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Tensiones y desafíos de la interculturalidad para la intervención social


Enviado por   •  27 de Agosto de 2017  •  Ensayos  •  3.097 Palabras (13 Páginas)  •  256 Visitas

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Trabajo final curso optativo

Tensiones y desafíos de la interculturalidad para la intervención social.

Dámaris Brange

Psicología Generación 2015.

Antiguamente, no hace mucho la verdad, los académicos tenían la ilusión de que el sujeto conocedor del mundo está apartado de lo que conoce y no está involucrado por la política, ni los modelos socioeconómicos, ni nada de eso. El sujeto cognoscente, el hacedor de las ciencias, es objetivo, da a conocer la realidad sin sesgos, ni prejuicios. Una utopía positivista, insostenible. Es sabido que la política global afecta el dominio de las disciplinas, en especial de las ciencias sociales, entre las cuales se encuentra la psicología. La psicología tiene una gran influencia en la sociedad, dado que las personas ven esta disciplina como portadora de veracidad, y acuden a los psicólogos para tomar sus puntos de vista con el fin de “mejorar” y/o “sanar”. Y es en este ámbito en el cual no hay que ser ingenuos, la forma en que se realiza la investigación psicológica, es decir, el modo en que esta genera y produce la información en la cual basa sus técnicas y modos de intervención, suelen partir de una universalización epistemológica del saber, muchas veces positivista. Y, ¿de dónde proviene esta universalización? Pues, de la cultura occidental, especialmente de Europa. No hay que olvidar entonces, que los mecanismos de evaluación e intervención fueron pensados, creados y validados fuera de la experiencia social de muchos sujetos que no son europeos, o no se sienten identificados con la cultura occidental, lo que hace que aquellas realidades queden desvinculadas al no estar dentro de la perspectiva occidental dominante.

 

Resulta necesario una descentración cultural de la Psicología, Bustamante comenta al respecto que significa una relectura crítica de los fundamentos de la psicología, “si   revisamos   la   bibliografía   más   utilizada   acerca   de   los   orígenes   de   la   psicología,   nos encontraremos a riesgo de ser reduccionista por un afán de resumen con una ciencia/disciplina cuyo origen es esencialmente la filosofía europea, la que está  a la base de una parte restringida de la humanidad: la sociedad occidental.” Esta filosofía occidental se basa en la dicotomía mente-cuerpo, en una separación. Sin embargo, resulta obvio que no todas las sociedades culturales llevan esta misma filosofía. Esto conlleva consecuencias al momento de aplicar los modelos clínicos en contextos socioculturales diferentes del contexto occidental de donde fueron basados, se genera un abuso de la tríada diagnóstico-intervención-evaluación (Loria, 2016).

 

Sin embargo, se podría pensar, todo conocimiento parte de un lugar, todo conocimiento es localizado y se origina de un lugar. ¿Qué hay de malo que todo este conocimiento válido venga del mundo occidental, entonces? Porque se oculta, se esconde, no dice de dónde viene, solo se valida. ¿Por qué? Mignolo (2009) responde “porque el lugar de enunciación geo histórico y biográfico ha sido localizado por y a través de la construcción y la transformación de la matriz colonial de poder”. El eurocentrismo no solo es la perspectiva de los europeos sino también de todos los educados y adiestrados bajo su hegemonía, una perspectiva que naturaliza, que se hace ver como natural (y por lo tanto no cuestionable) la experiencia de los sujetos bajo esos modelos de poder. Así mismo se consolidó otro núcleo central de la colonialidad según la cual la población del mundo se divide en inferiores y superiores, primitivos y civilizados, tradicionales y modernos.

 

Lo dicho hasta aquí nos lleva a posicionarnos de forma crítica ante el quehacer de la psicología y nos lleva a cuestionarnos: ¿de qué forma las prácticas de la psicología contribuyen a la colonialidad? La creencia errónea de que existe solo una cultura válida genera separaciones, puesto que solo esta cultura válida es la que posee el conocimiento y las “otras” son las que deben adquirir este conocimiento. (Loria, 2016). En esta dirección, Botero (2015) señala algo de gran veracidad: “bajo la concepción de desarrollo humano se esconden premisas universales y eurocéntricas de escalas jerarquizadas de lo normal y lo patológico.” Es cosa de analizar el cómo la psicología evalúa el desarrollo, los indicadores de calidad de vida, así como los procesos cognitivos, la inteligencia (el famoso CI), reproducen esta lógica colonial de jerarquización social (inferior-superior, apto-no apto, etc.), lo que suscita la idea de clasificación que no da cabida a otros modelos de convivencia.

 

Esta crítica nos lleva a releer los fundamentos de la psicología e identificar sus sesgos culturales. Términos como “individuo” y “comunidad” ilustran estos sesgos, puesto que sus definiciones no necesariamente son válidas en otras culturas.  La psicología profesional a través de su abordaje técnico de las problemáticas sociales fragmenta la realidad, esta tecnificación enajena las afecciones de los sujetos de la realidad política social. Es decir, al tratar la psique o el mundo intrapsíquico de los sujetos como entidad que está por fuera de las estructuras sociales produce la ilusión de que se puede ser “inmune” frente a las problemáticas sociales que se viven en el entorno. Este reduccionismo psicológico, desvincula las realidades socioculturales. Conceptos como la resiliencia sirven para ejemplificar lo anterior, sin intención de atacar la veracidad de este proceso, lo que se pretende criticar es el énfasis psicosocial que se le da, el cual conlleva a ocultar problemas de rigor político y de racismo histórico bajo la premisa de que es posible “tener una vida intrapsíquica “sana” en un medio insano” (Botero, 2015).

 

Al hablar de colonialidad hay que sacar a colación el tema del poder y de relaciones de poder, específicamente. La colonialidad implica romper las relaciones de poder, los abusos y la opresión de la cultura dominante. La cultura contiene tres fuentes de poder: el saber, el ser y el tener. Ya hemos hablado un poco del saber, que implica a toda forma de producción de conocimiento intelectual y académico, el cual crea poder. ¿Cómo? El conocimiento eurocentrista se impone a otros, “mientras los otros países se limitan a reproducir o consumir tales conocimientos” (Zárate, 2014). Esta forma de colonizar está presente en todas las escuelas y universidades latinoamericanas.

 

Así mismo también, al hablar de colonialidad hay que nombrar el capitalismo. El capitalismo global está enfocado en generar un dominio y sometimiento del otro al poder del mercado, por lo que capitalismo y colonialismo van de la mano. Este modelo económico se basa en el concepto de capital que consiste en la mercantilización de la fuerza de trabajo para ser explotada. El capitalismo genera polarización social, entre una minoría rica y la mayoría pobre, así como también un incremento de la sobreexplotación de los trabajadores. En el modelo colonial/capitalista no hay comunidades, sólo hay individuos consumidores en competencia, lo que lleva a la premisa de que sólo el sujeto hábil, calculador, es el que “gana”.  La colonialidad, entonces, es uno de los elementos constitutivos del poder capitalista (Maldonado, 2016).

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