La historia de esta maestra de la Biblia
larcodelgadoMonografía16 de Mayo de 2013
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La historia de esta maestra de la Biblia, escritora y ministro, demuestra que Dios es capaz de darle un giro grandioso a la vida de cualquiera que se lo permita.
Son tantas las mujeres que asisten a las clases bíblicas que ofrece Beth Moore cada otoño y primavera, que los autos no caben en el estacionamiento. Pero estas condiciones no las detienen, ni a algunos hombres que también asisten. A lo que ella comenta: "Si un hombre viene a mi clase, se atiene a una conversación de mujeres, ahí se dará cuenta que está viniendo a un ambiente donde el ministerio es hacia las mujeres".
Pero el hecho que los hombres quieren asistir es un testimonio de la universalidad del mensaje de Beth, el cual en sus propias palabras es: "No importa en qué estado se encuentre, Jesucristo lo quiere a usted, y desea redimir su vida".
Ella describe las clases como "un estudio bíblico de la comunidad donde todas las denominaciones están presentes". La denominación no es la única variable. La diversidad de los grupos que llenan el santuario es una mezcla de jóvenes y mayores; profesionales y clase trabajadora; evangélicos, pentecostales-carismáticos; negros, blancos, asiáticos e hispanos.
¿Por qué tantas mujeres de diferentes trasfondos vienen a escuchar a la aclamada y eficaz ministro que antes sólo se conocía dentro de los círculos de la Iglesia Bautista del Sur? Fácil. Ella es brillante, cómica, franca y compasiva.
"La única razón por la cual empecé a enseñar en la escuela dominical es porque me rechazaron en el coro de campanas", confesó riéndose a carcajadas.
Vestida más bien como la instructora de aeróbicos que solía ser que una ministro, ella sabe llegar a las mujeres justo en el lugar donde se encuentran, con sus luchas y demás, y les deja saber que ella también ha estado allí. No se enfoca en asuntos doctrinales que distancian, sino que a propósito evita tópicos que desunen el Cuerpo de Cristo.
"Mi corazón es que estemos unidos", señaló. "Quizás interpretamos las cosas de manera diferente, pero podemos tener apreciación por los puntos de vista de unos y otros."
Pero lo más que atrae de los estudios bíblicos de Beth semana tras semana, es su desmedido amor por Dios y Su palabra, y su habilidad para compartir ese amor con su audiencia.
"Usted y yo hemos sido creadas para la pasión así que la vamos a encontrar, de una manera u otra", le expresó Beth a las damas. Su meta y el empuje de su ministerio, es ayudar a encontrarla a través de una relación con Él--a través de un intenso e imparable estudio de la Palabra.
Impacto mundial
Al día de hoy Beth, de 46 años de edad, ha sido muy exitosa en alcanzar esta meta. Mujeres alrededor del mundo están usando sus nueve manuales de estudio bíblico que han vendido más de 4.5 millones de copias desde que se publicó el primero, A Woman's Heart: God's Dwelling Place, en 1995. También están leyendo sus libros, como el que fue nominado para el
medallón de oro Jesús, sólo Jesús; la escuchan en las conferencias de su ministerio Living Proof Live y otras alrededor del país; otras visitan su página de internet donde de paso son salvadas, sanadas y liberadas de cualquier atadura.
Una dama que comparte el mismo nombre y apellido de la autora quedó tan impactada que escribió: "A principios de noviembre del 2002, me topé con su página de internet (www.believingGod. com). Escuché su invitación para aceptar a Jesús aquí sentada en la sala de mi casa, no estaba segura si era así de fácil. Pero usted dijo: 'Por favor ore conmigo', y así hice. Beth, no le puedo explicar cuanto mi vida a comenzado a cambiar en apenas un par de meses. ¡Dios es muy bueno...muy bueno!"
Beth siente tanta pasión por ayudar a las mujeres a establecer y fomentar una relación con Cristo que hace llamados al altar para recibir salvación cada vez que ministra. En realidad son pocas las veces que acepta invitaciones para hablar en conferencias donde no se da esta oportunidad. "Voy tras dos cosas", manifestó. "Voy tras darle la prioridad a la alabanza y estar en la Palabra de Dios. También quiero una invitación a la salvación."
El deseo de Beth es enfocarse en estos dos propósitos, por eso es que mayormente participa en las conferencias que organiza su ministerio, las cuales planifica LifeWay, la casa editorial de sus manuales de estudio.
De la misma manera que su carrera como conferencista ha crecido dentro de los bordes de los EE.UU, también le están surgiendo invitaciones en el extranjero. En los últimos años ha enseñado en Israel, Grecia, Inglaterra, Alemania, Filipinas, Singapur, Suiza y Sur África.
No cabe duda que el ministerio de Beth está haciendo la diferencia. En una reciente encuesta hecha por la revista norteamericana Today's Christian Woman (La Mujer Cristiana de Hoy), se le catalogó como la tercera en la lista de mujeres que han tenido un gran impacto en la vida de los lectores en los pasados cinco años, sólo la precedían la ministro carismática Joyce Meyer y Stormie Omartian, autora de El poder de la esposa que ora y otros títulos similares. La revista Christian Reader la nombró como la "Maestra de la Biblia de EE.UU". Su alma máter, la Southwest Texas University, la nombró alumna distinguida del 2001 y la Howard Payne University en Brownwood, Texas, le concedió el grado honorario de doctora en humanidades.
Un comienzo inverosímil
¿Cuál fue la respuesta de Beth a toda esta notoriedad hacia sus enseñanzas? No podía estar más sorprendida. Ambos, ella y Keith, su esposo desde hace 25 años, están maravillados con la manera en que Dios la está usando. "Sabemos que es un milagro porque nuestra vida ha sido extraída del abismo", señaló.
Cuando Keith leyó sobre su esposa en el artículo de portada de la revista Christian Reader, comenzó a llorar, confesó Beth. Ambos se pusieron de rodillas y clamando dijeron: "¡Ayúdanos Dios a no avergonzar el Cuerpo de Cristo!"
Beth explicó: "No esperábamos ese artículo porque no me entrevistaron. En cierto modo
quiero pensar, Si soy la Maestra de la Biblia de los EE.UU., ¡el país está en problemas!".
El asombro de Beth es entendible, considerando sus comienzos. Nacida, según sus propias palabras, como la hija de un oficial del ejército en Green Bay, Wisconsin y criada en el pequeño pueblo de Arkadelphia, Arkansas, dio muy pocos indicios de su futuro cuando más joven. La cuarta de cinco hijos, era tan introvertida que casi no hablaba.
"Era la niña más insegura que se puedan imaginar", manifestó Beth. "Era bien tímida y a punto del llanto todo el tiempo, y me halaba los cabellos por montones."
Beth no fue siempre así. Su mamá Aletha Green, quien falleció en 1998, le contó que en sus primeros años no tenía miedo de expresar cómo se sentía. Hasta tuvo un hábito que quizás fue el más profético en cuanto a lo que se aproximaba. Constantemente escribía garabatos en bloques de papel que le rogaba a su mamá que le trajera del supermercado. Incluso antes de aprender a escribir se inventó su propia cursiva y redactó historias originales.
"No fueron cosas espirituales, sino simples historietas", señaló Beth. "Pero más tarde las podía sacar y en mi mente sabía qué había escrito."
Su tendencia natural a hablar se vio suprimida cuando comenzó a sufrir abuso antes de los cincos años por una persona cercana a la familia. El abuso fue intermitente, pero duró hasta poco antes de terminar la escuela elemental. Esa experiencia tuvo un impacto devastador en su personalidad. "Me encerré en mí misma por completo", manifestó. Beth añadió: "También tuve momentos maravillosos durante mi niñez. Pero cuando eres victimizada eso opaca lo demás. Sucedió tan temprano en mi vida que se alojó en la fibra que me indicaba cómo relacionarme con los demás. Formó mi manera de verme y cómo me sentía por los demás. Cuando tenía siete años, sentía tanta vergüenza de mí misma y no podía articular por qué. Recuerdo estar sentada en la iglesia, sujetándome la cabeza y pensando, Alguien sabrá. Vestía un manto de vergüenza, fue terrible."
Como si la victimización no fue suficiente para hacerla que se apartara, a los cinco años tuvo un accidente que hizo que sus dientes de leche se le incrustaran en las encías. Cuando le salieron los dientes permanentes, en vez de nacerle perpendiculares le crecieron hacia afuera. Fueron tantas las burlas en la escuela que sus padres tuvieron que llevarla a un ortodoncista.
A manera de justificar el tiempo y el gasto requerido, Aletha le dijo a su esposo, Albert: "Tú no sabes si Dios va a usar su boca algún día".
"Pensaba, ¿Usar mi boca?", manifestó Beth. "Esta era la niña que se cubría los labios con sus manos en todo momento. Nunca las bajaba. No me gustaba
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