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Analisis Fides Et Ratio

jojonue28 de Mayo de 2014

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Tras más de diez años tras su publicación por el Papa Beato Juan Pablo II la encíclica Fides et Ratio conserva una gran actualidad debido a los continuos debates que en nuestra sociedad occidental se dan entre la razón y la fe cristiana en diversos sectores de ella sean científicos, políticos o culturales. En este breve trabajo se exponen las tesis principales que a juicio del autor contiene este documento así como algunas propuestas de futuro que pueden derivarse del mismo, para que la relación entre fe y razón sea fecunda y recíprocamente beneficiosa. En conclusión, ambas fe y razón se necesitan mutuamente para que ninguna de las dos sucumba al relativismo que hoy impregna nuestra cultura postmoderna.

Palabras Claves: fe, razón, modernidad, pensamiento débil, filosofía, ciencia, teología.

Abstract

After more than ten years after the publication by Pope Blessed John Paul II of encyclical Fides et Ratio is still very relevant because to the current discussions in our western society between reason and Christian faith in various sectors of our society as the scientific, political or cultural. This brief article presents the main thesis of this document according to the author thought as well as some future proposals derived from the same in order that the relationship between faith and reason is fruitful and mutually beneficial for both. In conclusion, both faith and reason need each other not to succumb to the relativism that exists today in our postmodern culture

Key Words: faith, reason, modernity, weak thought, philosophy, science, theology

1. Introducción

En éste articulo voy a realizar unas reflexiones que se enmarcan dentro de una postura creyente pero necesitada de dialogo con la razón. Porque considero que una autentica inculturación de la fe sólo se puede dar de una manera plena si ésta alcanza el mundo del pensamiento. Este reto es similar -y probablemente se repetirá a lo largo de la historia -al que tuvieron que realizar los primeros cristianos, pero hoy se hace mas necesario en una sociedad donde no sólo hay indeferencia hacia la fe sino que en muchos sectores de ella existe hasta desconfianza en la propia razón. Es tal la situación, que muchos cristianos consideran que la fe no tiene nada que ver con la razón, o que esta última suele estar en contradicción con la primera en muchas ocasiones. Se llega en determinados ambientes a consolidar mentalidades cristianas que desconocen que la fe por el contrario eleva y perfecciona en continuidad a la razón. Mentalidades para las cuales es imposible la integración de ambas. Para ellos no es posible la existencia de cristianos que vivan una experiencia intelectual unitaria de las dos. Es decir, cristianos en los cuales sea imposible advertir donde se encuentra las fronteras de su razón y de su fe pero que ellos saben distinguirlas y unirlas orgánicamente en su mente de creyentes.

Pasados ya mas de doce años que se publicó por Juan Pablo II la encíclica Fides et Ratio considero que su actualidad sigue siendo vigente tanto para inculturar la fe cristiana como para ayudar a la razón humana a no ceder ante el pensamiento débil actual. El propósito de este breve artículo es recordar algunas de las tesis principales de esta encíclica y mostrar su validez en el debate cultural actual.

2. La fe es verdad sobre el hombre y el mundo dirigida a la persona entera

La primera idea que me gustaría resaltar de Fides et Ratio, y que pienso es interesante respecto al momento cultural presente es la de insistir en que la fe es conocimiento de la realidad. Uno de los mensajes mas repetidos por el Beato Juan Pablo II fue desde el inicio de su pontificado la afirmación -recogida en el concilio Vaticano II- de que Cristo descubre al hombre su propio ser y su propia verdad[2]. Abrir las puertas a Cristo y no tenerle miedo supone no sólo encontrar a Dios, sino reencontrase cada hombre consigo mismo, descubrir la verdad de su vida. La encarnación y el posterior misterio pascual no es solo una liberación por la cual el hombre es hecho participe de la naturaleza divina, por la gracia, y elevado a la condición de hijo de Dios, sino que esta redención se despliega vitalmente y libremente en cada sujeto. De esta forma, la identificación con Cristo supone el desarrollo de todo lo humano que hay en el hombre, pues Cristo es Camino y Vida porque es la Verdad.

Es aquí donde se produce el gran encuentro del cual la Iglesia es testigo y fiel servidora -diácona de la verdad-. El hombre que naturalmente busca la verdad, que necesita de ella, se ve envuelto por un conocimiento -la revelación- que aun excediendo sus posibilidades cognoscitivas le resuelve sus interrogantes más profundos y le libera de la angostura que produce la ignorancia y el error. Como es evidente, esta recepción de la Revelación de Dios, hecha plena en Cristo, es recibida por el creyente no como un mito o una superstición que harían al hombre un ser estúpido, sino como verdades que no limitan la razón, sino que la perfeccionan en su función principal: alcanzar la verdad. Esta es la experiencia básica cristiana, la de los apóstoles, la de la Tradición, la de nuestros padres, la de la Iglesia. No sólo hemos recibido el don del amor de Dios hecho hombre sino indisolublemente unido a el, el don de la verdad hecha hombre.

Ahora bien, Dios se dirige a todo el ser del hombre, no sólo a su entendimiento sino al mismo tiempo a su voluntad y corazón. El Kerigma –predicación apostólica- no es una doctrina esotérica o fantasiosa, es verdad autentica, real, que se enraíza en la Verdad de Dios y por lo tanto en el ser de las cosas. La aceptación de la fe es, pues, por su origen, por sus contenidos y por el modo con que el hombre la asume, una realidad que si bien es sobrenatural no adviene al hombre forzando sus estructuras naturales, sino que se encarna en ellas actualizando sus propias potencialidades: su propio ser. La fe nos da un conocimiento de realidades que son y cuyo origen está en aquel que “Es”. Esto hace que pueda integrarse en armonía con todo aquello que “es” y que “es conocido” por vía natural. Así, es posible afirmar, como hace la encíclica, que la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.

Esta afirmación- en contraste quizá con lo políticamente correcto- es más necesario ponerla de relieve en nuestra sociedad relativista postmoderna. Como insiste Benedicto XVI, ambas, la razón y la fe, se necesitan mutuamente, la primera para no atrofiarse en un discurso superficial o débil como sucede en los postmodernos, la segunda para no disolverse sólo en una experiencia subjetiva desligada de la realidad[3]. En consecuencia la persona con la razón aislada y sin relación con la fe estaría siendo privada de un conocimiento esencial para su propia autocomprensión. Y, al mismo tiempo, su fe separada de la razón, no alcanzaría tampoco a manifestarse en toda su razonabilidad a ella misma[4].

3. Situación actual y consecuencias

Este ligamen entre fe y razón fue comprendido en los inicios del cristianismo por los primeros cristianos[5]. Pero si ellos asumieron con espíritu positivo la tarea de entender para creer y creer para entender, como dos caras de una misma moneda, en la tarea de conocer la verdad del mundo y del hombre, y entendieron que entre ambos planos no podía existir contradicción, la situación actual no parece responder a esos mismos planteamientos. Hoy prevalece el neutralismo, la emancipación de la razón, la autonomía frente a cualquier heteronomía o el cientifismo que afirma la razón “científica” como la única válida para realizar un discurso racional. En síntesis, trata de poner entre paréntesis la fe cuando se razona o considerarla como algo que no tiene que ver con la realidad. Realidad que previamente se ha reducido sólo a lo empírico.

Ahora bien, el postmodernismo decadente, aquel que solo afirma un discurso débil a la razón se está precipitando, poco a poco, hacia un nihilismo radical que parece triunfar en nuestra cultura. La consecuencia es que la propia razón cada vez esta más desprestigiada y la confianza en ella se encuentran bajo mínimos. Estamos -considero- ante una fuerte crisis del pensamiento y de la cultura. ¿Cuales son las causas de esta crisis del pensamiento? ¿Es posible que la fe y la teología se hayan escapado de tal situación? o ¿por la unidad anteriormente indicada ambas sufren la misma? ¿Puede ser que esta crisis cultural tenga como un elemento importante en su origen una inadecuada relación entre ambas realidades a partir de un momento concreto de la historia del pensamiento humano?

Evidentemente la circularidad entre la razón y la fe, que con tanta naturalidad vivieron los primeros cristianos- no sin las normales tiranteces y limitaciones - está rota en nuestros días. En muchas ocasiones parece observarse, o así nos lo hacen creer, que la razón no ayuda a recibir la fe cristiana. En otras, la fe puede estar aislada en consideraciones hermenéuticas o sumida en un subjetivismo tal, que la racionabilidad de la fe es sustituida por experiencias personales o es interpretada por filosofías o ciencias humanas, que más que entenderla la hacen partícipe a ella de sus dudas y debilidades. Evidentemente la modernidad, sea racionalista o ilustrada, o la postmodernidad, no alcanzan a articular bien el binomio fe-razón, con el agravante de que tanto la razón técnica o científica y la pura voluntad se adueñan del pensamiento, e incluso diría de cómo se concibe y vive la misma fe.

Las dos alas han enfermado[6], no solo porque la razón ha pretendido

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