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La mujer a la que se le perdonó mucho


Enviado por   •  29 de Julio de 2017  •  Biografías  •  1.900 Palabras (8 Páginas)  •  272 Visitas

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La mujer a la que se le perdonó mucho

LUCAS 7:36-50

7:36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
7:37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; 
7:38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
7:39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. 
7:40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo:
Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. 
7:41 
Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 
7:42 
y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? 
7:43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: 
Rectamente has juzgado. 
7:44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: 
¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. 
7:45 
No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 
7:46 
No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. 
7:47 
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. 
7:48 Y a ella le dijo: 
Tus pecados te son perdonados. 
7:49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? 
7:50 Pero él dijo a la mujer: 
Tu fe te ha salvado, vé en paz.

Su trasfondo

Vemos como Lucas quizás por discreción y amabilidad hacia la mujer, no dice su nombre, habla de ella pero sin mencionar su nombre, como para protegerla.

Aunque no tengamos su nombre sí sabemos que era una mujer pecadora y de la ciudad, pues todo el mundo la conocía (Lucas 7:39). La mayoría de los comentaristas dicen que al ser llamada “pecadora” quiere decir que era una prostituta, y por eso sus pecados eran públicos y su vida conocida por todos. Pero también puede ser que aun siendo conocida como mujer pecadora, como una persona especialmente mala, no por eso quiere decir que fuera una prostituta.

Quiero que nos veamos todas aquí reflejadas en esta mujer pecadora, ¿o acaso no lo somos? Todas, de una u otra manera somos pecadoras delante de Dios, quizás no con los mismos pecados o vida pública pecadora como ella, pero qué más da si nuestros pecados son públicos o privados, ante Dios tenemos esa condición.

Actitud de la mujer pecadora

Jesús había sido invitado a comer a casa de un tal Simón fariseo v.36. Quiero que veamos cómo Jesús se mezclaba con los pecadores y los religiosos de su tiempo para presentarles su necesidad de arrepentimiento y el perdón de pecados. Nosotros tenemos que estar en este mundo sin ser de él en su frenesí de pecado, pero en medio de los pecadores para ser luz y sal en medio de ellos, si no ¿cómo van a creer?

Estando sentado Jesús a la mesa, más bien reclinado, en esa época no se sentaban a la mesa como nosotros hoy día, sino que se tumbaban en unos reclinatorios, apoyándose en el lado izquierdo y con la mano derecha libre para comer. Las piernas las doblaban hacia atrás y por ello los pies quedaban hacia atrás.

Esta mujer pecadora se enteró que Jesús iba a comer en casa de Simón el fariseo, y ¿qué hizo? (Lucas 7:37-38). Su deseo era mostrarle amor y gratitud a Jesús. Tuvo que ser muy valiente para colarse en esa comida, aunque era costumbre que gente no invitada a la casa, viniera y estuviera detrás viendo y escuchando la conversación de los invitados, incluso uniéndose a veces a la conversación.

Al ver a Jesús empezó a llorar, pero de gozo, de gratitud, por sentirse perdonada. Esto no estaba preparado, quizás lo del perfume sí, pero las lágrimas no. Fluyeron de tal manera que podía regar los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos. A la par derramó ese perfume costoso sobre los pies y los besaba. El jarro de alabastro era un frasco de yeso blanco fino (o quizás de un color delicadamente teñido). Tenía cuello largo, y para derramar su contenido tenía que romperse ese cuello. Ella, lo único que quería era expresar abiertamente el amor a Jesús y no le importaban lo que dijeran. Estas muestras eran el resultado de un corazón arrepentido y perdonado por su vida de pecado y lleno de gratitud.

¿Cómo mostramos nosotras ahora el amor al Señor? ¡A través de los hermanos y a través del servicio! El amor produce servicio y adoración. ¿Estás adorando a Dios y sirviendo a los hermanos? ¡Ahí se verá tu amor!.

Actitud de Simón

La reacción de Simón muestra un contraste de actitudes totalmente opuestas. Se escandalizaba de cómo es que Jesús siendo como era, permitía que esa mujer pecadora le tocara y besara los pies. No lo podía comprender, porque él mismo no había experimentado el arrepentimiento de sus pecados. Dijo para sí mismo:”Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” v.39.

¡Cómo mira con desprecio a la mujer juzgándola, y cómo se justifica a sí mismo!

¿Cómo reaccionamos ante cualquier persona pecadora que se acerca a nosotros o a la iglesia? ¿La recibimos con amor y compasión, o la juzgamos en nuestro corazón como hizo Simón? Qué fácil es hacer acepción de personas (Santiago 2:1-4).

2:1 Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. 
2:2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, 
2:3 y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; 
2:4 ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? 

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