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SALUD BIOPSICOSOCIAL EN EL ADULTO MAYOR DE LA CASA HOGAR“SAN VICENTE DE PAUL”

joesymer8 de Octubre de 2013

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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD DE ORIENTE

NUCLEO BOLIVAR

¨ESCUELA DE CIENCIAS DE SALUD FRANCISCO BATISTINI CASALTA¨

SALUD BIOPSICOSOCIAL EN EL ADULTO MAYOR DE LA CASA HOGAR“SAN VICENTE DE PAUL”, PARROQUIA VISTA HERMOSA. MUNICIPIO HERES, CUIDAD BOLÍVAR - ESTADO BOLÍVAR.

CIUDAD BOLIVAR, Agosto 2013

Nombres y Apellidos C.I Firma

Luis Hernández 19.297.016

María Guevara 17.162.949

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INDICE GENERAL

INTRODUCCION

CAPITULO

I. EL PROBLEMA

Planteamiento del problema

Objetivos

Generales

Específicos

Justificación e Importancia

Definición de términos

II. METODOLGÍA

Delimitación del Área

Personas involucradas

Población / Meta

Técnicas de Participación

Plan de Actividades

Recursos

INTRODUCCIÓN

I. EL PROBLEMA

a) PLANTEAMIENTO

La Casa Hogar "Asilo San Vicente De Paul" fue fundada en el año 1927 por las Hermanas Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús en el estado Bolívar. La fundación respondía a una solicitud del entonces Obispo de Guayana Monseñor Miguel Antonio Mejías, quien recurre a la Madre Isabel LaGrange, fundadora de la Congregación, citada en busca de religiosas para la fundación de un Instituto de Ancianas inválidas.El Obispo Monseñor Mejías, decidió apoyar la fundación del Instituto para responder a las peticiones de los comerciantes quienes querían quitarse las molestias que las ancianas les causaban, pues se trataban de personas incapacitadas, sin hogar ni trabajo, viviendo en la calle, a expensas a los maltratos y limosnas que luego de tanta insistencias y para evitarse molestias los comerciantes les daban.

Actualmente la comunidad que constituye la Casa Hogar "Asilo San Vicente De Paul", de acuerdo al diagnóstico participativo, realizado por los autores de esta investigación conjuntamente con el apoyo del personal que labora en el asilo, se determinó que existen diversas problemáticas del mismo, constituidos principalmente por: la falta de preparación del personal en cuanto al trato que se le da a los ancianos y ancianas, los cuales son abandonados e ingresados al asilo por los entes gubernamentales, grupos y familias; Un clima laboral de apatía e individualismo; poco personal laboral; las buenas costumbres en la institución es baja por lo tanto se debe despertar el sentido de pertenencia y el valor humano; recursos escasos; y, el más importante el desmejoramiento de la salud biopsicosocial del adulto mayor, el cual es debido a la falta de conocimiento sobre el envejecimiento y su atención durante esta etapa.

El envejecimiento de la población es uno de los fenómenos demográficos más importantes de finales de siglo y será protagonista del siguiente, pues traerá profundas modificaciones en las estructuras sociales, económicas y culturales de los países de la región. Estas transformaciones ya son experimentadas por el mundo desarrollado y, si bien Latinoamérica tiene la ventaja de aprender de sus experiencias, algunas circunstancias nos diferencian de estos países, tanto en lo que atañe al proceso de envejecimiento como a la estructura social y económica que enfrentará las consecuencias de este proceso.

En primer lugar, el nivel de envejecimiento que Europa logró en dos siglos lo alcanzará América Latina en apenas cincuenta años lo que significa que tendrá menos tiempo para adaptar sus sistemas al nuevo escenario de una población con mayor vejez (Ham Chande, 1998).

Por otra parte, muchos de los logros sociales, económicos y educativos que condujeron a la rápida disminución de la mortalidad y al descenso de la fecundidad en nuestros países, vienen de la incorporación de patrones económicos y culturales de los países desarrollados, que van “desde la tecnología sanitaria y de productos anticonceptivos hasta actitudes sociales y culturales” (Ham Chande, 1998). De esta manera, la región vive un proceso de envejecimiento ligado a elementos físicos e ideológicos creados antes y en otras sociedades. Es decir, experimenta otro envejecimiento, cualitativamente distinto al de los países desarrollados; además, se produce en una situación de subdesarrollo; entonces, a la ya apremiante lista de problemas sin resolver, como la pobreza y la exclusión de vastos sectores de su población, se suman ahora los costos sociales y económicos del envejecimiento, todo en el contexto del pleno posicionamiento de un patrón de desarrollo que, con algunos matices, privilegia la estabilidad macroeconómica sobre el bienestar social de las personas.

Este punto es de gran importancia en el diseño y puesta en marcha de políticas públicas, ya que en este campo se suelen adoptar –y a veces adaptar– modelos de políticas e intervención aplicados con relativo éxito en países que han tenido diferentes trayectorias demográficas y socieconómicas. En Europa, los programas sociales dirigidos a la vejez que comenzaron en la década de los años setenta no tenían como objeto su futura seguridad económica (que ya estaba garantizada mediante la amplitud de las políticas de protección social típicas del llamado "Estado de bienestar"), sino mantener su inserción en el entorno de vida habitual y prevenir su pérdida de autonomía. Se trataba de políticas que buscaban actuar sobre el modo de vida de las personas mayores, antes que sobre su nivel de vida (Guillemard, 1992).

El envejecimiento concebido como un proceso que experimentan los individuos puede ser visto desde dos enfoques, uno biológico y otro social. Para el profesor Thomae (1982), la vejez es un destino social, puesto que son las características de la sociedad las que condicionan tanto la cantidad, como la calidad de vida. Peter Thownsend, citado por Barros (1993) plantea algo similar cuando sostiene que la situación actual de dependencia de los ancianos ha sido creada por la política social.

Una política social en muchas ocasiones no publicada. Chawla (1988) afirma que los ancianos “no siempre son dependientes a causa de su decadencia física, sino que lo son frecuentemente debido a la forma cómo son categorizados socialmente y a las presiones que se ejercen sobre ellos. Si bien es cierto que el envejecer implica un deterioro biológico, son las condiciones sociales de carencia de servicios y las ideas contenidas en el modelo médico tradicional las que restan oportunidades para que el “viejo” se mantenga activo y autovalente. La carencia de una definición sociocultural del conjunto de actividades que serían específicas de los ancianos les hace sentirse inútiles y sin reconocimiento social. La falta de tareas específicas conlleva la dificultad para saber en qué concentrar los esfuerzos y en qué volcarse de modo de actualizar las propias potencialidades. Cada individuo que envejece debe crearse un personaje e improvisar su actuación: la dificultad de esto implica que sólo algunos lo logran y otros deben resignarse al estrecho mundo de las cuatro paredes del hogar (Barros, 1994; Anzola et al., 1994).

Durante las últimas décadas, la población latinoamericana y caribeña ha experimentado un aumento considerable en el número de personas de 60 años y más. Este proceso se ha desarrollado con mayor o menor intensidad en todos los países de la región. Como las estructuras demográficas se han modificado, las personas de edad adquieren una mayor representación numérica (CELADE, 2008)..

En 2000 la población regional de 60 años y más era de 43 millones de personas, cifra que irá en aumento hacia el año 2025, cuando las personas de edad alcancen los 101,1 millones. Para 2050, en tanto, la población de esta edad podría llegar a los 186,0 millones de latinoamericanos y caribeños, superando ampliamente las cifras observadas hacia fines del cuarto de siglo anterior (CELADE, 2008).

El aumento de la proporción de personas mayores es cada vez más significativo en los países de la región. Entre 1975 y 2000 el porcentaje de la población de 60 años y más pasó de un 6,5% a un 8,3% en América Latina y el Caribe. Para el año 2025 se espera que esta cifra sea cercana al 15,1%, lo que sin duda hará que este grupo adquiera una mayor notoriedad al interior de la población. Ya para 2050 las personas de edad representarán aproximadamente el 25,5% de la población, de tal manera que una de cada cuatro personas tendrá 60 años o más (CELADE, 2008).

Los países que actualmente se ubican en las fases más incipientes del proceso de envejecimiento continuarán acrecentando la proporción de personas de edad, pero a un ritmo mucho más rápido que en el pasado, con tasas de crecimiento superiores al 3%. En las proyecciones para el periodo 2000-2025 destacan por presentar el mayor incremento en la región Guayana Francesa, Costa Rica, Colombia y la República Bolivariana de Venezuela, con tasas

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