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Repaso de la escuela del ministerio teocratico

keylarezTrabajo22 de Septiembre de 2014

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REPASO DE LA ESCUELA DEL MINISTERIO TEOCRATICO

semana del 25 de agosto de 2014

1.-*** w02 1/2 pág. 29 Preguntas de los lectores *** Preguntas de los lectores

¿Hasta qué punto son aplicables a los cristianos de la actualidad las restricciones que impone la Ley mosaica al matrimonio entre parientes?

La Ley que Jehová dio a la nación de Israel no entra en detalles respecto a las ceremonias y los procedimientos nupciales, pero sí contiene la prohibición del matrimonio entre determinadas personas. Por ejemplo, en Levítico 18:6-20 hallamos una lista pormenorizada de los ‘parientes carnales próximos’ a los que no se permitía tener relaciones sexuales entre sí. Como bien sabemos, los cristianos no están bajo la Ley mosaica y, por tanto, no tienen la obligación de guardar sus decretos (Efesios 2:15; Colosenses 2:14), lo cual no quiere decir, de todas formas, que puedan sencillamente pasar por alto este asunto a la hora de escoger cónyuge. Hay varias razones para ello.

En primer lugar, en el mundo existen leyes que regulan el matrimonio entre parientes cercanos, y, básicamente, los cristianos están obligados a obedecer la legislación del país en que viven (Mateo 22:21; Romanos 13:1). Claro, esas leyes varían en función del lugar. La mayoría de las normas modernas sobre este asunto se basan más que nada en factores genéticos. Es un hecho probado que los hijos de matrimonios entre parientes carnales cercanos tienen más posibilidades de sufrir enfermedades y defectos genéticos. Por esta razón y debido a su “sujeción a las autoridades superiores”, los cristianos que van a casarse obedecen las leyes matrimoniales de su país.

También ha de tenerse en cuenta lo que acepta y lo que rechaza la comunidad donde se vive. Casi todas las culturas poseen normas y costumbres que proscriben el matrimonio entre personas con lazos estrechos de consanguinidad, que suelen considerar incestuoso y, por tanto, tabú. Aunque las relaciones específicas que están vetadas varían muchísimo dependiendo de la cultura, “por regla general, cuanto más cercano es el parentesco genético entre dos personas, con más fuerza y vehemencia se prohíben o rechazan las relaciones sexuales entre ellas”, dice The Encyclopædia Britannica. Por ello, aun en los casos en que la relación no es incestuosa, los cristianos no desean que sus actos reflejen falta de consideración a las costumbres arraigadas o que ofendan la sensibilidad legítima de la comunidad, a fin de no causar oprobio a la congregación cristiana ni al nombre de Dios (2 Corintios 6:3).

Tampoco debe pasarse por alto la conciencia que Dios nos ha dado. Todos nacemos con un sentido de lo que es correcto o incorrecto, de lo que está bien y lo que está mal (Romanos 2:15). La conciencia nos dice qué es lo normal y apropiado, y qué es antinatural y ofensivo, a menos que esté distorsionada o endurecida a causa de prácticas pervertidas. Jehová aludió a este hecho cuando dio a los israelitas la ley contra el matrimonio entre parientes carnales cercanos. “De la manera como hace la tierra de Egipto, en la cual moraron, no deben hacer ustedes —leemos—; y de la manera como hace la tierra de Canaán, en la cual voy a introducirlos, no deben hacer ustedes; y en los estatutos de ellos no deben andar.” (Levítico 18:3.) Los cristianos aprecian muchísimo su conciencia basada en la Biblia y no permiten que la corrompa el sentido distorsionado del bien y el mal que tienen las naciones (Efesios 4:17-19).

¿A qué conclusión llegamos, entonces? Si bien los cristianos no están bajo la Ley mosaica, su conciencia les dicta claramente que en la comunidad cristiana es del todo inaceptable el matrimonio entre familiares cercanos, como padre e hija, madre e hijo, o hermano y hermana. En el caso de parentescos más lejanos, los cristianos reconocen que hay leyes que regulan el matrimonio legal y que existen normas aceptadas social y culturalmente, las cuales deben tenerse muy en cuenta a fin de obedecer este mandato bíblico: “Que el matrimonio sea honorable entre todos” (Hebreos 13:4).

2.- *** w09 1/7 pág. 9 “Yo Jehová su Dios soy santo” ***Acérquese a Dios“Yo Jehová su Dios soy santo”

“SANTO, santo, santo es Jehová Dios.” (Revelación [Apocalipsis] 4:8.) Con estas palabras, la Biblia muestra que la santidad de Jehová es inigualable, es decir, que él es puro y limpio a un grado máximo. Además, está completamente separado del pecado; este no lo corrompe ni lo contamina. ¿Significa esto que, como somos humanos imperfectos, jamás podremos tener una relación estrecha con Jehová, el Dios supremo? Por supuesto que no. Al contrario, la propia Biblia nos da esperanza al mostrarnos que sí es posible. Veámoslo en el capítulo 19 de Levítico.

En primer lugar, Jehová le dijo a Moisés: “Habla a la entera asamblea de los hijos de Israel”. Luego le transmitió el mensaje que tendría que darle a toda la nación: “Deben resultar santos, porque yo Jehová su Dios soy santo” (versículo 2). Así pues, se esperaba que cada uno de los israelitas tuviera una conducta santa. Al decir “deben”, Jehová dejó claro que se trataba de un mandato, y no de una simple sugerencia. ¿Estaba pidiéndoles demasiado?

Notemos que Jehová no se refirió a su propia santidad para indicarles a los israelitas hasta qué grado debían ser santos, sino para que comprendieran por qué debían serlo. En otras palabras, él no estaba pidiéndoles que fueran tan santos como él. Eso sería imposible porque nadie se compara a Jehová en santidad. Solo a él se le llama el “Santísimo” (Proverbios 30:3). No obstante, puesto que él es santo, espera que sus siervos —aunque imperfectos— se esfuercen al mayor grado posible por tener una conducta santa. ¿De qué manera pueden hacerlo?

Volvamos al caso de los israelitas. Jehová no solo les indicó que debían ser santos, sino que también estableció una serie de requisitos que abarcaban todo aspecto de la vida. Algunas de las normas de conducta que debían cumplir eran las siguientes: respetar a los padres y a las personas mayores (versículos 3 y 32); mostrar consideración a los sordos, a los ciegos y a los necesitados (versículos 9, 10 y 14); ser honestos e imparciales con los demás (versículos 11 a 13, 15, 35 y 36), y amar a otras personas como a ellos mismos (versículo 18). Así pues, si los israelitas seguían estas y otras leyes, “verdaderamente result[arían] santos a su Dios” (Números 15:40).

El mandato de Dios de ser santos nos ayuda a comprender mejor su modo de pensar y actuar. Para empezar, nos enseña que si queremos agradarle, debemos vivir en armonía con sus normas y esforzarnos por tener una conducta santa (1 Pedro 1:15, 16). Así disfrutaremos de la mejor vida posible (Isaías 48:17).

Este mandato también muestra que Jehová confía en sus siervos. Nunca espera de nosotros más de lo que podemos dar (Salmo 103:13, 14). Al estar hechos a su imagen y semejanza, está seguro de que tenemos el potencial para cultivar cierto grado de santidad (Génesis 1:26). ¿Verdad que saber esto nos motiva a acercarnos más al Dios santo, Jehová?

3.- *** w06 15/6 págs. 22-23 párrs. 10-15 “¡Cómo amo tu ley, sí!” ***La ley divina de la rebusca

11 Un segundo aspecto de la Ley mosaica que reflejaba el interés de Dios por el bienestar de su pueblo fue la rebusca. Jehová mandó a los agricultores israelitas que permitieran a los pobres recolectar el producto de los campos que se quedara atrás. Los agricultores no debían segar completamente las orillas de los sembrados, ni repasar las viñas o los olivos, ni tampoco recoger las gavillas olvidadas. La rebusca era una medida amorosa en favor de los pobres, los inmigrantes, los huérfanos y las viudas. Claro está, exigía trabajo arduo de parte de estos, pero gracias a ella, no tenían que mendigar (Levítico 19:9, 10; Deuteronomio 24:19-22; Salmo 37:25).

12 La ley de la rebusca no estipulaba cuánto había de dejarse para los menos favorecidos: los márgenes sin segar podían ser anchos o estrechos; se trataba de una decisión personal. Así, esta ley enseñaba generosidad. Además, ofrecía a los agricultores la oportunidad de demostrar su agradecimiento al Proveedor de la cosecha, ya que “el que muestra favor al pobre [...] glorifica [a su Hacedor]” (Proverbios 14:31). Boaz fue un ejemplo al respecto, pues se aseguró bondadosamente de que Rut, una viuda que espigaba

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