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Resumen Introductorio Del Texto "Desde El Origen - Una Historia De Vida"


Enviado por   •  13 de Marzo de 2014  •  2.699 Palabras (11 Páginas)  •  329 Visitas

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Era viernes, cerca de las diez de la noche, y llovía. La joven y hermosa mujer de 26 años acostada en una de las tantas camas heladas de la oscura sala de partos de la Maternidad Pardo lloraba. Lloraba por ya 48 horas de sufrimiento de parto, lloraba por estar sola, lloraba porque el bebe por nacer corría peligro de muerte y lloraba porque si el niño nacía ella no sabría qué hacer con él.

Nueve meses atrás había tenido un momento de pasión con el apuesto muchacho de 27 años

que dos meses antes había conocido en la Capital Federal.

Ella había llegado de Andalgalá, Catamarca con sueños e ilusiones y un título de magisterio. El trabajaba en aquel tiempo en lo que se llamaba “Transportes del Estado” con la esperanza constante de progresar en forma independiente cosa que sucedió años después.

El niño nació en un parto muy complicado pasada las 22 horas; el médico que lo asistía tuvo que echar mano a los fórceps con los cuales sujetó su cabeza para sacarlo. El niño estaba ahogado por lo cual el facultativo lo puso cabeza abajo y empezó a golpear sus nalgas fuertemente pero no había respuesta. Luego de treinta segundos interminables el infante comenzó a llorar. Afuera llovía. La madre una vez culminado el parto se desmayó pero hubo que asistirla con desesperación por una fuerte hemorragia que la tuvo al borde de la muerte.

Cuatro días después pudo ver a su bebe pero no lo asistió; no le dio de mamar porque tenía asco de hacerlo y las enfermeras lo cambiaban. Afuera seguía lloviendo. Recién comenzaba el otoño, un otoño acompañado de extensas y copiosas lluvias. Y en esos duros y violentos momentos el padre del pequeño nunca estuvo.

Luego de casi diez días la solitaria mujer volvió con su hijo a la pensión donde residía para volver a su trabajo porque, a pesar de estar todavía debilitada, necesitaba de ese sustento, y ya había sido amenazada con perder su puesto. Al niño lo cuidaba y daba abrigo la compañera de cuarto de la madre, una bellísima mujer de origen venezolano que nunca iba a poder tener hijos debido a las fuertes golpisas que su ex marido le propinaba casi a diario junto con las violaciones constantes con “elementos externos” que éste utilizaba cuando ella vivía allá, en su Venezuela natal, su tierra amada, a al cual retornaría años después, cuando su ex había sido asesinado en una riña a consecuencia de polleras y deudas de juego.

A los tres meses del nacimiento del pequeño, el padre invita a la madre a vivir junto con el niño en su casa, donde habitaba “la nona” – la madre del joven – una italiana de Catanzaro que nunca pudo aprender el castellano. La cuna del bebe fue ubicada en la habitación de la abuela; una habitación lúgubre, llena de imágenes, calas y velas encendidas donde los crucifijos sobresalían en tamaños por toda la morada; una morada que el niño tiempo después la describiría como un lugar “con olor a cementerio”.

Los recuerdos se aceleran. La imagen del pequeño a los tres años y medio, del padre, gritando y golpeando a su mamá, obligándola a besar los pies de su abuela, porque estaba molesto a consecuencia que la mujer lloraba la pérdida de su madre, fallecida en Santa María, Catamarca, y el no poder, por cuestiones económicas, estar junto con sus hermanos despidiendo sus restos, allá, en aquella provincia donde la joven mujer creció y se educó a los pies de su madre. El niño guardó en las retinas de sus ojos aquella situación pero no lloró.

Los tiempos apresuran la memoria. Una mañana muy temprano el niño se despierta en el dormitorio de sus padres con los gritos y lloros de las plañideras italianas que anunciaban la

muerte de su abuela velada en la habitación donde él dormía. La tía lo fuerza a besar a la muerta, compañera de habitación, en medio de alaridos y “exclamaciones mortuorias”. El pequeño tenía cinco años pero no lloró. Luego de retirar el ataúd volvieron a colocarlo en la habitación pero esta vez, solo.

Durante sus primeros 14 años muchas veces se despertaba a consecuencia de los gritos, ora por un fallecimiento de algún pariente, ora por las continuas peleas, insultos y golpes del padre a su mamá, ora por las sombras que aparecían sobre las paredes de su “pseudo escondrijo”.

Finalmente a esa edad sus padres se separan pero las peleas físicas y legales continúan. Sus amigos lo llaman “Bitter”, que quiere decir amargo en ingles, y el padre lo agrede continuamente en forma verbal por tener “una estúpida mirada triste en los ojos”. Recuerda la voz: “- ¡¡¡No sé por qué no cambiás esa cara. Siempre tenés esa estúpida mirada triste en los ojos. No sé de qué te tenés que quejar. Tenés todo… etc., etc.!!!”. (Se omiten los insultos). Sufría de ataques de pánico, fobias, inseguridad, miedo a ser homosexual, miedo a morirse, miedo a relacionarse con el sexo femenino y miedo a tener relaciones sexuales con una chica, no sea cosa que Dios lo fulminase con el rayo que salía de su dedo conforme a lo que le había dicho día tras día, año tras año su tía, la cual constantemente su padre le recordaba que realmente era ella su verdadera madre por haberlo cuidado.

Le costaba interrelacionarse con las personas. Era un solitario que se preguntaba constantemente si era o no inteligente dado que su papá vivía declarando sobre él que era un tonto fracasado y otras veces que era un chico “muy avispado”. El adolescente optó por determinar que era un fracasado desagradecido porque por culpa de ser un hijo de la casualidad sus padres se peleaban y por ese yerro de él los padres no fueron felices y por “el pecado”, según su tía, de él los padres se separaron. Ese día maldijo su nacimiento, su herencia, su identidad, su futuro.

Las reminiscencias van y vienen. Terminó la primaria con medalla de honor y abanderado todas las fiestas patrias, incluso en el cambio de bandera de ceremonia en el veinticinco aniversario de la Escuela Nº 14, Consejo Escolar Nº 16 de Capital Federal, en el hermoso barrio de Villa Urquiza, por el sólo hecho de agradar a su papá y a su maestro, Roberto Castagnné, que siempre le señalaba: “- ¡vos podés papanatas!. Sos un quedado; siempre hay que estar empujándote para que te des cuenta de lo inteligente que sos”… El niño contento.

La secundaria no fue tan “brillante”, en el Nacional N 12 "Reconquista", como lo fue la primaria, pero se graduó con buenas notas. Época de encuentros con el sexo opuesto. Fueron tiempos difíciles pero los “superaba tratando de ser un mujeriego”. Siempre estuvo el miedo a la relación con el sexo opuesto, al rechazo, a ser homosexual, al que dirán sus amigos si no tenía relaciones sexuales con las chicas.

Los

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