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Religiosidad Popular Del Paraguay


Enviado por   •  16 de Mayo de 2014  •  1.443 Palabras (6 Páginas)  •  493 Visitas

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Los santos y las almas de los difuntos

El mundo sagrado, referido a personas o cosas relacionadas con Dios, posee un contenido espiritual necesario para la comunicación religiosa. Dicho contenido es el conjunto de expresiones desglosadas en distintos niveles de intensidad, adoración, petición, arrepentimiento, agradecimiento, miedo. Las actitudes externas que lo expresan en formas espontáneas o codificadas, son los ritos repletos de sensibilidades y sentimientos, signos que se convierten en puentes visibles para unirse con la realidad oculta.

Se debe recordar además que la religión del pueblo no transcurre en un nivel intelectual; más bien, lo hace apoyándose en formas sensibles y dramáticas. Mientras dolores, trabajos y amores intentan homologarse con la vida de los "santos", las biografías populares, novenas y ejemplos sobre ellos recalcan lo legendario, lo extraordinario y, por tanto, lo poco imitable. Como, por otro lado, a Dios eterno, descarnado y grande, se lo siente lejano, entonces los "santos" fungen como intermediarios poderosos ante Él; por eso los fieles insisten mucho en los poderes de los "santos", pues buscan perdón contra posible castigo, así como gracias o milagros, bienes gratuitos y amorosos que sirven para cubrir las grandes necesidades.

En este complejo universo se podría hablar de tres niveles de "santos": en tanto el primero como el segundo otorgan dádivas positivas, es decir hacen el bien, el tercero es ambivalente.

El primer nivel lo constituyen los "santos formales", canonizados o en proceso de serlo debido a sus virtudes, después de largo y complejo trámite que puede durar siglos en su tránsito como siervo de Dios, beato y santo. Reconocidos por la Iglesia Católica, son objeto de culto público, difundido de manera legal. En ellos se incluyen Cristo, como el Señor de las Palmas; Vírgenes, como la de Caacupé; Santos, como Cayetano, Liberata, Onofre y Pantaleón, quienes tampoco escapan de las encomiendas de la gente común.

El segundo, es ocupado por los "santos informales", en su mayoría procedentes de estratos humildes. El fervor hacia ellos también es popular y goza de un prestigio milagroso libre del beneplácito de la Iglesia, que por diversos y variados motivos los ignora. Sirven como elementos importantes de identidad para el pueblo pues el "almita" posee carácter martirológico atribuido a una muerte por asesinato o accidente, o bien por su vida sencilla repleta de sacrificios y carente de posibilidades en una sociedad intolerante. Entre éstos encontramos el Curuzú Anselmo, Curuzú Benítez, Curuzú Infante, incrementados con la presencia de los "Angelitos", criaturas fallecidas antes de los ocho años.

Quizás el hilo conductor de este culto hacia los "Angelitos" devenga de las situaciones en las cuales los guaraní demuestran su practicidad frente al peligro. Durante la Colonia, obligados a huir para no convertirse en esclavos de los conquistadores, muchas veces estos indígenas abandonan a los niños imposibilitados de valerse por sí mismos.

Obviamente, esta medida desesperada no se basaba en la falta de amor sino en la necesidad de sobrevivencia de la etnia: ante el riesgo de que sucumbiera el grupo entero, éste decidía sacrificar a los más débiles para que pudiese salvarse el resto. Aún hoy en el Paraguay empujadas por una realidad económica injusta que compromete la supervivencia de los otros menores de la familia, ciertas mujeres pertenecientes a sectores indigentes optan por "dejar partir" a un hijo enfermo cuando éste es un infante pequeño y su tratamiento médico resulta tan absurdamente costoso que amenaza la sustentabilidad familiar. Por compensación,

el niñito muerto se transforma en un "angelito", alma capaz de intervenir ante la divinidad para proteger a los mortales. Así nacen Curuzú Ángel Andrés, Curuzú Ángel Antonio, Curuzú Pablito, Curuzú Salvador, y San Calaverita.

Finalmente, el tercer nivel constituye una variante del segundo; comprende los "santos maleros", también santificados por la devoción popular en un acto libre y autónomo, pero cuyos favores se mueven como péndulo entre el bien y el mal: matan o sanan, como San La Muerte, convertido en tabú, o la Virgen Desatanudos. Tal vez el pueblo cree esta imagen en un intento desesperado de suplantar a su manera al shamán, intermediario entre el mundo invisible -el de los encantos- y el visible -el terrenal-, importante figura, encargada de usar sus poderes para beneficio de la comunidad o de su paciente. Así, el shamán defiende con el bien, pero cuando es necesario sus armas se transforman en mortales para el adversario.

Este exuberante panteón se halla permanentemente incrementado por "santos" recientes, nacionales o extranjeros venidos

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