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Tema- DESAPARICIÓN FORZADA. UN DUELO QUE SIGUE SUCEDIENDO


Enviado por   •  2 de Octubre de 2016  •  Documentos de Investigación  •  1.578 Palabras (7 Páginas)  •  200 Visitas

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                               DESAPARICIÓN FORZADA. UN DUELO QUE SIGUE SUCEDIENDO

La política estatal de desapariciones forzadas en Argentina sembrada por el PRN de 1976 a 1983, aún tiene una cosecha impactante: las familias siguen buscando a sus muertos entre los vivos.  

La desaparición no fue solo producir la ausencia sino que fue más allá, pretendió borrar todo rastro, toda huella de una existencia.  Si el dolor que se aventuraba provocar tenía la cualidad de ser interminable, el delito del crimen sería continuo al ser desprovisto de su prueba física, el cuerpo. La desaparición se constituía en un suceso que aspiraría a durar toda la vida.

Si bien en la escena pública se realizó un trabajo que le dio un cuerpo al desaparecido, restituyendo un nombre y una historia de vida, revelando un crimen, estableciendo penas y castigos a través de juicios, desplazando al crimen por la justicia y permitiendo el duelo, no se puede sostener que en el espacio íntimo familiar las cosas hubieran replicado lo social, la intimidad como derecho no colaboró  en muchas oportunidades con el derecho a la verdad, en ocasiones se esgrimió como derecho para negarse a estudios de ADN, o para conocer a su familia biológica, así como también a presentarse en los juicios por la verdad como parte acusadora frente a un Estado que actuó como un criminal.

Si en algunos casos el Estado privilegió el derecho a la verdad por sobre el derecho a la intimidad, en muchas ocasiones no le dieron lugar.

El trabajo trata de indagar a partir de un caso de un hijo de desaparecido cómo son las peculiaridades de un duelo cuando interviene lo social  en la figura de un Estado que implementó una política  programada  de desaparición de personas como sucedió en nuestro país en la década del 70.

Semejante alteración del universo simbólico deja huellas y  efectos que perduran en el tiempo a pesar del restablecimiento jurídico-social; efectos de una ausencia que parece imposible de tramitar sobre familias que no pudieron inscribir esa muerte en una historia,  extendiéndose  a las generaciones recientes.

1976

1er. Momento. A los 5 años presencia el secuestro de su padre. Desde esa noche, no vuelve más a esa casa, se va con su madre a vivir  a la casa de unos tíos y sobreviene una marea creciente de  silencio que arrasa con lazos familiares paternos y maternos

2do.Momento. A los 12 años haciendo el camino de siempre para ir al colegio, se detiene frente al muro con una pintada y lo que solo eran letras en un paredón que miraba al pasar, aisladas, sin significación, mudas, de pronto parecen hablarle y lee el pedido de aparición con vida de su padre, y confirma lo que siempre intuyó, que estaba muerto.

3er. Momento. A los 14 años, en la secundaria, una profesora  pide una composición de tema libre. Y cuenta su historia pudiendo nombrarse a partir del momento del secuestro de su padre.

Tres momentos que se ordenan en un momento de concluir. En un relámpago une los momentos y al agujero en lo simbólico acude un significante que lo nomina, “hijo de desaparecido”, y la letra en su inscripción parece atraparlo, mortificándolo, lo congela.

Tres momentos ordenados por la desaparición. Podemos percibir el anonadamiento subjetivo provocado por el acontecimiento; el silencio de la madre posterior a la desaparición del padre  es  el signo que el yo se ha ido con el desaparecido  impidiendo el trabajo del duelo. El silencio, pesado como una lápida, corta abruptamente el intercambio con el mundo de los vivos. No hay palabras que vengan a restituir la ausencia, no hay palabra que nombre al padre como muerto, que refiera lo que sucedió.

El dejar de decir es equivalente a un dejar hacer, se puede suponer, conjeturar, pero es difícil interpretar un discurso que no se dice, una interpretación que no se conoce, sobre todo porque no se sabe si existe.

Ante las preguntas del niño aparecerá, un poco más tarde,  la versión de un padre viajando, trabajando, y  cada tanto cartas  que no son cartas, que le leerá su madre. Lo que parece aberrante, quizá sea un intento de inscribirlo en lo simbólico, falsas cartas con destinatario verdadero. Cartas que, más adelante, un poco más grande,   reclamará para leer y le negarán su existencia, atribuyéndoselo a un invento de su memoria. Y ahí tuvo por primera vez, la intuición de que su padre no volvería. Curioso diálogo que avanza entre negaciones.  

El contexto inmoviliza, la carta de la época lleva un texto macabro: “el silencio es salud”; “por algo será”; las alusiones y elisiones son las formas sociales por las que el discurso previene la prohibición y el castigo.

¿Cuál es el nudo intersubjetivo? Un drama genera otro drama. Un drama reprimido, que va en contra de la narración real de los hechos, que deja la verosimilitud en suspenso y pone en marcha la búsqueda de una verdad que parece tener el mismo rostro de la mentira. La carta no solo es el símbolo de la desaparición y de la muerte, también es un injerto de esperanzas, ilusiones, promesas no dichas  en un agujero que solo puede ser trágico.

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