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¿Qué Es La Mente Humana?


Enviado por   •  3 de Octubre de 2013  •  1.351 Palabras (6 Páginas)  •  414 Visitas

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La mente es un fenómeno psicológico, por lo que no tiene sentido confundirla con el cerebro. El cerebro es una prodigiosa máquina que almacena sensaciones, recibe y envía impulsos, segrega sustancias y relaciona millones de datos entre sí a través de sus cien millones de neuronas, pero no piensa por sí mismo, porque el pensamiento es, precisamente, una función de la mente. Por tanto la mente no es materia de la neurología sino de la filosofía y, en cierta medida, también de la psicología.

Se comprende que en un momento cultural dominado por las ciencias teóricas y experimentales, se intente confundir la mente con el cerebro por su estrecha vinculación, pues la mente es la que reflexiona previamente las órdenes que ejecuta el cerebro. Es simple de entender esta diferencia si comparamos el cerebro con un ordenador personal, que por muy complejo y potente que sea, no hace sino ejecutar las órdenes de su usuario, que es su mente.

Por tanto, la neurología no puede explicar el fenómeno de la mente, sino tan solo los mecanismos del cerebro en su relación a través de la memoria con el pensamiento y sus atributos, como la conciencia, el entendimiento y la inteligencia. La neurología tan solo puede estudiar directamente la relación que puede haber entre las sensaciones físicas y el cerebro, mientras que las sensaciones fenomenológicas específicamente mentales son materia de la filosofía, en tanto que las emotivas lo son de la psicología. Obviamente, no es más inteligente quién tiene el cerebro más desarrollado, sino quien lo tiene mejor aprovechado, por la misma razón que no es más inteligente quien posee el mejor ordenador sino quien mejor sabe manejarlo.

La mente es la parte de la psique donde tienen lugar los procesos del pensamiento y de la conciencia. Por tanto, no es una sustancia sino un fenómeno. Como tal fenómeno no se produce en la materia sino en la energía; o lo que es lo mismo, es una forma que adopta la energía vital, o, más propiamente dicho, es simplemente “energía mental”.

Como toda energía su función es producir un trabajo, y en el caso de la mente el trabajo es el pensamiento. Luego la mente es la fuerza que mueve nuestros pensamientos. De donde se deduce que si no hay pensamientos tampoco puede haber mente, pues el resultado de nuestros pensamientos constituye precisamente nuestra mentalidad.

Por su parte, un pensamiento es el resultado de la exposición de una o varias ideas y conceptos, y las ideas son, a su vez, el resultado de nombrar un objeto concebido a partir de la observación de una cosa, o de sus características y cualidades. En otras palabras, los pensamientos son el resultado de alguna forma de expresión o lenguaje. Luego se deduce que la mente requiere la utilización de un lenguaje, siendo más compleja nuestra mentalidad cuanto más complejo sea nuestro lenguaje.

Por la misma razón, las cosas que carecen de alguna forma de lenguaje carecen así mismo de mentalidad, pero no de mente. En resumen, podemos establecer que la mente es una forma de la energía vital y que la mentalidad nace con la adquisición de alguna forma de lenguaje.

Las partes y funciones de la mente

Para que las sensaciones y las emociones puedan convertirse en impresiones y éstas en pensamientos, es necesario representarlas por medio de un determinado gesto, sonido, dibujo o escritura, que determine su “forma de ser” o “impresión”. Como todos los seres vivos poseen alguna forma de expresión o lenguaje, incluidas las plantas, todos tienen una determinada “mentalidad” o “entendimiento”, siendo más complejo cuanto más variada sea su forma de expresión.

Las impresiones determinan la forma de ser de aquello que nos transmiten los sentidos o las emociones, y la función de la mente es otorgarles una entidad determinada (identidad) de acuerdo a sus atributos formarles, cuyo fin es ordenarlas y relacionarlas entre sí de acuerdo a su causa y su efecto con el propósito de entenderlas.

Para ello es necesario un nuevo fenómeno dependiente de la mente como es la conciencia, cuya función es organizar las impresiones como ideas, una vez concebidas como objetos y asignado un nombre o sujeto, y relacionándolas entre sí con un cierto orden ontológico, de acuerdo a sus causas y efectos, y determinadas por las formas de expresión del lenguaje utilizado. Todos los seres vivos que perciben impresiones son conscientes de su entorno, pero solo el ser humano lo es, además, de sí mismo.

La mentalidad no determina el comportamiento integral del los seres vivos, sino su forma de ser de acuerdo a sus ideas. Lo que determina su comportamiento es su psicología. Un pájaro puede tener una limitada mentalidad en base a la variedad de sus trinos, pero una compleja psicología teniendo en consideración también su sensualidad y emociones. Tal vez por ello la psicología suscite más interés que la filosofía o la metafísica.

La intuición es otro fenómeno de la mente, cuya misión es preconcebir una idea a partir de los indicios de racionalidad que emanan de las sensaciones y de las emociones, así como de otras impresiones que resulten contradictorias. La intuición es la causa de la dialéctica, pues provoca la duda en una certidumbre, que con ayuda de la razón y guiada por la misma intuición, termina en una nueva certidumbre temporal o “síntesis”.

Mente y alma, en qué se diferencian

El alma, como la mente, es una forma de energía, cuyo “trabajo” es activar la imaginación. El alma y la mente son fenómenos psicológicos que tienen sus causas en los sentidos. El alma traduce las sensaciones “físicas” en emociones “espirituales”, que son percibidas por la alteración de las constantes vitales. Por tanto, el alma no es una “sustancia” independiente del cuerpo, sino simplemente la expresión ética de la emotividad natural del ser humano. Por tanto, todos los seres vivos con capacidad de emocionarse tienen alma

Como emoción “inconsciente”, pendiente de una impresión, el alma es la causa de la imaginación y de los sueños, pero también de los valores éticos, estéticos y morales, como “bueno”, “bello”, “dichoso”, “gracioso”, etc. Ideas que sugieren las propias emociones, y que son el fundamento tanto del arte como de la religión.

Por ejemplo, en el dibujo de un niño la emoción está reflejada en los colores de la imagen, mientras que la impresión del objeto que desea representar está torpemente reflejado en la forma. Lo que significa que su imaginación es poderosa, pero su capacidad mental para concebir las formas es todavía limitada.

El espíritu y la filosofía

Por alguna razón que no alcanzo a comprender, desde la Escolástica hasta la filosofía moderna se ha confundido la mente y sus funciones con el espíritu, como lo prueba la obra cumbre de Hegel, “Fenomenología del espíritu”, que algunos comentaristas traducen por “Fenomenología de la mente”. Solo cabe una explicación: la mayoría de estos filósofos provenían de las facultades de teología.

En un principio teología y filosofía formaban un mismo cuerpo, que trataba del espíritu, pero tras las tesis empíricas y racionalistas de Francis Bacon, ambas disciplinas se hicieron incompatibles. En efecto, la teología es al espíritu como la filosofía es a la mente. La teología surge de la imaginación, o la “revelación”, mientras que la filosofía tiene su causa en la razón.

La teología, y todo lo relacionado con el espíritu, surgen durante un periodo cultural mágico-religioso, en el que ni la razón ni la experiencia tenían respuestas para las causas naturales de las cosas. A medida que progresaban las ciencias empíricas muchas de estas causas tuvieron respuestas razonables, pero permanecen las dudas sobre la causa primera, por lo que la teología, siempre fundamentada en la fe en la Revelación, sigue teniendo vigencia, aunque separada de la filosofía.

Por último está el error, también demasiado común, de considerar tanto el espíritu como la mente objetos en sí mismos, cuando no son más que dos forma de energía: energía espiritual y mental, como parte de la energía vital y la energía universal, cuya función es activar la imaginación y la conciencia, de la misma manera que la energía vital activa las sensaciones del cuerpo.

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