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Terapia Asistida por Animales (TAA)

Ana Pérez GálvezApuntes26 de Octubre de 2020

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INDICE TESIS DE MÁSTER

INTRODUCCIÓN

Introducción y objetivo general

El  envejecimiento es  el  resultado  de  una  compleja  asociación  de  interacciones  y  cambios estructurales y funcionales que ocurren entre lo biológico, psicológico y socio-ambiental;  es  decir,  entre  los  factores  genéticos  o  intrínsecos  y  los  factores  ambientales o extrínsecos.

La vejez es un fenómeno que forma parte del ciclo vital del ser humano, la etapa final del proceso de desarrollo donde se continúan manifestando cambios de diversa índole: biológica, psicológica y social. Algunos de los cambios asociados a la vejez -en este caso, pérdidas- son, en la dimensión social, la pérdida del estatus laboral y económico, mayor aislamiento social y la menor capacidad y recursos de los que el anciano dispone para adaptarse a las circunstancias. Por otra parte,  en la dimensión biológica, existe una mayor frecuencia de enfermedades físicas y la discapacidad consiguiente y, por último, en la psicológica, es más frecuente la aparición de deterioro cognitivo y de sintomatología depresiva, la poca capacidad para afrontar las pérdidas y un manejo inadecuado de sus recursos psicológicos. Todas estas pérdidas, influyen en la calidad de vida y en el funcionamiento de las personas de edad avanzada (González-Celis, 2002; 2006; González-Celis & Sánchez-Sosa, 2003).

Las sociedades desarrolladas han pasado de tener una estructura piramidal a, prácticamente, una inversión de la misma. En otras palabras, existe una mayoría de personas de edad avanzada en la población y una minoría de niños y personas jóvenes. Este crecimiento de población es debido, principalmente, a dos factores: los avances de la ciencia médica que han mejorado los índices de supervivencia y la disminución del índice de natalidad (Kane, Ouslander & Abrass, 2001).

La proporción de personas mayores de 65 años en España asciende al 18,1 % de la población total y la esperanza de vida es de las más altas de la Unión Europea: en 1900 era  de 34,8 años y en la actualidad ha pasado a ser 82,8 años. (Castro-Martín, Martín-García, Abellán, Pujol & Puga, 2015).

En general las preocupaciones del envejecer se relacionan con la adaptación a pérdidas vitales, enfermedad, jubilación, reconciliación con los logros y fracasos, resolución de la aflicción por la muerte de otros y la aproximación de la propia. Rodríguez, Isidro y Martínez (2004) mencionan que en los individuos de edad avanzada se puede observar pérdida de interés por las cosas que los rodean, problemas de convivencia en el plano relacional y, por encima de éstos, la inactividad y la soledad.

Es por ello por lo que surge una nueva necesidad: la de atender la problemática de las personas de edad avanzada. Es importante que los profesionales de salud mental busquen alternativas de tratamiento que hagan más efectivas las diferentes intervenciones con los modelos tradicionales ya conocidos, o busquen alternativas que ayuden a mejorar la efectividad de los tratamientos terapéuticos.  Debido a la necesidad de desarrollar alternativas que faciliten la relación del terapeuta con el paciente, nace el interés de incorporar los beneficios de la relación humano-animal en el proceso terapéutico.

Martínez (2008) indica que la Terapia Asistida por Animales (TAA) no es un sustituto de las terapias o tratamientos ya conocidos, viene a ser un complemento donde a través de las nuevas líneas de investigación se contribuya a mejorar la calidad de los procesos y ampliar la diversidad de usos que pueda tener esta terapia.  Sin embargo, otros autores establecen que la Terapia Asistida por Animales (TAA) puede ser un modelo terapéutico por sí solo.

Con esta diferencia establecida, se hace necesario examinar el desarrollo histórico de TAA, las investigaciones y la metodología que se ha utilizado para desarrollar el conocimiento en esta disciplina, para determinar si la TAA es un complemento a los diferentes modelos terapéuticos o  puede llegar a ser un modelo por sí solo que tenga su propias guías, metas y estrategias.  

En referencia a uno de los protagonistas de esta terapia, los animales, contribuyen a prevenir o recuperar la salud de los seres humanos contra la presentación de enfermedades cardiovasculares, metabólicas, endocrinas (disminución de la frecuencia cardiaca, respiratoria, tensión arterial, niveles de colesterol y triglicéridos) (Wood et al., 2005) y mentales (reducción del estrés, angustias, depresiones y temores, promover la relajación, distracción) (Martínez, 2008).  Como consecuencia, se puede mejorar la calidad de vida de las personas con las que se relacionan, lo cual puede conducir a mayores expectativas de longevidad y menor morbilidad en estas personas, preservando el equilibrio físico y mental (Mentzel, 2004).

La tenencia de animales facilita, además, la relación y socialización entre personas desconocidas, haciéndolas más solidarias y comunicativas; la comunicación entre generaciones por ser un foco de interés común, tanto en el seno de la familia como fuera de ella; y la participación en actividades recreativas (Jofré, 2005).

Conocidos ya los beneficios de la tenencia de animales de compañía, el peso de la población de la tercera edad en la sociedad, además de sus principales problemas, sería interesante profundizar más sobre la Terapia Asistida con Animales y su eficacia en este sector.

Este trabajo presenta una propuesta de intervención basada en la Terapia Asistida con Animales, que pretende mejorar la calidad de vida de las personas adultas mayores, englobando aspectos físicos, psicológicos, fisiológicos y sociales.

Capítulo  1. MARCO TEÓRICO

  1. Aspectos psicológicos, físicos y sociales de la población anciana.

El deterioro físico y mental que suele acompañar al envejecimiento menoscaba la calidad de vida y la independencia. Con el creciente desarrollo de la sociedad y la participación cada vez más frecuente en actividades fuera del núcleo familiar, se dificulta el cuidado de los ancianos, con lo cual aumenta la soledad de éstos, debido -sobre todo- a la diferencia de intereses con otros miembros de la familia y a los conflictos intergeneracionales que de ello se deriva. A pesar de los cambios orgánicos, las modificaciones del aspecto y la pérdida gradual de las capacidades, el anciano no carece de potencialidad creativa y de necesidades emocionales  (Vergara, Fernández, Morales & Cabañas, 1994; Chávez, López, Martín & Hernández, 1993).

En el envejecimiento patológico o senilidad, en el orden psicológico, se manifiesta la pérdida progresiva e irreversible de los procesos psíquicos, mal enfrentamiento al estrés, pesimismo y autovaloración negativa. En el nivel social, hay pérdida de roles, ausencia de apoyo social, dependencia, soledad, conflictos generacionales e inactividad, a diferencia del envejecimiento normal o senectud, donde hay más sincronismo en la estructura de los órganos, más compensación psicológica y apoyo social  (Quintero, 1997).

Igualmente, la pérdida de roles provoca pérdida de autoestima y autoridad, (Dominguez, 1997). Los sentimientos de soledad y aislamiento social, por otra parte, se explican por la disminución de contactos familiares e interpersonales (Departamento provincial de estadísticas, 1998).  

Por lo que respecta a factores sociales, la jubilación constituye un acontecimiento vital que requiere ajustes por parte del individuo, pues disminuyen los contactos sociales y afecta más al hombre que a la mujer (Morales, 1989).  

Entre los principales problemas sociales autopercibidos por los ancianos, destacó la comunicación con personas de su edad, hijos y nietos. Esto puede estar influido por la rapidez de la vida moderna, la falta de tiempo, los problemas intergeneracionales y la carencia de afecto y la comprensión por parte de su entorno (Mausner & Banh, 1997). Además, hay una menor comprensión de la problemática del anciano dada la menor disponibilidad para atender sus necesidades, lo cual supone un obstáculo en el núcleo familiar.

Además, ser viudo se considera un factor de riesgo social y conductual en la forma de vida de los ancianos (López, 1996). Favorece la aparición de la sensación de soledad y trastornos psicológicos como la ansiedad y la depresión, pérdida de autoconfianza y también de afecto.

A nivel biológico, Según Velasco y Sinibaldi (2001), la enfermedad crónica es considerada como un padecimiento cuyo desarrollo se prolonga a través del tiempo, causando un continuo deterioro físico, mental o ambos. Conforme aumenta la edad, aumenta también la proporción de personas enfermas, esto en un 51% entre los 60 y 64 años y casi el 71% de los que tienen 85 años y más (Bazo, García, Maiztegui & Martínez, 1999).

Estadísticamente se ha encontrado una alta prevalencia en adultos mayores de enfermedades crónicas, entre las cuales destacan la hipertensión, diabetes, cardiopatías, artritis, problemas visuales y auditivos (Kalish, 1996; Borges & Gómez, 1998; William & Maric, 2001; INEGI, 2002; Guillén & Pérez, 2003).

En cuanto a las tasas de incidencia de comorbilidad, según Burke y Walsh (1998) éstas son del 45% para las personas con edades comprendidas entre los 60 y 69 años y del 70% para las personas mayores de 80 años, y a medida que la edad cronológica aumenta por encima de los 80 años, el número de enfermedades aumenta.

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