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CIUDAD DE DIOS


Enviado por   •  28 de Septiembre de 2013  •  2.044 Palabras (9 Páginas)  •  219 Visitas

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Se trata de una apología del cristianismo, en la que se confrontan dos ciudades: por un lado, la Ciudad Celestial; por otro lado, la Ciudad Pagana. Ambas ciudades tienen orígenes distintos, y por lo tanto, también su desarrollo y su final son diferentes: la Ciudad de Dios se construye sobre la Verdad absoluta de Dios, revelada por Jesucristo, y su gracia santificante, mientras que la Ciudad Pagana representa el falso edificio espiritual construido sobre el pecado del hombre y la falsedad del Príncipe de la mentira, Satanás. Ambas ciudades, dice San Agustín, "se encuentran mezcladas y confundidas en esta vida terrestre, hasta que las separe el Juicio Final".

Si bien escribe esta obra a causa de la conmoción que le provocó la caída de Roma a manos del rey bárbaro Alarico I, con lo cual la entera civilización cristiana se encontraba en un grave peligro, desde el momento en que se veía amenazada no solo la capital del Imperio Romano, sino ante todo el Papa, Vicario de Cristo, el fin de la obra no es tanto político como espiritual. En otras palabras, para San Agustín, las Ciudades -tanto la de Dios como la Pagana-, están formadas por personas, porque es en las personas en donde reside la gracia santificante, y es en las personas en donde la Verdad absoluta de Dios, revelada por Jesucristo, se encarna, al ser aceptada en su plenitud. Cuando esto sucede, la Ciudad de Dios se alza en la persona, y esta resplandece con la Verdad y la gracia de Cristo. Por el contrario, cuando esto no sucede, es decir, cuando la Verdad de Cristo y su gracia son rechazadas por la persona humana, entonces se levanta en el alma la Ciudad Pagana, la ciudad construida sobre "arena y no sobre la roca" (cfr. Mt 7, 26), la Ciudad del mal, de la mentira, del engaño y de la falsedad, la Ciudad de la oscuridad, de las tinieblas, del horror y del espanto, en la que se erige como siniestro rey el Ángel caído, el Príncipe de las tinieblas.

Podemos decir entonces que cada uno de nosotros puede elegir, libremente, cuál de las dos Ciudades construir en el alma: si la de Dios, construida sobre la Roca que es Cristo, cimentada en la aceptación de la Verdad revelada y en la gracia santificante que concede al alma la participación en la vida divina, o la del Paganismo, construida sobre el error y el pecado. Quien elija construir para sí la Ciudad Pagana, tendrá como Rey al Príncipe de las tinieblas, y en el Día del Juicio Final será precipitado en las tinieblas sin fin, en donde no hay amor ni redención. Quien elija construir para sí la Ciudad de Dios, tendrá como Rey a Jesucristo y como Reina a la Virgen María, y en el Día del Juicio Final formará parte de la Jerusalén celestial, en donde reinan, para siempre, la alegría, la paz y el amor divinos.

Fue escrita entre los años 413 y 426 para refutar la

opinión de que la caída de Roma en poder de los godos de Alarico (año 410) había sido

causada por la aceptación del cristianismo y por el abandono de los dioses del Imperio, que

en castigo habían dejado a Roma desamparada en manos de los bárbaros.

Agustín se enfrenta a esta opinión en los cinco primeros libros de los 22 que tiene la obra,

mostrando que Roma había caído por su egoísmo y por su inmoralidad. Además, en los cinco

libros siguientes, Agustín demuestra que ni el politeísmo popular ni la filosofía antigua

fueron capaces de preservar el Imperio y dar la felicidad a sus habitantes.

Los otros doce libros están dedicados a presentar el nacimiento, desarrollo y culminación

del enfrentamiento entre las dos ciudades, la terrenal y la celestial, encarnada ésta en la

Iglesia de Cristo. Así, los libros XI-XIV muestran cómo nacen las dos ciudades, los libros

XV-XVIII presentan su desarrollo en este mundo, el libro XIX expone la finalidad de las

dos ciudades y los libros XX-XXII están dedicados a su culminación tras el juicio final.

El libro XIX, es un libro muy bello, en el que San Agustín hace un profundo análisis de las

nociones de justicia, paz y felicidad. En concreto, los capítulos 11-17 están dedicados al

tema de la paz: definición (la paz es la tranquilidad del orden), formas de la paz, medios

para conseguirla (las leyes), etc.

El libro muestra otro enfoque acerca de la creación y lo que nos espera en la vida después

de la muerte. No descubre nada nuevo sobre la historia, sencillamente como el resultado,

de una serie de principios universales; lo que San Agustín nos ofrece es una síntesis de

historia universal a la luz de los principios cristianos. Su teoría de la historia procede

estrictamente de la que tiene sobre la naturaleza humana, que a la vez deriva de su teología

de la creación y de la gracia. No es una teoría racionalista, si se considera que se inicia y

termina con dogmas revelados; pero sí es racional por la lógica estricta de su procedimiento

e implica una teoría definitivamente filosófica y racional sobre la naturaleza de la sociedad

y de la ley, y la relación entre la vida y la ética.

San Agustín piensa que en toda sociedad existen dos ciudades, la de aquellos que se aman a

sí mismos hasta el desprecio de Dios y la de aquellos que aman a Dios hasta el desprecio de

sí mismos; pero estas dos ciudades no se pueden identificar con el Estado y la Iglesia,

respectivamente.

Todos los Estados de esta tierra son “Estados terrenales”, incluso cuando los rigen

emperadores cristianos. En cuanto tales, tienen que preocuparse exclusivamente de

organizar la convivencia entre los ciudadanos de forma pacífica y tratando de que todos

tengan acceso a los bienes temporales.

Es cierto que la autoridad

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