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Liderazgo


Enviado por   •  22 de Febrero de 2014  •  1.372 Palabras (6 Páginas)  •  186 Visitas

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INTRODUCCIÓN

El asunto principal, que se debe determinar en esta enseñanza; es si “la sangre” en el sentido bíblico, se relaciona básicamente con la vida o la muerte.

Hay quienes sostienen, que en el régimen de sacrificios del Antiguo Testamento, “la sangre” representa la vida liberada de las limitaciones del cuerpo y disponible, para otros fines.

Según este punto de vista, el uso ceremonial de la sangre, representa la solemne presentación de la vida a Dios: vida entregada, dedicada y transformada. La muerte, ocupa un lugar subordinado o incluso, no ocupa lugar alguno. Según esta opinión, “la sangre de Cristo”, significaría poco más, que “la vida de Cristo”. No obstante, las evidencias, no parecen apoyar este parecer.

1. LA VIDA ESTÁ EN LA SANGRE.

“Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona” (Levítico 17.11). Cuando pecamos, ganamos la muerte. “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6.23). El Señor Jesús, pagó un precio por la humanidad, con su propia sangre (al morir por cada persona en la cruz). El sacrificio expiatorio significa, ser hecho UNO CON DIOS.

El señor Jesús, dio su vida y derramó su sangre, sobre la cruz; para expiación o redención del pecado de la humanidad. Esto hizo posible, que cada persona que le recibe como salvador, sea UNO CON DIOS. La sangre del Señor Jesús significa, que ya el que es nacido de nuevo, no es Su enemigo; sino, más bien, Su amigo o amiga, Su hijo e hija. Por fe, el creyente recibe lo que el Señor Jesús hizo, por la humanidad en la cruz.

1. LO QUE HACE EL PECADO, EN LA VIDA DEL HOMBRE.

El pecado en el ser humano, es una consecuencia de su inevitable, pero innecesaria renuencia, a confesar o reconocer su dependencia de Dios; a aceptar su finitud, como criatura de Dios y a admitir su inseguridad, aparte de Dios. Esta renuencia, lo enreda en un círculo vicioso, que termina por acentuar o dar mayor fuerza, a la inseguridad de la que quiere escapar. La raíz del pecado, es la incredulidad.

El pecado se expresa en el orgullo, que trata de conseguir seguridad aparte de Dios; mediante la elevación del yo finito, a una posición de importancia infinita. El orgullo se expresa en rebelión y presunción intelectual para con Dios; en injusticia para con el prójimo; en mentira y autoengaño, hacia la misma persona. Esto trae como consecuencia lo siguiente:

1. Separa al hombre de Dios.

“pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59.2).

2. Hace sentir al hombre culpable.

“Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; Como carga pesada se han agravado sobre mí” (Salmo 38.4).

3. Permite que Satanás acuse al hombre, delante de Dios.

“…porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (Apocalipsis 12.10).

4. Demanda la pena de muerte, del hombre.

“El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18.4).

Es entonces, que la sangre de Cristo, satisface todas las necesidades del hombre.

1. LA SANGRE DE CRISTO NOS MUEVE HACIA DIOS.

La sangre de Cristo, satisface plenamente la ley de Dios; la cual, requiere un castigo, cuando la ley es quebrantada. 1 Juan 3.4, enseña lo siguiente: “Pues el pecado es infracción de la ley”. La sangre de Cristo, protege al creyente de la culpabilidad, de quebrantar la ley (ser condenado a muerte). En Éxodo 12, Dios ordena al pueblo de Israel, untar con la sangre de un cordero sobre los umbrales de sus puertas; para protegerlos del destructor, quien pasaría matando a todos los primogénitos de la tierra. Ese era un cuadro representativo, del Cordero de Dios: Era el …veré la sangre, y pasaré de vosotros…

” (Éxodo 12.13). Esa maravillosa providencia de Dios, a través del sacrificio de Su Hijo, es la que ha traído al hombre:

1. Restauración en la confraternidad con Dios.

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos

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