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Revisión de las medidas de reconocimiento y expresión de emociones


Enviado por   •  2 de Mayo de 2019  •  Apuntes  •  1.612 Palabras (7 Páginas)  •  76 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

“Año de  la Diversificación Productiva y del Fortalecimiento de la Educación”

Revisión de las medidas de reconocimiento y expresión de emociones

Alumna: Agurto Ramírez, Milagros Zolansh

Curso: Neurofisiología

Profesor: William Guevara

Lima – Perú

2015

Comentario Crítico

Los seres humanos somos considerados en muchas ocasiones como seres en los que se presta mayor atención a su racionalidad, siendo las emociones relegadas al campo de los instintos primitivos que hay que reprimir. Parte de esta idea proviene de René Descartes, quien consideraba la emoción como perturbadora de la cognición. Damasio (1994) no está de acuerdo con la separación entre las estructuras “elevadas y nuevas”, la corteza, relacionada con razón y fuerza de voluntad y las “bajas y antiguas”, la subcorteza, relacionada con la emoción “y todos estos asuntos débiles y carnosos” puesto que, tal y como él lo concibe, no se puede explicar bien el proceso de toma de decisiones racional.
Durante muchos años las ideas propuestas por Descartes provocó que se dejara de lado el estudio de las emociones y esto se puede apreciar en que por mucho tiempo la Neuropsicología se ha focalizado en una neurociencia cognitiva, dejando relativamente a un lado los aspectos más emocionales de los procesos psicológicos. Es en las últimas décadas que se ha puesto la atención que se merecen a las emociones; sin embargo, en la comprensión de los mecanismos que rigen el funcionamiento afectivo, ha sido de gran relevancia el aporte de la neurociencia afectiva, la cual se ha enfocado en el estudio de las bases neurales de los afectos.

La Neurociencia afectiva ha arrojado datos sobre diferentes estructuras cerebrales que se hayan implicadas en los procesos emocionales, tales como el de expresión o regulación emocional. Por tanto, se puede concluir que las emociones cuentan con una serie de mediadores neuroanatómicos.  En este sentido, las emociones se forman a partir del funcionamiento de circuitos neuronales y sistemas bioquímicos específicos. Los datos provenientes de estudios empíricos utilizando técnicas de neuroimagen en pacientes con daño cerebral adquirido y en pacientes sanos, evidencias que son varias las estructuras corticales y subcorticales que se pueden asociar a la conducta emocional (Sánchez Navarro y Román, 2004). En los primeros estudios, se entendía que el “cerebro emocional” dependía de las estructuras que formaban el sistema límbico, recibiendo una atención especial el hipotálamo y la amígdala. En los últimos años se ha evidenciado el papel fundamental de otras estructuras corticales en  en los procesos emocionales, tal es el caso de la corteza prefrontal (Simón, 1997; Sánchez Navarro y Román, 2008).

Según Adolphs (2002), el reconocimiento de las emociones faciales se consigue por medio de tres estrategias complementarias. La primera de ellas, percepción, depende de la activación de la corteza visual en respuesta a las características geométricas del rostro. Esto permite vincular al estímulo con la categoría específica de los rostros, y detectar sus características elementales como edad y género. En segundo término, ocurriría el análisis de los rasgos faciales que denotan emoción, de manera más sobresaliente, los ojos y la boca. La información obtenida por la observación del rostro, debe ser integrada con datos provenientes de la memoria, ya sean experiencias pasadas, o el conocimiento teórico de las emociones. Esta fase, que podría llamarse de reconocimiento propiamente tal, depende del funcionamiento integrado de distintas áreas corticales. Interesantemente, existe un tercer mecanismo por el cual el cerebro consigue identificar las emociones faciales, este consiste en la activación de zonas de la corteza motora, lo que tendría el efecto de simular o representar interiormente las posturas observadas y generar de este modo, el estado emocional que se cree correspondiente al observado.

Otro aspecto importante es que la emoción ha sido considerada una reacción global, similar y común ante estímulos desencadenantes, caracterizada por una expresión universal y fácilmente reconocible por cualquier individuo. Sin embargo, las emociones también indican, expresan o revelan significados culturales, así como niveles de internalización de normas y valores en personas y grupos sociales (Romero et al, 2015).

Respecto a los estudios que se han llevado a cabo sobre el reconocimiento y expresión de emociones se tiene que según Suzuki et al (2006), la mayor parte de las pruebas estandarizadas de reconocimiento o expresión emocional mezclan distintas expresiones faciales con niveles muy variables de dificultad. La corriente psicométrica de la Teoría clásica de los tests (TCT) – la más utilizada actualmente en el análisis de los resultados – calcula la suma de las puntuaciones de los individuos sin tener en cuenta esas variaciones en dificultad.  Los modelos de medición conjunta como el Modelo de Rasch (1960), englobados estadísticamente en la Teoría de respuesta al ítem o TRI, pueden solucionar el inconveniente metodológico arriba mencionado y otros problemas asociados a la TCT. En el modelo propuesto por Rasch, el nivel de la persona en el atributo y la dificultad del ítem son los únicos factores que determinan la probabilidad de que una respuesta sea correcta.  

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