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LITURGIA GRIEGA DE SAN MARCOS


Enviado por   •  14 de Junio de 2016  •  Documentos de Investigación  •  1.909 Palabras (8 Páginas)  •  245 Visitas

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LITURGIA GRIEGA DE SAN MARCOS

Este rito, tal como se lo conoce hoy en día, ha experimentado un desarrollo notable. Se ha añadido una Prótesis de la Liturgia Bizantina (preparación para las oblaciones antes del comienzo de la liturgia actual); el Credo se dice como en Constantinopla, justo antes de la Anáfora; la Epíclesis muestra signos de la misma influencia; y la entrada griega está acompañada por un Querubicón. A partir del cisma monofisita, este uso se vio afectado cada vez más por la liturgia bizantina, hasta que, por fin, fue enteramente adoptado por los melquitas. Sin embargo, es posible separarlo de adiciones posteriores y reproducir la liturgia alejandrina griega original, el rito madre de todos los demás en Egipto. Después de la Prótesis, la Misa de los Catecúmenos empieza con el saludo del celebrante:”La paz sea con vosotros”, a lo que el pueblo responde:”Y con tu espíritu”. El diácono dice “Oremos” y ellos repiten Kyrie eleison por tres veces; luego el sacerdote reza la oración colecta. Se repite todo el rito tres veces, de modo que hay nueve Kyrie eleison intercalados con saludos y colectas. Durante la Pequeña Entrada (procesiones del celebrante y el diácono con los libros para las lecturas), el coro canta el Trisagio (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Mortal, ten piedad de nosotros). Las lecturas comienzan con el saludo usual: “La paz sea con vosotros”. Repuesta: “Y con tu espíritu”. Se lee “El Apóstol”, y luego, después de poner el incienso en el incensario, el Evangelio. El diácono indica al pueblo que se ponga de pie para oírlo.

Sozomen, quien murió después de 425, describe como costumbre peculiar de Alejandría que el obispo no se pone de pie durante el Evangelio (Hiss. Eccl., VII, xix). Después del Evangelio sigue la Homilía. Tanto Sócrates como Sozomen declaran que en sus tiempos sólo predicaba el obispo, y atribuyen esta costumbre a las consecuencias de los problemas causados por Arrio (Socr., V, XII; Soz., VII, XIX). Antes de despedir a los catecúmenos, el diácono recita una letanía (la gran Ekteneia). Le dice al pueblo que ore por los vivos, los enfermos, los viajeros, para que haga buen tiempo, por los frutos de la tierra, por la “crecida regular de los ríos” (el Nilo, tema importante en Egipto), “por la buena lluvia y los trigales de la tierra”, por la salvación de todos, “la seguridad del mundo y de esta ciudad”, por “nuestros soberanos que aman a Cristo”, por los prisioneros, por “aquellos que se han dormido”, “el sacrificio de nuestras ofrendas”, por los afligidos, y por los catecúmenos. A cada invocación, el pueblo contesta “Kyrie eleison”. Mientras tanto, el sacerdote reza en silencio por las mismas intenciones, y cuando finaliza la letanía del diácono, termina su plegaria en voz alta con la doxología. Se canta el “versículo” (stichos, versículo de un salmo), y el diácono dice “Las Tres”, es decir, las tres oraciones: por toda la Iglesia, el Patriarca y la Iglesia local; en cada caso el sacerdote finaliza con una colecta. Se despide a los catecúmenos, y empieza la Misa de los fieles con la “Gran Entrada”. El celebrante y el diácono traen las ofrendas de la Prótesis al altar mientras el pueblo canta el Querubicón. A continuación se dan el ósculo de paz, con la oración que le pertenece; luego se recita el Credo y el Ofertorio en el altar. (En otras liturgias se dice el Ofertorio antes de la Gran Entrada en la Prótesis). Comienza la Anáfora, como siempre, con el saludo al pueblo y el diálogo: “Levantemos el corazón”. Respuesta: “Lo tenemos levantado hacia el Señor” – “Demos gracias a Dios”. Respuesta: “Es justo y necesario”. A continuación se dice la Oración Eucarística: “En verdad es justo y necesario, recto, santo, apropiado, y bueno para nuestras almas, oh Maestro, Señor, Dios Padre Todopoderoso, alabarte…” La peculiaridad de todas las liturgias egipcias es que la Súplica por distintas intenciones y por el pueblo, que en todos los otros ritos siguen al Sanctus y a la consagración, se rezan en este punto durante lo que llamaríamos el Prefacio. El Prefacio Alejandrino es muy largo; entremezclado con él se reza una serie de oraciones por la Iglesia, el emperador, los enfermos, los frutos de la tierra, y así sucesivamente. Otra vez el sacerdote ora a Dios para que “lleve las aguas del río a su debida medida “; recuerda a varias clases de santos, especialmente a San Marcos, reza la primera parte del Avemaría, y continúa en voz alta; “especialmente nuestra santa, inmaculada y gloriosa María, Madre de Dios siempre Virgen”. En este momento el diácono lee los dípticos de los difuntos; el sacerdote continúa con sus súplicas por el patriarca, el obispo, y todos los vivos; el diácono indica al pueblo que se ponga de pie y que luego mire hacia el este; así, por fin se llega al Sanctus: “el Querubín de varios ojos y el Serafín de seis alas… cantan, exclaman, Te alaban, y dicen: Santo, santo, santo es el Señor del universo”. Continúa en voz alta: “Santifícanos y recibe nuestra alabanza, con todos los que te santifican, Señor y maestro, cantan y dicen” (el pueblo prosigue): “Santo, santo, santo es el Señor”. Después del largo Prefacio, el Canon hasta las palabras de la Institución es muy corto. El sacerdote, como siempre, recoge las palabras del pueblo y casi enseguida dice “Nuestro Señor, Dios y gran Rey (pambasileus), Jesucristo, quien en la noche en que se iba a entregar a la más horrible de las muertes por nuestros pecados, tomando el pan en Sus manos santas, puras e inmaculadas, mirando al cielo a Ti, Su Padre, Dios nuestro y Dios de todas las cosas, dio gracias, lo bendijo, lo partió, y se lo dio a Sus santos y benditos discípulos y apóstoles, diciendo [en voz alta]: Tomad y comed [el diácono le dice a los sacerdotes concelebrantes que extiendan las manos], porque éste es Mi Cuerpo, partido y entregado por vosotros para el perdón de los pecados”. Respuesta: Amén. Las palabras de la Institución del Cáliz se dicen de la misma manera. El sacerdote, al final, levanta la voz diciendo: “Bebed todos de él”; el diácono dice: “Extiende tus manos otra vez”, y el sacerdote continúa: “ésta es Mi Sangre del Nuevo Testamento, derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”. Respuesta: Amén. “Haced esto en conmemoración Mía…” Sigue la Anamnesis, que se refiere a la muerte, resurrección, ascensión, y segunda venida de Nuestro Señor, y pasa inmediatamente a la Epíclesis: “Manda Tu Espíritu Santo para que baje sobre nosotros y sobre este pan y cáliz, para que Él como Dios Todopoderoso los bendiga y perfeccione [en voz alta] y convierta este pan en el Cuerpo”. Respuesta: Amén. “Y este cáliz, la Sangre del Nuevo Testamento, la Sangre de nuestro Señor, y Dios, y Salvador, y gran Rey, Jesucristo”… Finaliza la Epíclesis con una doxología a la cual el pueblo responde: “Como era y es”. A continuación sigue el Padrenuestro, dicho primeramente en silencio por el sacerdote y luego en voz alta por el pueblo, con los embolismos usuales, la Inclinación delante del Santísimo Sacramento – el diácono dice: “Inclinemos nuestras cabezas delante del Señor”, y el pueblo contesta: “Ante Ti, oh Señor”; la Elevación con las palabras: “Cosas santas al Santo” y la respuesta: “Un solo Padre Santo, un solo Hijo Santo, un solo Espíritu Santo, en unión del Espíritu Santo. Amén”. Después se Parte el Pan, durante lo cual se canta el Salmo cl (Laudate Dominum in sanctis eius), ) y la Comunión. La fórmula de la comunión es: “El Cuerpo santo” y luego “la preciosa Sangre de nuestro Señor, Dios y Salvador”. Se prosigue con una acción de gracias breve, y se despide al pueblo con la bendición tomada de Cor. II,XIII, 13. Se recitan unas plegarias más en el Diaconicón, y la liturgia termina con las palabras: “Bendito sea Dios que bendice, santifica, protege y nos guarda en toda la participación de Sus misterios santos. Es bendito por siempre. Amén”.

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