Síntesis sobre “Veo un voz”
Vivian FuentesSíntesis24 de Noviembre de 2022
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Universidad Nacional Autónoma de México[pic 1][pic 2]
Facultad de Psicología
Taller de Psicofisiología
Síntesis sobre “Veo un voz”
Fuentes Vázquez Vivian Mariana
Grupo 3003
Profesora Irma Yolanda Portilla del Rio
Jueves, 6 de octubre de 2022
En el libro “Veo una voz” de Oliver Sacks, se comienza describiendo la historia de la comunidad sorda, sin embargo, en esta síntesis lo desarrollare basándome en los temas que mas me parecieron relevantes mediante categorizaciones; comenzando así por los casos médicos que mas me intrigaron.
Un punto importante es que existen distintos grados de sordera (duras de oído, sordos graves, sordos profundos), aunque es de gran relevancia la edad y etapa en la que se presente la sordera.
Primeramente, se presenta el caso de Vanessa quien, al haber nacido sorda, su vocabulario era demasiado limitado para permitirle leer por distracción o por placer, así que era casi imposible que asimilara ese fondo de información heterogénea que adquieren de forma inconsciente otros niños por las conversaciones que oyen o por lecturas al azar. Casi todo lo que sabía se lo habían enseñado. Y ésta es una diferencia fundamental entre los niños que oyen y los que nacen sordos.
Las personas que quedan sordas después de desarrollar cierto grado de lenguaje pueden tener un vocabulario básico que pueden ampliar fácilmente leyendo, como es el caso de David Wright, el siguiente caso planteado, quien nos habla de las “voces fantasmas”, que eran en sí, proyecciones del hábito y de la memoria. Sin embargo, es un caso exclusivo para personas sordas postlocutivas debido a que, las personas que nunca han oído no pueden tener siquiera ilusión de sonido.
Uno de los casos a mi parecer más interesantes es el de una de las personas más ancianas de la isla de sordos, quien podía soñar y, por tanto, pensar con señas; esto puede explicarse como algo social y tal vez innato. Se plantea que es evidente que, si una persona ha aprendido a hablar por señas como primera lengua, su cerebro lo retendrá y lo utilizará el resto de su vida, aunque puede utilizar también el oído y el habla sin problema, se infiere así que la seña es un idioma básico del cerebro.
Posteriormente se nos habla de Ildefonso, un mexicano examinado por Schaller quien parecía que no iba a superar la ecolalia mimética para acceder al mundo del pensamiento y lenguaje, sin embargo, su mejoría se percibió en un inicio a través de los números hasta llegar a una comprensión intelectual abstracta, dominando así el lenguaje de señas. En casos como este puede haber un fracaso absoluto en el aprendizaje, una incomprensión total de la idea de lenguaje, haciendo casi imposible el pensamiento.
Pasando al siguiente tema, hubieron personajes importantes para la investigación y visibilización de la sordera, tales como Sicard quien en 1750 cuestiono sobre porque los sordos estaban aislados de la sociedad en ese momento, ondeando en la posible causa la cual pensaba que era que el sordo no tenía símbolos para fijar y combinar ideas, por eso existía ese vacío de comunicación entre esa comunidad y las demás personas; y como podemos notar a lo largo del libro, no estaba tan equivocado.
No podemos no mencionar a De l’Epée, quien fue el primero en hablar de los sordos de forma respetuosa debido a que no le parecía correcto que estuvieran apartados de la sociedad, y siendo privados de la religión, el creía en la necesidad de crear un lenguaje universal. En 1755, creo un sistema de señas metódicas que consistía en una combinación del lenguaje de señas de sus alumnos sordos y de la gramática francesa; fue el primer método que permitió que los alumnos sordos corrientes pudiesen leer y escribir el francés, y adquirir así una educación.
Conforme avanzamos en la lectura se presentan diversas características generales del lenguaje tales como la relación del lenguaje con el pensamiento, que es lo que constituye el problema más profundo en el desarrollo de las personas sordas. Se enfatiza en que el habla es una pieza del pensamiento, y por lo tanto, el lenguaje abre nuevas perspectivas y posibilidades de aprendizaje y de actuación, controla y transforma las experiencias preverbales, y es una característica omnipresente del individuo, hasta el punto de que éste se convierta en un organismo verbal. El lenguaje transforma la experiencia, y simultáneamente el aprendizaje de la lengua transforma al individuo de tal modo que adquiere capacidad para hacer cosas nuevas solo, o las viejas de una manera nueva.
Es imposible aprender el lenguaje sin cierto potencial básico innato, pero ese potencial sólo puede activarlo otra persona que tenga competencias y capacidades lingüísticas, es así como el lenguaje sólo se aprende por transacción o negociación, como plantea Vygotsky, con otro. De igual forma Vygotsky realza que el lenguaje es siempre, social e intelectual en su función; y que toda comunicación es también emotiva y refleja los intereses y necesidades personales, es decir, somos nuestro lenguaje.
Por otra parte, hablando en términos más específicos, se aborda que el lenguaje de señas es un lenguaje completo, capaz de expresar no sólo todas las emociones sino todas las proposiciones y de permitir a sus usuarios analizar cualquier tema, concreto o abstracto, con el mismo provecho y la misma eficacia que el habla. Los idiomas de señas tienen una sintaxis, una gramática y una semántica completas, aunque con un carácter distinto del de las de cualquier idioma hablado o escrito. No es posible, por tanto, transliterar un idioma hablado en idioma de señas palabra por palabra o frase a frase.
Es importante recalcar que explota las posibilidades sintácticas a través de su medio de expresión cuatridimensional, se puede basar en conductas específicas y distintas partes del cuerpo para indicar construcciones sintácticas, por lo tanto, se puede decir que no tiene una estructura meramente prosaica y narrativa sino también cinemática. Los que hablan por señas tienden a improvisar, a jugar con las señas, a incorporar todo su humor, su imaginación, su personalidad, de manera que hablar por señas no es simplemente manipular símbolos de acuerdo con normas gramaticales, sino que es la voz del que hace señas.
Los sordos y su lenguaje nos muestran la maleabilidad del sistema nervioso y sus aptitudes latentes. Uno de los investigadores neurológicos más importantes fue Bellugi, quien descubrió que el hemisferio izquierdo del cerebro es esencial para la seña, igual que para el habla; la seña utiliza algunas de las vías neurales necesarias para el habla gramatical, pero también otras normalmente relacionadas con los procesos visuales.
Un campo que ayudo a la investigación neurológica del lenguaje de señas, fue los efectos de las lesiones que se producen en ciertas áreas del hemisferio izquierdo, debido a que pueden provocar una afasia de la seña. Estas afasias pueden afectar al vocabulario o a la gramática de la seña de forma diferenciada, así como a la capacidad general de proposicionar que Hughlings-Jackson consideraba básica en el lenguaje. Los que hablan por señas muestran la misma lateralización cerebral que los hablantes, aunque su lenguaje sea por naturaleza completamente espacio-visual y corresponda, por ello, al hemisferio derecho.
Ahora sabiendo que la seña es un lenguaje y el cerebro la aborda como tal, aunque sea visual más que auditiva, y aunque se organice espacial más que secuencialmente; y que corresponde como lenguaje al hemisferio izquierdo del cerebro; podemos hablar sobre la forma perfeccionada de representar el espacio que genera el apoderamiento de este mismo hemisferio quien modifica este campo de percepción espacio-visual dándole un carácter analítico y abstracto, y haciendo posibles así un lenguaje y una concepción visual.
Como consecuencia de esto, se producen variaciones en las reacciones eléctricas del cerebro a los estímulos visuales, concretamente a movimientos en el campo visual periférico. Los sujetos sordos apreciaban con más precisión la dirección del movimiento, sobre todo cuando se producía en el campo visual derecho. Estos fortalecimientos aparecían también en los niños oyentes de padres sordos y no tienen por qué considerarse consecuencia de la sordera, sino del aprendizaje a muy temprana edad del lenguaje de señas.
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