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La espiritualidad cristiana


Enviado por   •  10 de Abril de 2015  •  Ensayos  •  2.345 Palabras (10 Páginas)  •  106 Visitas

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egún nuestra vocación específica

«La gloria de Dios y la salvación de las almas»

Queridos hermanos y hermanas de la Familia Salesiana:

Estamos concluyendo el trienio de prparación al Bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Después de haber dedicado el primer año a conocer su figura histórica y el segundo a subrayar sus rasgos fisonómicos como educador y a actualizar su praxis educativa, en este tercero y último año entendemos ir a la fuente de su carisma, bebiendo en su espiritualidad.

La espiritualidad cristiana tiene como centro la caridad, es decir, la vida misma de Dios, que en su realidad más profunda es Agape, Caridad, Amor. La espiritualidad salesiana no es distinta de la espiritualidad cristiana; también ella está centrada en la caridad; en este caso se trata de la «caridad pastoral», es decir, esa caridad que nos impulsa a buscar «la gloria de Dios y la salvación de las almas». «Caritas Christi urget nos».

Como todos los grandes santos fundadores, Don Bosco vivió la vida cristiana con una ardiente caridad y contempló al Señor Jesús desde una perspectiva particular, la del carisma que Dios le confió, la misión juvenil. La «caridad salesiana» es caridad pastoral, porque busca la salvación de las almas, y es caridad educativa, porque encuentra en la educación el recurso que permite ayudar a los jóvenes a expandir todas sus energías de bien; de este modo los jóvenes pueden crecer como honrados ciudadanos, buenos cristianos y futuros habitantes del cielo.

Os invito, pues, queridos miembros de la Familia Salesiana, a beber en las fuentes de la espiritualidad de Don Bosco, es decir, en su caridad educativa y pastoral. Ella tiene su modelo en Cristo Buen Pastor; encuentra su oración y su programa de vida en el lema de Don Bosco “Da mihi animas, cetera tolle”. Siguiendo este camino de profundización, podremos descubrir un «Don Bosco místico», cuya experiencia espiritual es el fundamento de nuestro modo de vivir hoy, la espiritualidad salesiana, en la diversidad de las vocaciones que en él se inspiran; y podremos nosotros mismos sentir una fuerte experiencia espiritual salesiana.

Conocer la vida de Don Bosco y su pedagogía no significa sin embargo comprender el secreto más profundo y la razón última de su sorprendente actualidad. El conocimiento de los aspectos de la vida de Don Bosco, de sus actividades y también de su método educativo no basta. Como base de todo, como fuente de la fecundidad de su acción y de su actualidad, hay algo que con frecuencia se nos escapa también a nosotros, sus hijos e hijas: la profunda vida interior, lo que se podría llamar su «familiaridad» con Dios. Quizá es precisamente esto lo mejor que tenemos de él para poder amarlo, invocar, imitar y seguir para encontrar al Señor Jesús y hacer que lo encuentren los jóvenes.

Hoy se podría trazar el perfil espiritual de Don Bosco partiendo de las impresiones expresadas por sus primeros colaboradores. Se podría pasar después al libro escrito por Don Eugenio Ceria, Don Bosco con Dios, que fue el primer intento de síntesis en el nivel divulgativo de su espiritualidad. Se podrían confrontar después las diversas relecturas de la experiencia espiritual de Don Bosco hechas por sus Sucesores, para llegar finalmente a las investigaciones que imprimieron un giro en el estudio del modo de vivir la fe y la religión por parte de Don Bosco mismo.

Estos últimos estudios resultan más fielmente fieles a las fuentes; están abiertos a la consideración de las diversas ópticas y de las diferentes figuras espirituales que influyeron en Don Bosco o que tuvieron contactos con él: san Francisco de Sales, san Ignacio de Loyola, san Alfonso María de Ligorio, san Vicente de Paul, san Felipe Neri…; aunque nos sirven también para reconocer que la suya fue de todos modos una experiencia espiritual original y genial. Sería interesante tener ahora un nuevo perfil espiritual de Don Bosco, es decir, una nueva hagiografía como hoy la entiende la teología espiritual.

El Don Bosco «hombre espiritual» ha fascinado e interesado a Walter Nigg, pastor luterano y profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad de Zurich; se ha centrado en su fisonomía espiritual y ha escrito así: «Presentar su figura sobrevolando el hecho de que nos encontramos frente a un santo sería como presentar solo media verdad. La categoría del santo debe tener la precedencia respecto a la de educador. Cualquier otra gradación falsearía la jerarquía de los valores. Por otra parte el santo es el hombre en el que lo natural toca lo sobrenatural y lo sobrenatural está presente en Don Bosco en medida notable […] Para nosotros no hay dudas: el verdadero santo de la Italia moderna es Don Bosco».[1]

En los mismos años ochenta del siglo pasado esa opinión la compartía el teólogo P. Dominique Chenu O.P.; a la pregunta de un periodista que pedía que indicase algunos santos portadores de un mensaje de actualidad para los nuevos tiempos, respondía: «Me gusta recordar, ante todo, al que se adelantó al Concilio un siglo antes, Don Bosco. Él es ya, proféticamente, un modelo de santidad para su obra que es ruptura con un modo de pensar y de creer de sus contemporáneos».

En cada etapa y contexto cultural se trata de responder a estas preguntas:

– ¿Qué recibió Don Bosco del ambiente en que vivió?

– ¿En qué medida es deudor del entorno, de la familia, de la Iglesia de su época?

– ¿Cómo reaccionó y qué dio a su tiempo y a su ambiente?

– ¿Cómo ha influido en los tiempos que le han seguido?

– ¿Cómo lo han visto sus contemporáneos: los Salesianos, el pueblo, la Iglesia, los seglares?

– ¿Cómo lo han comprendido las sucesivas generaciones?

– ¿Qué aspectos de su santidad se nos presentan a nosotros más interesantes?

– ¿Cómo traducir hoy el modo en que Don Bosco interpretó el Evangelio?

Estas son las preguntas a las que debería responder una nueva hagiografía de Don Bosco. No se trata de llegar a la identificación de un perfil de Don Bosco definitivo y siempre válido, sino de evidenciar uno adecuado a nuestra época. Es evidente que de cada santo se subrayan los aspectos que interesan por su actualidad y se orillan los que no se consideran necesarios

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