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La Basilica De San Francisco De Asis


Enviado por   •  5 de Agosto de 2012  •  1.426 Palabras (6 Páginas)  •  659 Visitas

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Tras su apariencia vetusta y monumental, la fachada del convento de San Francisco de Asís en Lima (Perú) alberga un inquietante cementerio. Apiñadas en un pasillo angosto, que nada tiene que envidiar a los paisajes del averno, se hallan más de setenta mil calaveras.

La mayoría de ellas pertenecen a los primeros pobladores de la ciudad, fundada en el año 1535 por Francisco Pizarro. La luz blanquecina, que el flash de la cámara arranca al insólito osario, sería suficiente para poner los pelos de punta al sorprendido peregrino de estas catacumbas limeñas, pero el contacto con el mundo de ultratumba no acaba para algunos aquí. Según cuentan los monjes del convento, un misterioso personaje, translúcido y silencioso, deambula a su gusto por los angostos túneles, para sorpresa e inquietud de quienes se topan con él. Enterado de algunas de las historias extraordinarias que acontecen en el interior de estas paredes, me dispuse a atravesar el portal de piedra oscura del monumental edificio, uno de los tres conventos más grandes de América, cuya construcción data de los siglos XVI y XVII cuando, coincidiendo casi con la fundación de la capital de Perú, la Orden Franciscana recibió un solar sobre el que se levantó primero una modesta capilla. Los cimientos de la pequeña iglesia fallaron durante las siguientes décadas y el edificio se derrumbó, perdiéndose entre los escombros incalculables riquezas artísticas. Más tarde, y bajo la dirección del arquitecto portugués Constantino de Vasconcellos, se erigió un nuevo templo en la misma ubicación, que fue inaugurado el 3 de octubre de 1672.

El descanso de los muertos

Los cinco soles que vale la entrada al monumento incluyen una visita guiada por las diferentes salas del edificio, algunas de las cuales sorprenden con su depurado estilo mudéjar, de inspiración islámica y que tiene su origen en el Sur de España. Pero ya sea por interés histórico o por puro morbo el lugar más visitado del recinto son sus criptas, llamadas popularmente «catacumbas» por su similitud con los enterramientos romanos. Este inusitado interés ha llevado a que determinadas zonas subterráneas hayan sido habilitadas y adaptadas para la llegada masiva de turistas los cuales disfrutan de un espectáculo ciertamente singular al pasearse entre los estrechos conductos.

A lo largo de un kilómetro de penumbras, y acompañado por un olor rancio y penetrante, el visitante se adentra bajo techos abovedados unidos por arcos de medio punto, y rodeado por miles de huesos custodiados en largas cajoneras dispuestas a uno y otro lado del sendero. Asimismo se encuentra con numerosos osarios y pozos de más diez metros de profundidad, que no sólo sirven como fosa común, sino también para absorber las ondas sísmicas frecuentes en la cordillera andina. Las piezas óseas aparecen separadas por tipología. Tibias, peronés, costillas, fémures, cráneos pulcramente ordenados se hallan al alcance de quien se adentra en las entrañas del sepulcral convento monumental. Y para aumentar el efecto de miedo en el espectador, en algunas fosas las calaveras y huesos se han colocado formando espeluznantes figuras geométricas.

Las «catacumbas» de Lima dejaron de ser utilizadas con fines funerarios a principios del siglo XIX. Hasta entonces se dio sepultura bajo la iglesia a miembros de diferentes cofradías y hermandades religiosas de la ciudad, de modo que llegaron a albergar decenas de miles de cadáveres. Siguiendo una curiosa costumbre de la época, los sepulcros rectangulares eran excavados a gran profundidad, y en ellos eran introducidos numerosos féretros, uno encima de otro, separados por una determinada cantidad de cal que aceleraba el proceso de descomposición y evitaba malos olores y epidemias.

Los túneles fueron finalmente cegados, para no ser reabiertos hasta más de un siglo después, en 1947. A partir de entonces se llevaron a cabo los oportunos trabajos de excavación, limpieza e instalación eléctrica que mediante la rotura de muros y pasadizosconvirtieron las criptas originales, reducidas e independientes, en la laberíntica red actual de fosas llenas de calaveras y huesos, abierta al público desde 1950.

Algunas de las criptas pertenecen a personajes populares. Es el caso de la conocida como la «de los Venerables», donde reposan los restos del abad Fray Juan Gómez, a quién inmortalizó Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas. Junto a él se hallan asimismo los cuerpos de otros insignes hermanos como Fray Ramón Tagle y Bracho, hijo de los Marqueses de Torre Tagle, o los de Fray Andrés Corso,

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