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Iglesia Siglo XXI


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  4.362 Palabras (18 Páginas)  •  397 Visitas

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La iglesia que edificaría.

La Viña del siglo 21

por Todd Hunter

El 21 de Julio de 1999, en la última sesión de la conferencia nacional de pastores de la Viña de Estados Unidos, Todd Hunter dio un discurso de cierre “¿Hacia dónde nos dirigimos desde aquí?” mientras la Viña se dirige hacia el próximo milenio. La respuesta a ese discurso ha sido importante, y pensamos que a muchos de vosotros os gustaría leerlo por vosotros mismos. Entonces aquí, encontraréis una selección que hemos editado, basados en ese discurso.

Hace veinte años, sentados en el jardín trasero en casa de John Wimber, soñabamos con iglesias para la generación de nacida después de los años 50. Las llamamos iglesias de la “generación del rock”. John me presentó lo que había aprendido como consultor en el instituto Fuller acerca de derribar las “barreras de vitrales” para alcanzar mi generación para Cristo. Cuando tenía 23 años Debbie y yo nos mudamos a Wheelingm en West Virginia justamente para hacer eso y plantar nuestra primera iglesia.

El mismo tipo de energía espiritual e intelectual siento por construir igleisas hoy, a medida que nos esforzamos para contar la historia de Cristo a una nueva generación. Algo de esta energía está arraigada en una visión que tuve hace algunos meses, en ella no veía nada más que un enorme mar de grandes botas Doc Marten negras (botas que generalmente usan los jóvenes) que pasaban a mi lado. (Tenéis que entender que para mí, ese tipo de botas representa a los adolescentes, podéis estar seguros que nunca me veréis en un par de ellas). No podía determinar hacia dónde se dirigían – sólo sabía que se movían hacia algún lugar eternamente. Luego oí la voz de Dios que me hablaba tal como me habló hace veinte años, y dijo “Ahora es tu trabajo ayudar para que la Viña aprenda a hacer iglesias para el mundo post-moderno.”

Quiero deciros – sabiendo lo que sé ahora – lo que haría si Dios me permitiera salir y comenzar una iglesia hoy. Me toca profundamente saber que, bajo nuestro cuidado como ministros de Cristo, el mayor cambio social en los últimos trescientos años – el cambio hacia el post-modernismo – está comenzando. Estoy entusiasmado sólo de estar vivo en este momento porque bajo nuestro cuidado, tenemos la responsabilidad y el privilegio de liderar en lo que claramente es un momento crucial en la historia de la humanidad.

Sobre la identidad que la Viña tiene de sí misma:

Quiero recalcar un punto clave con relación a la autoidentidad de la Viña. Durante los últimos veinte años ayudamos a avanzar en una importante corrección con relación al rol del Espíritu Santo en la iglesia evangélica. La validez de los dones espirituales y la importancia de la adoración apenas se menciona ahora. Es difícil encontrar a alguien que esté dispuesto a discutir por el cesacionalismo. Pero nuestro concepto de nosotros mismos, de quince años como “lo mejor del evangelicalismo y del pentecostalismo” ha llegado a ser gastado y sin significado. Tales distinciones significan cada vez menos a la mayor parte de la iglesia porque Dios nos ha usado a nosotros – y a otros – para derribar

las barreras entre el ala carismática y el ala conservadora de la iglesia evangélica. El promedio de la gente apenas conoce las diferencias entre todos los términos.

Pero, he aquí una pregunta: ¿Hacia qué objetivo nos ayudó Dios para avanzar en este paradigma? ¿Para qué? Mi opinión es que ahora es el tiempo para modificar nuestra autoidentidad. Jack Hayford nos dijo algo importante. Hablando acerca de odres de vino dijo, “lo nuevo no llega poco a poco.” Es verdad. Lo que enfrentamos en nuestra sociedad y en la iglesia va a requerir cambios totales, no poco a poco. Asi que permitidme decir, que como líderes en este movimiento, es tiempo de oir nuevamente la voz de Dios. Esta es una nueva era.

Uno de los principales problemas con nuestra actual autoidentidad es que nos hemos definido a nosotros mismos básicamente con respecto a la iglesia. De esta forma, mientras que ser “lo mejor de ambos mundos” fue una comprensión decisiva por parte de John Wimber, lo que ha sucedido – y esto ha sucedido en la mayoría de cada movimiento en la historia de la iglesia – es que por un período de veinte años una rectificación decisiva de ayuda de parte de Dios ha llegado a ser reducida en las mentes de muchos, a algo similar a una estrategia de mercado. “Lo mejor de ambos mundos” se ha convertido en nuestra forma de posicionarnos eclesiásticamente, de contrastarnos con Calvary Chapel (Capilla Calvario), o con Toronto, o con cualquier espectro de la iglesia de la cual estamos tratando de diferenciarnos.

Hay poco poder en ese acercamiento. Es fundamentalmente decisivo. Nuestra identidad debe ser algo más de un millón de veces más profunda. Sugiero que cambiemos nuestra autoidentidad alrededor de una frase que uno de los miembros de la junta mencionó durante una reunión reciente. La frase viene de Karl Barth: “Ser la iglesia para el bien del mundo.” Y mi forma de describir una “iglesia para el bien del mundo” estaría contenida en esta frase: “Comunidades misionales de Dios.” En pocas palabras, hacia allí es donde nos dirigimos.

Acerca de ser una iglesia que se mueve hacia Dios

Cuando pienso en iglesias que se mueven hacia Dios, pienso en el reino de Dios – en Dios expresando su gobierno y reino por medio de la iglesia, por medio del poder del Espiritu Santo. Miroslaf Volf escribió un libro llamado En busca de nuestra semejanza: La Iglesia como la Imagen de la Trinidad, en la cual él menciona que creció en un pequeño pueblo en Yugoslavia donde su padre era un pastor pentecostal. Dice que allí aprendió dos lecciones acerca de la vida de la iglesia.

Primero, No hay ninguna iglesia sin el reino de Dios. “Cuando las ventanas que orientan hacia el reino de Dios están cerradas, la oscuridad desciende sobre la iglesia y el aire se pone pesado. Cuando las ventanas que orientan hacia el reino de Dios están abiertas, la luz y el aliento de Dios que da vida, da a las iglesias una nueva esperanza.” La segunda lección que Volf dice que aprendió, sin embargo, es esta: No hay reino de Dios sin la iglesia. Es sólo mediante la iglesia – en tanto ella exista en obediencia a Dios – que él obra en el mundo.

Acerca de mantener las señales del reino

Hace aproximadamente un año, fui a la Universidad

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