antropomorfo yacían diseminados por la habitación, contorsionados en posturas caprichosas, exhibiendo sus grotescos relieves. Mi cerebro me mandó un mensaje: No seas mema; es tu ropa.

-¿En serio la dejé tirada anoche? –le contesté-. Me parece horrible.

-No hace ni un año que escribiste esta tira.

-Ya, pero eso se acabó. Desde que sigo la re…

-Sí, sí, la regla del minuto. No seas brasas, que soy tu propio cerebro.

La regla del minuto no ha cambiado radicalmente mi vida, no me ha convertido en una persona mejor, ni ha hecho que termine los manuscritos que tengo a la mitad, pero en tan sólo quince días ha operado enormes mejoras en mi rutina vital.

Esta regla se la copié a Gretchen Rubin, mientras me leía su libro The Happiness Project. Ella no le dedica más de un párrafo a este asunto, que para mí es el de mayor interés de todo el libro, lo cuál os dará una idea aproximada de nuestra afinidad de criterios y de lo que, personalmente, he disfrutado de la lectura. Pero desde aquí le mando a la autora un high-five virtual, porque sin ella no estaría yo escribiendo este post, y porque al menos ella, termina y publica sus manuscritos.

Foto de Anna Ristuccia

Esta regla de autodisciplina consiste en no posponer cualquier tarea que puedas completar en un minuto. Vaya cosa, ¿no? Una de esas genialidades de la autoayuda que podría resumirse en “hacer lo que hay que hacer”.

Pues no. Y os voy a explicar por qué. He descubierto que la regla del minuto funciona perfectamente en psicologías tan complicadas como la mía, porque es el equivalente temporal del “TODO A UN EURO”. Si me dices que tengo que quitarme la ropa y doblarla en el mismo momento, te voy a decir que sí, que me esperes en tu casa, que en cuanto termine voy a limpiarte también la cocina. Pero si el argumento es “sólo es un minuto”, no puedo no hacerlo. Un minuto no es nada, es demasiado barato energéticamente hablando como para justificar el incumplimiento de la regla. Me saldría mucho más caro lidiar con la culpa, así que me callo y lo hago. Para que me entendáis, la regla del minuto es el paquete de kleenex que le compras a un mendigo por un euro, porque se ha puesto demasiado pesado, y porque además, se te están cayendo los mocos.

¿Por qué recomiendo la regla del minuto? Aquí van unas cuantas razones:

-Hacer las paces con tu yo del pasado

No sé qué tal os llevaréis vosotros con vuestro yo del pasado. Quizá sea de esas personas amables que os deja dinero en los bolsillos, el frigorífico lleno de cosas para prepararos la cena, una nota amable para recordaros algo… En fin, yo a mi yo del pasado ni siquiera le pido eso, tan sólo le pido que no me odie, que tenga piedad. En los últimos meses parece que hubiera desarrollado verdadera animadversión hacia mi persona,

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