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Realidad y juego, Winnicott

galottipaula15 de Octubre de 2014

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“Realidad y juego” Winnicott (1971)

La experiencia cultural no ha encontrado su verdadero lugar en la teoría empleada por los analistas en su trabajo y su pensamiento.

Creo que ahora se reconoce en general que lo que estudio en esta parte de mi trabajo no es el trozo de tela o el osito que usa el bebé; no se trata tanto del objeto usado como del uso de ese objeto. Llamo la atención hacia la paradoja que implica el uso, por el niño pequeño, de lo que yo denominé objeto transicional. Mi contribución consiste en pedir que la paradoja sea aceptada, tolerada y respetada, y que no se la resuelva. Es posible resolverla mediante la fuga hacia el funcionamiento intelectual dividido, pero el precio será la pérdida del valor de la paradoja misma.

Objetos transicionales y fenómenos transicionales.

En este capítulo ofrezco mi primera hipótesis, tal como la formulé en 1951.

I. Mi primera hipótesis.

Es bien sabido que los recién nacidos tienden a usar el puño, los dedos, los pulgares, para estimular la zona erógena oral, para satisfacer los instintos en esa zona y, además, para una tranquila unión. También se sabe que al cabo de unos meses los bebés encuentran placer en jugar con muñecas, y que la mayoría de las madres les ofrecen algún objeto especial y esperan, por decirlo así, que se aficionen a ellos.

Existe una relación entre estos dos grupos de fenómenos, separados por un intervalo de tiempo, y el estudio del paso del primero al segundo puede resultar de provecho y utilizar importantes materiales clínicos que en cierta medida han sido dejados a un lado.

La primera posesión.

Se advierte una amplia variación en la secuencia de hechos que empieza con las primeras actividades de introducción del puño en la boca por el recién nacido, y que a la larga lleva al apego a un osito, una muñeca o un juguete, blando o duro. Resulta claro que aquí hay algo importante, aparte de la excitación y satisfacción oral, aunque estas puedan ser la base de todo lo demás. Se pueden estudiar muchas otras cosas de importancia, entre ellas:

1. La naturaleza del objeto.

2. La capacidad del niño para reconocer el objeto como un "no-yo".

3. La ubicación del objeto: afuera, adentro, en el límite.

4. La capacidad del niño para crear, idear, imaginar, producir, originar un objeto.

5. La iniciación de un tipo afectuoso de relación de objeto.

Introduzco los términos "objetos transicionales" y "fenómenos transicionales" para designar la zona intermedia de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento de ésta ("Dí-ta ").

Mediante esta definición, el parloteo del bebé y la manera en que un niño mayor repite un repertorio de canciones y melodías mientras se prepara para dormir se ubican en la zona intermedia, como fenómenos transicionales, junto con el uso que se hace de objetos que no forman parte del cuerpo del niño aunque todavía no se los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior.

Yo afirmo que así como hace falta esta doble exposición, también es necesaria una triple: la tercera parte de la vida de un ser humano, una parte de la cual no podemos hacer caso omiso es una zona intermedia de experiencia a la cual contribuyen la realidad interior y la vida exterior. Se trata de una zona que no es objeto de desafío alguno, porque no se le presentan exigencias, salvo la de que exista como lugar de descanso para un individuo dedicado a la perpetua tarea humana de mantener separadas y a la vez interrelacionadas la realidad interna y la exterior.

Es habitual la referencia a la "prueba de la realidad", y se establece una clara distinción entre la apercepción y la percepción. Yo afirmo que existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebé para reconocer y aceptar la realidad, y su creciente capacidad para ello.

Espero que se entienda que no me refiero exactamente al osito del niño pequeño, ni al uso del puño por el bebé (pulgar, dedos). No estudio específicamente el primer objeto de las relaciones de objeto. Mi enfoque tiene que ver con la primera posesión, y con la zona intermedia entre lo subjetivo y lo que se percibe en forma objetiva.

En el desarrollo de un niño pequeño aparece, tarde o temprano, una tendencia a entretejer en la trama personal objetos-distintos-que-yo. En cierta medida, estos objetos representan el pecho materno, pero lo que analizamos no es este punto en especial.

En el caso de algunos bebés. el pulgar se introduce en la boca mientras los demás dedos acarician el rostro mediante movimientos de pronación y supinación del antebrazo. La boca, entonces se muestra activa en relación con el pulgar, pero no respecto de los dedos.

Los que acarician el labio superior o alguna otra parte pueden o no llegar a ser más importantes que el pulgar introducido en la boca. Más aun, se puede encontrar esta actividad acariciadora por sí sola, sin la unión más directa de pulgar y boca.

En la experiencia corriente se da uno de los casos siguientes, que complican una experiencia autoerótica como la succión del pulgar:

i) con la otra mano el bebé toma un objeto exterior, digamos una parte de la sábana o frazada, y lo introduce en la boca junto con los dedos; o.

ii) el trozo de tela se aferra y succiona de alguna manera, o bien no se lo succiona; por supuesto, entre los objetos usados se cuentan las servilletas y (más tarde) los pañuelos, y ello depende de lo que se encuentre fácil y cómodamente al alcance de la mano; o.

iii) desde los primeros meses el bebé arranca lana y la reúne y la usa para la parte acariciadora de la actividad; es menos común que trague la lana, incluso hasta el punto de provocar trastornos; o.

iv) se producen movimientos de masticación, acompañados por sonidos de "mam-mam", balbuceos, ruidos anales, las primeras notas musicales, etcétera.

Se puede suponer que estas experiencias funcionales van acompañadas por la formación de pensamientos o de fantasías.

A todas estas cosas las denomino fenómenos transicionales. Por lo demás, de todo ello (si estudiamos a un bebé cualquiera) puede surgir algo, o algún fenómeno —quizás un puñado de lana o la punta de un edredón, o una palabra o melodía, o una modalidad—, que llega a adquirir una importancia vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir, y que es una defensa contra la ansiedad, en especial contra la de tipo depresivo.

Puede que el niño haya encontrado algún objeto blando, o de otra clase, y lo use, y entonces se convierte en lo que yo llamo objeto transicional. Este objeto sigue siendo importante.

Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan consigo cuando viajan. La madre permite que se ensucie y aun que tenga mal olor, pues sabe que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad de la experiencia del bebé, que puede destruir la significación y el valor del objeto para éste.

Yo sugiero que la pauta de los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde los cuatro a seis meses hasta los ocho a doce. Dejo espacio, adrede, para amplias variaciones.

Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir en la niñez, de modo que el primer objeto blando sigue siendo una necesidad absoluta a la hora de acostarse, o en momentos de soledad, o cuando existe el peligro de un estado de ánimo deprimido. Pero en plena salud se produce una ampliación gradual de la gama de intereses, y a la larga esa ampliación se mantiene incluso cuando está cercana la ansiedad depresiva. La necesidad de un objeto o de una pauta de conducta específicos, que comenzó a edad muy temprana, puede reaparecer más adelante, cuando se presente la amenaza de una privación.

Esta primera posesión se usa junto con técnicas especiales derivadas de la primera infancia, que pueden incluir actividades autoeróticas más directas o existir aparte de estas. En su vida el niño adquiere poco a poco ositos, muñecas y juguetes duros. Los varones tienden en cierta medida a pasar al uso de estos últimos, en tanto, que las niñas se orientan en forma directa a la adquisición de una familia. Pero tiene importancia destacar que no existe una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, en su uso de la primera posesión

"no-yo", que yo denomino objeto transicional.

Cuando el bebé empieza a usar sonidos organizados ("mam", "ta", "da") puede aparecer una palabra para nombrar al objeto transicional. Es frecuente que el nombre que da a esos primeros objetos tenga importancia, y por lo general contiene en parte una palabra empleada por los adultos. Por ejemplo, la palabra puede ser "naa", y la "n" provenir del empleo de la palabra "nene" por los adultos.

Debo mencionar que a veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma.

O el bebé se siente tan perturbado en su desarrollo emocional, que no le resulta posible gozar del estado de transición, o bien se quiebra la secuencia de los objetos usados.

Esta, sin embargo, puede mantenerse oculta.

Resumen de cualidades especiales de la relación.

1. El bebé adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero desde el comienzo existe como característica cierta anulación de la omnipotencia.

2. El objeto es acunado con afecto, y al mismo

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