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Relatos de prisiones


Enviado por   •  16 de Mayo de 2019  •  Síntesis  •  5.463 Palabras (22 Páginas)  •  103 Visitas

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Relatos tramados de prisiones

En un mundo tramado de prisiones,

Los ninis son rocas de un despeñadero,

No tienen entrada, no tienen salida,

La identidad les es ajena,

La enhiesta incertidumbre les vela siempre.

1.1 Jonathan (Ramiro, acaso Pedro). Soy bueno, pero no me enfoco.

Es escurridizo como casi todos ellos. Da la impresión que estos chavos viven siempre en un despeñadero. Son piedras, una igual a otra, sin identidad. Saben que están los otros pero casi siempre fraguan su imaginario en un entorno de soledad. Verbalizan poco porque su vida no es de llagas sino de heridas que están a flor de piel y que duelen permanentemente.

-Me cuesta trabajo expresarme… Me quedé-en segundo de secundaria. Quiero reingresar. Dejé de ir, porque pues, iba a la escuela y me empecé a drogar y de ahí vinieron los problemas en mi casa. Aunque sí quería estar ahí, pero por las cosas que estuvieron pasando con la droga, tuve que abandonar. Yo no quería dejar la escuela. Yo mismo lo busqué, la encontré [la droga], con amigos, según compas. Pero no son tus amigos, sólo compañeros de drogas [baja la voz]. Me estaba metiendo cristal. Cuando lo dejé me empecé a enfermar. Mis papás, como había un chorro de broncas, o sea, eso quedó a un lado, no se fijaron en mí. Y ya, todo lo demás, salí embarrado-

En momentos la voz es apenas audible. Jonathan (o Pedro o Ramiro), no se siente amenazado por el que lo entrevista sino por él mismo, por lo que ha sido de su vida, por regresar a la película de su historia y encontrar sólo escenas que no le gustan, ni a él ni a nadie. La violencia, el desencuentro, el abandono familiar, los ve y se los pasa pronto, no le vale la pena quedarse en ellos. Respecto a la escuela, pincha una célula cancerígena: los maestros. Insertos en esa realidad, van por la línea más cómoda: el dejarlos ir, el sacar la manzana podrida para que no eche a perder a las demás. Acaso ni ellos sean culpables porque no tienen recursos ni ideas para enfrentar el abandono.

 -En los últimos años la vida sigue siendo igual, lo mismo. Vivo con mi mamá, pero mi papá sí está al tanto de mí. No siempre y no como quisiera, pero sí de vez en cuando. Ellos no estudiaron. Mi mamá es operadora en una fábrica, mi papá es cocinero. Tengo hermanos, uno de ellos estudia y trabaja. Ya casi sale de la prepa. Me gustaría volver a la escuela porque quiero superarme. No quiero quedarme aquí. No he hablado con mis maestros, no pues, ningún maestro me buscó cuando me salí, al contrario, como era bien desmadroso, dijeron:  —Pues este mejor que se vaya a que esté molestando”.

Y luego, Jonathan (Ramiro o Pedro), levanta su vista que tiene fija en el suelo y ve pasar por la calle a un par de muchachos de su edad, hombre y mujer. Visten uniforme de una preparatoria de la localidad y portan en sus espaldas una mochila con libros y cuadernos. Son de su barrio y les conoce bien. Eso mueve su ánimo y provoca que su voz se vuelva más intensa. Los deseos también vienen del medio, no en vano prevalece aún en la educación ese viejo dicho de: los ejemplos enseñan.

-Me gustaría estudiar una carrera técnica, de lo que sea. Lo que yo quiero es hacer ya las cosas bien.  No me puede poner a decir quiero hacer esto, porque no sé qué va a pasar. A lo mejor me gusta otra cosa. Yo creo que sí puedo, es cuestión de querer, de ponerle ganas. Cuando estaba en la secundaria, las clases sí me interesaban. Pero cuando tuve problemas no me importó la escuela, ya estaba en otro mundo. Nunca me importó si en la escuela se burlaban de algo. Yo los ignoraba. No me salí por eso. Para mí la escuela perfecta es con que te enseñen bien, que tengan buenos maestros, buenos talleres y te traten bien.

—Ahorita la escuela para mí significa futuro, tener futuro. Me gustaría terminar la secundaria abierta, la prepa como sea, abierta o en donde sea, el caso es ya, no estar en lo mismo. De mi colonia conozco gente que sí que ha estudiado. Mis tíos son maestros, tengo uno que da clases en el Cobach Baja”.

El entrevistador está ante un joven desprovisto. Está en un mundo tramado de prisiones y el cielo sin nubes en un páramo yerto. Este páramo tiene grietas, como de terremotos que crean hondonadas en la tierra y el nini cae en una y luego en otra, y sigue caminando y cae en otra más profunda. El primer abandono no es de él, es del padre o de la madre que deja de abrazarle; el segundo es la violencia, verbal o física, de uno u otro; el tercero es la partida, normalmente se va el padre porque fue tocado por otro aroma de mujer o porque simplemente no sabe explicarse la rutina; el cuarto abandono sí es del adolescente: las matemáticas y los libros de español son llanos aburridos y el profesor no tiene imaginación para crear nubes que inviten a soñar; el quinto abandono es el más doloroso: el precipicio de la droga. Ahí, los fantasmas acosan primero de vez en cuando, después, permanentemente.

-No anduve en pandillas, nunca me gustaron. Robé a mi familia, por la droga. Pero de que yo anduviera afuera, no, soy muy miedoso. A pesar de la droga, sabía lo que hacía, fui muy consciente. Cuando estaba drogado si sabía lo que hacía, pero la misma droga me impulsaba a hacer cosas que no debía. Robaba lo que sea, para venderlo. La dosis cuesta cincuenta pesos, me aventaba al día como unas… mmm… no me acuerdo. No te puedo describir qué, se siente diferente, no sabría cómo decirlo. La usaba para ir a las fiestas, y luego cada quince días, luego todos los días. Hábito, hábito hasta que me enganché y estuve como tres años así. No sé si tarde pero me di cuenta que estaba muy mal. En realidad, siempre supe que estaba muy mal, pero me valía, estaba con mis papás, todo fácil. Pero con el tiempo me di cuenta que no era fácil. Que no nomás era drogarme-

-Todo este tiempo me ha apoyado mi mamá. A lo mejor sí ocupé algo más. No culpo a nadie. Mi mamá me ha dado todo, pues no culpo a ella ni a mi padre, ni a mi familia. La culpa la tuve yo. Ellos me dieron buenos ejemplos. Yo agarré la calle porque quise. Ellos me dieron valores-

Y luego la charla se sale de él para incorporar a los otros, conocidos y desconocidos que viven su misma orfandad. A ellos les juzga para reconocer que aun teniendo más posibilidades, no se levantan y caminan. También aborda al gobierno y la corrupción con una frase irónica: —¿A poco no saben dónde se vende la droga? —.

Tengo amigos que están en la misma situación. Un chorro de compas, que tienen más quebrada, más oportunidad de salir adelante, más que yo y no quieren. Pero como sea, si no quieres no se hace. Creo que se debe a la sociedad. Reprime, y tú mismo, al no entender las cosas  y las quieres hacer bien, te sales. Ya afuera dices: —Ay, ¿qué pedo?

Creo que en la colonia y aquí cerca, en la comunidad, el gobierno debería dejar de ser tan corrupto, deberían enfocarse más a la educación. Ni modo que digan que los policías no saben que hay tienditas, si se venden por dinero, pues”.

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