Una breve mirada al método Lipman
ayitajurfalTutorial20 de Febrero de 2013
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UNA BREVE MIRADA AL MÉTODO LIPMAN
Traducción de Carmen Zavala http://www.buhorojo.de
El autor del presente artículo ha estado involucrado hace un buen número de años en
el trabajo en la pedagogía de la filosofía, en tanto filósofo práctico, investigador y
escritor. Más recientemente ha estado desarrollando métodos de formación en práctica
y discusión filosóficas para profesores de escuelas primarias. En este contexto, al no
estar familiarizado con los trabajos de Matthew Lipman, decidió asistir a uno de los
congresos internacionales que se llevan a cabo regularmente alrededor del mundo por
este movimiento, esta vez en Varna, Bulgaria. El presente artículo no pretende ser un
análisis exhaustivo y detallado de lo que pasó en el congreso ni un estudio a
profundidad del método Lipman, sino solo una reflexión sobre la práctica de filosofar
con niños y de filosofar en general, originada por los eventos y debates que tuvieron
lugar en Varna. De modo que pondremos más atención a las cuestiones generales
planteadas al asistir a esta conferencia que a la conferencia misma. Esperemos que las
personas que se reconozcan a sí mismas en nuestros comentarios no se resientan por
el hecho de que no mencionemos los detalles específicos de los eventos o
comentarios. En primer lugar, nos parece que esta descontextualización de nuestra
narración puede beneficiarse a través de la meditación. Además, los problemas
muchas veces son más productivos y iluminadores cuando no cargan con el peso de
remitirse a personas específicas. En segundo lugar, este artículo debería ser entendido
como una percepción muy subjetiva de un evento que involucra un gran número d
personas, actividades y discusiones diferentes
Comentarios iniciales
La primera noche del Congreso de Filosofía con Niños en Varna, Bulgaria, fui a ver a
un grupo de alumnos que habían estado involucrados en la actividad filosófica a lo
largo del año, para ver qué es lo que les había quedado en la mente sobre la materia
de este curso muy en particular. Les pregunté si les gustó lo que habían hecho y su
respuesta fue afirmativa, lo cual no fue ninguna sorpresa, ya que fueron ellos mismos
los que habían decidido dedicar parte de sus vacaciones a asistir a este congreso
como participantes activos. Luego les pregunté qué es lo que les gustó de esta
actividad y me dijeron que lo que era genial, era que en filosofía no había nada correcto
ni incorrecto, sino que todo el mundo podía decir lo que más le parecía. Ahora bien,
siendo estos estudiantes tan amigables y visiblemente entusiastas, su respuesta me
sorprendió de alguna manera. Justamente siempre es este tipo de afirmaciones las que
he venido escuchando y que trato de enfrentar lo más pronto posible ya desde las
primeras sesiones de las clases de filosofía. Evidentemente este tipo de afirmaciones
necesariamente se suelen dar por dos razones:
La primera es que el relativismo puro es una forma de opinión muy común y
ampliamente difundida. La segunda es que lo alumnos que han estado por años en el
colegio, donde día tras día les han venido diciendo qué es lo que es verdad, lo cual se
han tenido que paporretear y repetir sin más para lograr éxito, aprovecharán esta
oportunidad que se les brinda para declararse libres de esta carga tan pesada y cruel,
especialmente cuando son adolescentes. Pero para repudiar la arbitrariedad de los
adultos, padres o profesores, no se debería reintroducir una suerte de subjetividad
simplona, que no es menos superficial y arbitraria que la ideología que se pretende
combatir. El “esto es así, porque es así del adulto es reemplazado por el “es así porque
es así” del niño.
Tienes que dar cuenta de tu propio discurso, nos dice Platón, así que tenemos que
asumir plena responsabilidad por éste, a través del acto de analizar, probar, justificar,
problematizar, etc. Por supuesto que el acto de pensar es el acto de parir, pero si bien
algunas ideas son hermosos bebés, algunas son pequeños monstruos, nos dice, y el
arte de filosofar no es simplemente el arte de aclarar ideas, sino el de de verificar,
elevar y discriminar las ideas. Todo el mundo puede producir ideas sobre
prácticamente cualquier cosa, pero el arte de producir ideas hermosas, y aprender a
reconocerlas es otro asunto. Poner pintura blanca en una pared es una cosa, y pintar
es otra.
Estos comentarios de los alumnos mencionados se mantendrían presentes en mi
mente durante toda la conferencia. ¿Acaso este tipo de idea era solo un paso inicial y
necesario en el proceso de aprender a filosofar?, ¿acaso solo era un resumen sesgado
y reduccionista de lo que los alumnos habían aprendido, en el que una suspensión del
juicio momentánea “al estilo “Descartes” se traduce en un simple relativismo? ¿o se
trataba en realidad de la matriz cultural básica transmitida por la escuela de
pensamiento que hace prevalecer estas premisas? ¿Es el filosofar una mera lluvia de
ideas en todas direcciones o había acaso en las mentes y la práctica de los pedagogos
presentes algún otro requisito para poder lograr cumplir sus metas educativas? Muchas
de mis discusiones y observaciones durante los días siguientes – y en la presente
conferencia- tenían el propósito de investigar y analizar lo que aparentemente era la
concepción predominante de los requisitos y las exigencias filosóficas. Es más, cuando
mencioné mis reparos en privado, se me habló de “verdaderos” talleres, o de algún
“siguiente paso” mítico, o de alumnos “más dotados”, pero me preguntaba, primero, por
qué no los veía, y segundo, por qué nadie decía nada de esto en público, y tercero, por
qué los facilitadores no hacían ellos mismos nada al respecto – a menos que, al igual
que en el psicoanálisis, la comunidad de indagación es un proceso largísimo, que
alarga el tiempo y que sólo cuando se lo observa durante un período de tiempo muy
largo cobra sentido.
Los talleres
Un aspecto interesante del congreso de Varna fue la presencia de gente joven que
participaba en los talleres, de modo que todo el mundo podía ver cómo se llevaba a
cabo el trabajo. Este es un punto enormemente positivo, porque en el mundo de la
filosofía, se tiende a privilegiar los discursos abstractos y a “hablar sobre” más que
mostrar la práctica, especialmente en relación a asuntos pedagógicos, que para los
filósofos parece que siempre les pareciera ser una cuestión secundaria meramente
técnica, a la que no vale la pena dedicar mayor tiempo ni esfuerzo. El único punto en
contra, que es exactamente la otra cara de la moneda, es que no se permitió tiempo
para analizar y discutir las prácticas. Es más, cuando los talleres fueron interrumpidos y
los adultos pudieron hablar, éstos estaban más preocupados en dar su opinión sobre el
asunto en discusión que en comentar el funcionamiento y el procedimiento del taller.
Esta es una reacción, que es sí misma un reflejo muy ilustrativo, pero volveremos sobre
este punto mas adelante.
Resumamos primero el “taller básico de Lipman”, tal como lo vimos, que puede ser muy
diferente de lo que es en otras partes, y de lo que podría ser o debería ser. Después de
juntarse en un círculo, un breve fragmento de un capítulo de un texto de Lipman u otro
es leído por turnos de modo que cada uno lee un párrafo u oración. Después de hacer
esto, el facilitador pide que se formulen preguntas surgidas del texto, y los alumnos
levantan la mano para proponer una u otra pregunta, formando así una lista de
preguntas. Luego las preguntas son clasificadas y una de todas estas preguntas se
elige por votación. Después de hacer esto, se desarrolla una discusión, en la que cada
uno dice lo que quiere sobre la pregunta elegida, a medida que se van levantando las
manos y el facilitador le da la palabra en orden cronológico a los participantes. Voy a
analizar algunos puntos que pueden plantear un problema para el funcionamiento de
este modelo básico de procedimiento.
El texto como pretexto
Por una parte, el texto inicial no se toma en cuenta realmente. Muchas veces se hace
referencia a él sólo como un “estímulo”, con lo que básicamente se quiere decir que es
una herramienta básica inicial utilizada para provocar la discusión. Si este fuese el
caso, por qué utilizar un texto tan preconstruido, con ideas precisas presentes
implícitamente y visiblemente escrito por un filósofo, ya que en la narración se han
insertado un número de problemáticas y conceptos filosóficos, que pretenden
representar un medio para la reconstrucción de la traducción filosófica y un modelo
para la indagación dialógica? Es verdad que la información no viene ya organizada y
totalmente decodificada, ya que tenemos la forma narrativa, A pesar de que es de
naturaleza muy didáctica: sigue diciendo más de lo que muestra. Hay dos razones
principales que pueden ser invocadas para criticar
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