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Cuando Dios Parece Distante


Enviado por   •  30 de Agosto de 2013  •  1.845 Palabras (8 Páginas)  •  312 Visitas

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Cuando Dios parece distante

El SEÑOR ha escondido su rostro del pueblo...

pero yo esperaré en Él, pues en Él tengo

puesta mi esperanza.

Isaías 8:17 (NVI)

Dios es real, sin importar cómo te sientas.

Cuando las cosas marchan bien en nuestra vida, es fácil adorar a Dios: cuando nos ha provisto alimento, amigos, familia, salud y alegría. Pero las circunstancias no siempre son tan agradables. ¿Cómo adoramos a Dios, entonces? ¿Qué hacemos cuando Dios parece estar a millones de kilómetros de distancia?

El grado de adoración más profundo es alabar a Dios a pesar del dolor: agradecer a Dios durante una prueba, confiar en Él durante la tentación, aceptar el sufrimiento y amarlo aunque parezca distante.

La prueba de la amistad es la separación y el silencio; cuando estamos separados por una distancia física o nos vemos imposibilitados de hablar. En el caso de nuestra amistad con Dios, no siempre nos sentimos cercanos a Él. Philip Yancey, puntualiza: “En cualquier relación hay momentos de intimidad y momentos de distanciamiento, y en la relación con Dios, no importa lo íntima que sea, el péndulo también se moverá de un lado a otro”.1 Entonces sí que la adoración se pone difícil.

Para madurar nuestra amistad, Dios la pondrá a prueba con períodos de aparente separación: momentos en que sentiremos que nos abandonó nos olvidó. Dios parecerá estar a millones de kilómetros. San Juan de la Cruz se refirió a esos días de sequía espiritual, duda y distanciamiento de Dios, como “la oscura noche del alma”. Henri Houwen los llamó “el ministerio de la ausencia”. A.W. Toser los llamó “el ministerio de la noche”. Otros los llamaron “el invierno del corazón”.

Aparte de Jesús, David fue quien posiblemente tuvo más amistad con Dios. El Señor tenía el placer de llamarlo “un hombre conforme a mi corazón”.2 Sin embargo, David con frecuencia se quejaba de la aparente ausencia de Dios: “Dios mío, ¿por qué te quedas tan lejos? ¿por qué te escondes de mí cuando más te necesito?”,3 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis palabras de lamento”;4 “¿Por qué me has rechazado?”.5

Por supuesto, Dios en realidad no había dejado a David, como tampoco te dejará a ti. Ha prometido varias veces: “Nunca te dejaré ni te abandonaré”.6 Pero Dios no te promete: “siempre sentirás mi presencia”. En efecto, Dios reconoce que a veces oculta su rostro de nosotros.7 A veces es como si fuera un DEA, un “desaparecido en acción” en nuestra vida.

Floyd McClung lo describe de la siguiente manera: “Te despiertas una mañana y todos tus sentimientos espirituales han desparecido. Oras, pero no pasa nada. Reprendes al diablo, pero nada cambia. Realizas tus ejercicios espirituales... les pides a tus amigos que oren por ti... confiesas todos los pecados que puedas imaginar y les pides perdón a todos tus conocidos. Ayunas... pero no pasa nada. Comienzas a preguntarte cuánto tiempo durará esta penumbra espiritual. ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Terminará algún día?... sientes que tus oraciones rebotan en el techo. Al borde de la desesperación, gritas: “¿Qué me pasa?”.8

La verdad es que ¡nada está mal! Es una parte normal de la prueba y la maduración de nuestra amistad con Dios. Todos los cristianos atravesamos esta situación por lo menos una vez, y por lo general varias veces. Es dolorosa y desconcertante, pero es absolutamente vital para el desarrollo de la fe. Job no perdió la esperanza cuando no sentía la presencia de Dios en su vida porque tenía esa certeza. Dijo estar convencido de su inocencia porque “si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur; no alcanzo a percibirlo. Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro”.9

Cuando Dios parece distante, puedes sentir que está enojado contigo o que te está disciplinando por algún pecado. Es cierto, el pecado sí nos puede desvincular de la amistad íntima con Dios. Entristecemos al Espíritu de Dios y apagamos nuestra comunión con la desobediencia, el conflicto con los demás, las múltiples ocupaciones, la amistad con el mundo y otros pecados.10

Pero este sentimiento de abandono y distanciamiento de Dios no suele tener nada que ver con el pecado. Es una prueba de fe, una que todos debemos enfrentar: ¿seguirás amando, confiando, obedeciendo y adorando a Dios aunque no sientas su presencia ni tengas prueba evidente y visible de su obra en tu vida?

En la actualidad, el error más común de los cristianos con respecto a la adoración es que buscan una experiencia, más que a Dios. Buscan un sentimiento y, si lo encuentran, concluyen que han adorado. ¡Qué equivocación! En realidad, Dios suele retirar nuestros sentimientos para que no dependamos de ellos. La adoración no es la búsqueda de un sentimiento, incluso si se trata de uno de intimidad con Cristo.

Cuando eras un cristiano “en pañales”, Dios te dio varias emociones y contestaba tus oraciones inmaduras y egocéntricas, para que confirmaras su existencia. Pero a medida que crecemos en la fe, nos aparta gradualmente de esas dependencias.

La omnipresencia de Dios y la manifestación de su presencia son dos cosas distintas. Una, es un hecho; la otra, es un sentimiento. Dios está siempre presente, aunque no estemos conscientes de Él; su presencia es demasiado profunda para medirla con meras emociones.

Sí, Dios quiere que sientas su presencia, pero prefiere que confíes en Él aunque no

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