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EL PENSAMIENTO DEL NIÑO Y SU INFLUENCIA EN LA PROGRAMACIÓN DIDÁCTICA


Enviado por   •  14 de Mayo de 2015  •  15.102 Palabras (61 Páginas)  •  156 Visitas

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EL PENSAMIENTO DEL NIÑO Y SU INFLUENCIA EN LA PROGRAMACIÓN DIDÁCTICA

1. El pensamiento religioso en Educación Infantil

Introducción

La educación en la infancia tiene una historia reciente y siempre vinculada al momento en el que se reconoció la identidad del niño separada de la del adulto. Este cambio de mentalidad se produjo a mitad del siglo XVIII, coincidiendo con un resurgimiento económico y social de la burguesía. El Emilio de Rousseau, se convirtió en la clave para la difusión de esta nueva visión educativa.

El cambio social del XVIII se transforma lentamente en revolución industrial en el siglo XIX, vinculada ya a la economía y al progreso. En aquel momento aparece un sentido nuevo del mundo del trabajo, dónde el niño y la mujer son incorporados al mundo laboral. Por vez primera surge la alerta sobre la protección de la infancia y hacen aparición las primeras instituciones religiosas “aulas de asilo” capaces de beneficiar a los niños.

Aunque el camino hacia la Educación infantil como proceso formativo será aún mucho más largo, y quedará vinculado al nacimiento e incorporación del niño a la escolaridad obligatoria.

La vida es una continuidad de sucesivas etapas interrelacionadas, entre las que aparece la infancia. Cada etapa se apoya en el logro precedente y sirve de despegue para nuevos aprendizajes. En el desarrollo existen momentos de crisis, o tiempos de reposo, que permiten conocer y consolidar lo aprendido.

La psicología ha ido marcando edades y momentos específicos de aprendizaje, aunque pueden variar de manera subjetiva con la personalidad del individuo. En cada periodo es posible diferenciar distintos aspectos del crecimiento: evolución psicológica, social, moral y, como no, la religiosidad.

Hasta hace poco tiempo el pensamiento religioso en la edad de cero a seis años había sido descartado. Rousseau se había proclamado con fuerza contra un pensamiento religioso infantil. Su argumento principal era la incapacidad del uso de la razón en estas edades, y la imposibilidad, por tanto del conocimiento de Dios.

Hoy en día esta idea está descartada; los estudios etnológicos, y los psicólogos de la religión admiten, sin duda, la existencia de elementos religiosos en el niño desde su nacimiento, aunque sus rasgos se concentren en el mundo y lenguaje simbólico.

En el niño pequeño se produce evolución espiritual, en tanto en cuanto, el progreso infantil se dirige a una toma de conciencia cada vez más firme sobre la unidad personal. El avance del desarrollo intelectual del niño le permite la adaptación progresiva al mundo exterior. Este progreso psíquico evoluciona desde lo orgánico a lo espiritual gracias al proceso de socialización.

2. Características psicológicas de los niños en Educación Infantil

Durante un largo período de tiempo el objetivo prioritario de la enseñanza estuvo centrado en los contenidos. Se debe a la figura de Piaget, estudiado en otras asignaturas, el cambio a favor de una enseñanza centrada en el niño. Su obra destaca por el estudio sobre cómo cada niño va construyendo el conocimiento del mundo y de sí mismo.

La mayoría de los psicólogos del desarrollo piensan que la personalidad se construye con una doble influencia: la dotación genética y la influencia ambiental . Nosotros nos sitúanos en una línea interaccionista, a partir de la cual iremos viendo la manera en la que se va configurando el desarrollo del alumno de Educación Infantil.

La personalidad es una amalgama de diversos factores fuertemente interrelacionados que responde a la individualidad y la unicidad de una persona. Aquello que permite que cada una de las personas seamos diferentes. Cuando estamos hablando de persona hablamos de un ser integral, en el que aparecen muchas dimensiones bajo una unidad.

Al hablar de personas nos referimos también a rasgos biológicos, fisiológicos, y como no psicológicos que nos permiten tener relación consciente con el medio en el que nos movemos. Estamos hablando de relaciones afectivas y relaciones perceptivas.

El enfoque correcto de las relaciones con el medio, padre-hijo, familia y escuela, relación de iguales, profesor-alumno, posee la mayor influencia sobre la maduración personal del niño. Las experiencias de los seis primeros años fundamentan el desarrollo de la personalidad, construyendo una urdimbre en la que van a ir insertándose el resto de los acontecimientos vitales.

De la naturaleza y del modo de desarrollarse las relaciones, dependen, en gran medida, las características fundamentales de la futura existencia individual y social. En particular, el nivel y la calidad de la vida intelectual, los sentimientos, las actitudes y los comportamientos que se manifiesten en la edad adulta. Dada esta trascendencia, el educador debe tener bien presentes las características fundamentales del desarrollo de la personalidad.

En esta etapa es posible diferenciar dos grandes periodos: 1) de cero a tres años, que tiende a regularizarse entre la mayoría de las familias; 2) de tres a seis años, incorporado al sistema docente.

2.1 Rasgos psicológicos del niño de cero a tres años

El niño de cero a tres se presenta como sujeto en desarrollo, que se estabiliza a medida que se acerca al final del periodo. A pesar de que la reciente Ley de Calidad Educativa se esfuerza por valorar este tiempo asistencial, la verdad es que antes de los tres años no nos interesa su estudio desde una perspectiva didáctica, por lo que presentaremos someramente los rasgos del final del primer ciclo y ahondaremos solo en el segundo.

Identidad personal y autonomía (0-3 años)

El ser humano es el animal más inmaduro de toda la naturaleza. Al nacer es prácticamente imposible su supervivencia sin la ayuda de sus congéneres.

Su proceso madurativo es mucho más lento que en cualquier otra especie, y requiere una mayor dependencia física, afectiva, social, moral, etc., de los adultos más cercanos. Las metas más claras que se le plantean son la búsqueda de la identidad y la autonomía personal, para saber contestar “quién soy”, y saber ser un “Yo” en relación con los demás

En los tres primeros años de vida se suceden cambios progresivos de vital importancia. No es posible trazar un esquema universal, aunque generalmente el niño a los tres años ha adquirido ya una cierta autonomía física

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