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El peregrino ruso


Enviado por   •  18 de Octubre de 2012  •  Ensayos  •  2.212 Palabras (9 Páginas)  •  611 Visitas

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“EL PEREGRINO RUSO”

Primera parte:

Fragmento del primer relato:

“—Me han contado que sois un hombre piadoso y prudente; por eso os pido en

nombre de Dios que me expliquéis qué quiere decir esta frase del Apóstol: Orad sin

cesar, y cómo es posible orar de esta manera. Esto es lo que deseo comprender sin

poderlo conseguir.

El hombre permaneció un rato en silencio, me miró con atención y dijo:

—La oración interior continua es el esfuerzo incesante del espíritu humano por

alcanzar a Dios. Para conseguir este saludable ejercicio, hay que pedir a menudo al

Señor que nos enseñe a orar sin cesar. Ora más y con más celo y fervor, y la oración te

hará comprender por sí misma cómo puede llegar a ser continua; pero para esto hace

falta mucho tiempo.”

Fragmentos del segundo relato:

“ —Que este acontecimiento te sirva de lección de desapego de las cosas de la tierra, a fin de poder volar más libremente hacia el cielo. Esta prueba te ha sido enviada a fin de

que no caigas en la voluptuosidad espiritual. Dios quiere que el cristiano renuncie a su

propia voluntad y a todo apego a ella, para poder ponerse así enteramente en los brazos

de la voluntad divina. Todo lo que Él hace es para el bien y la salvación de los hombres.

Él quiere que todos los hombres sean salvos. De modo que ten ánimo y cree que Dios

dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla. Pronto recibirás un

consuelo mayor que todas tus penas.

Al oír estas palabras, desperté y sentí en mi cuerpo fuerzas renovadas y en mi alma

como una aurora y una nueva tranquilidad. ¡Qué se cumpla la voluntad de Dios!, dije. “

“Me sentí fuerte igualmente, y a cada asalto de la tentación de beber la vencía leyendo mi capítulo del Evangelio. Cuanto más tiempo pasaba, me iba mejor. Cuando hube acabado los

cuatro Evangelios, mi pasión por el vino había desaparecido completamente; me era ya

del todo indiferente. Y hace ya veinte años que no he llevado a mis labios ninguna

bebida fuerte.

»Todos se extrañaron de mi cambio. Pasados tres años fui admitido de nuevo en el

cuerpo de oficiales; fui ascendiendo los grados sucesivos y quedé nombrado capitán.

Contraje matrimonio con una excelente mujer; hemos reunido algunos bienes y ahora,

gracias a Dios, las cosas van marchando.”

Fragmento del tercer relato:

“Pasado un año, mi abuelo enfermó de muerte. Me llamó junto a él, me dijo adiós y añadió:

—Te dejo la casa y todo lo que tengo; vive como Dios manda, no engañes nunca a

nadie y sobre todas las cosas reza siempre a Dios; de Él nos viene todo lo que tenemos.

No pongas tu esperanza sino en Dios, no dejes de ir a la iglesia, lee la Biblia y acuérdate

de nosotros en tus oraciones. Aquí tienes mil rublos de plata; guárdalos, no los gastes en

cosas inútiles, pero tampoco seas avaro; reparte entre los mendigos y las iglesias de Dios.”

“Teníamos la Biblia bajo la almohada y pudimos llevarla con nosotros. Vimos cómo

ardía nuestra casa y nos dijimos: Gracias a Dios que hemos podido salvar la Biblia; así

podremos al menos consolarnos en la desgracia.”

Fragmentos del cuarto relato:

“Han pasado cosas, unas buenas y favorables y otras, en cambio, nada agradables; no

es posible contarlo todo y mucho es también lo que se me ha olvidado, porque sobre

todo he procurado guardar en la memoria el recuerdo de aquellas cosas que llevaban a

mi alma perezosa a la oración; todo lo demás raramente lo he evocado o, mejor dicho, lo

he procurado ir olvidando, según lo que nos enseña el apóstol San Pablo, que dejó

escrito: Dando al olvido lo que ya queda atrás y lanzándome en persecución de lo que

tengo delante, corro hacia la meta”

“La oración hervía en mi corazón y sentía necesidad de calma y de silencio para dejar a esta

llama subir libremente, y para ocultar un poco las señales externas de la oración,

lágrimas, suspiros y movimientos del rostro y de los labios.”

“—Vete al cuarto de al lado, me dijo; no hay nadie en él y podrás cambiarte de ropa.

Me fui a cambiar y luego volví donde ellos. Me hicieron sentar en una silla y se pusieron a calzarme; el marido me enrollaba las bandas y la señora se puso a calzarme los zapatos. Al principio me resistí cuanto pude, pero ellos me hicieron sentar diciendo:

—Siéntate y calla, que también Cristo lavó los pies de sus discípulos.

No pude resistir más y me eché a llorar; ellos lloraban igualmente.”

“Yo le respondí:

—Amar a Jesucristo está muy bien, y darle gracias, también; pero tomar cualquier

visión como una revelación directa de la gracia, eso no debes hacerlo, pues es cosa que

a menudo se produce naturalmente según el orden de las

...

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