Economía y Sociedad
shishacoTesis10 de Junio de 2013
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Presentación
En la década de los noventa, la administración de Fujimori liberalizó los
mercados y privatizó las empresas públicas, reduciendo la participación del
Estado en la economía. Para compensar a la población más vulnerable,
desarrolló diversos programas sociales, inspirados en el concepto de
focalización. En efecto, el discurso oficial resaltaba la necesidad de utilizar los
recursos escasos de la manera más eficiente posible, de modo que se dirigieran
exclusivamente a los sectores más pobres de la población. En este contexto, el
gasto anual en proyectos de ataque a la extrema pobreza subió de US$ 318
millones en 1993 a US$ 1.006 millones en 1995, oscilando alrededor de esta
última cifra hasta el año 2000.
La eficiencia, el impacto y hasta la motivación de estos programas han sido
cuestionados. Gran parte del gasto llegó finalmente a hogares que no eran
pobres (problemas de filtración), mientras que al mismo tiempo muchas de las
familias pobres no resultaron beneficiadas (subcobertura). Aunque se gastó más
de US$ 5 mil millones solo durante el segundo gobierno de Fujimori, las cifras
de pobreza permanecieron en un nivel preocupante: para el año 2000, el 54% de
la población era pobre y 15% lo era en extremo, según Cuánto. En las zonas
rurales, 7 de cada 10 peruanos eran pobres y la mitad de ellos indigentes.
Esta edición de Economía y Sociedad resume seis trabajos dedicados al tema. El
primero es un recálculo de las cifras oficiales de pobreza y los otros cinco
examinan tópicos de focalización, gestión y supervisión de los programas
sociales en general, así como algunos casos en particular. Estos últimos cinco
artículos sintetizan los resultados de la Red de Pobreza del CIES, conformada
por investigadores de GRADE y el Instituto Apoyo, con el auspicio de la
cooperación de Canadá. A continuación se reseña brevemente el contenido de
las seis contribuciones.
En el Perú se manejan dos estimaciones de la pobreza: la oficial, del INEI y la
del Instituto Cuánto, ONG especializada en medición estadística. Existía una
diferencia muy significativa entre ambas fuentes: la incidencia de la pobreza en
1997 era 37,7%, según el INEI y 50,7%, según Cuánto. En términos absolutos,
para el INEI había tres millones menos de pobres. La opinión pública y la
comunidad académica no confiaban en estas cifras y preferían usar las de
Cuánto. La nueva administración del INEI decidió realizar una evaluación
independiente a estas estadísticas oficiales, a cargo del investigador Javier
Herrera (IRD, Francia) en interacción con una mesa de expertos promovida por
dicho Instituto y el Consorcio. Su trabajo explica la metodología utilizada
previamente por el INEI para medir la incidencia de la pobreza, precisa sus
debilidades, propone las correcciones metodológicas del caso y estima una
nueva serie desde 1997. Según el nuevo cálculo, entre 1997 y 2000, la incidencia
de la pobreza aumentó en casi 6 puntos, al pasar de 42,7 a 48,4%.
Los mapas de pobreza han sido el principal instrumento para la focalización del
gasto público. La investigación de Escobal, Torero y Ponce (GRADE) presenta
un método para generar mapas de pobreza en distintos niveles de agregación
geográfica (departamental, provincial y distrital), utilizando dos fuentes
distintas: los censos, que no incorporan información sobre consumo, y las
encuestas de hogares, que sí incorporan esta información, pero son
representativas únicamente en niveles elevados de agregación geográfica. El
trabajo realiza un aporte metodológico que permitirá una actualización
continua de este instrumento de focalización, así como su validación en
distintos niveles de agregación geográfica. Adicionalmente, se lleva a cabo una
aplicación práctica de tal metodología.
El gasto social no llega siempre a los más necesitados. Por ejemplo, en 1997, un
alto porcentaje de los hogares que recibieron transferencias del sector público
en alimentos, educación y salud, fueron no pobres: 38, 43 y 58%,
respectivamente. Este alto nivel de filtraciones sugiere que un sistema de
identificación individual de beneficiarios podría mejorar la selectividad de estos
programas. El trabajo de Valdivia y Dammert (GRADE) elabora un modelo
para identificar el nivel socioeconómico de los individuos, a partir de las
características más observables de los hogares, para luego determinar si son o
no pobres (extremos y no extremos). Con un sistema de este tipo, podría
ahorrarse hasta 25% en las transferencias de alimentos, 16% en educación y 41%
en salud ambulatoria.
A mediados de la década de los noventa, la administración pública peruana
intentó introducir sistemas de monitoreo y evaluación de los programas y
proyectos públicos, con énfasis en los sociales, dado el crecimiento rápido del
gasto en este campo y las críticas a su eficiencia. El trabajo de Ortiz de Zevallos,
Sandoval y Husni (Instituto Apoyo) analiza el estado de estos sistemas de
monitoreo y evaluación, tomando veinte proyectos que en el presupuesto del
año 2000 significaban US$ 770 millones. Entre otros hallazgos, el estudio
encuentra que los proyectos más grandes tienen los peores sistemas de
monitoreo y evaluación. Conforme a lo esperado, los proyectos con
financiamiento externo cuentan en mayor grado con estos sistemas, pero a la
vez muestran mayor rigidez para introducir cambios, como consecuencia de
recomendaciones de la supervisión.
Desde su creación en 1991, Foncodes ha financiado aproximadamente US$ 1.300
millones en más de 33.000 proyectos. La investigación de Alcázar y
Wachtenheim (Instituto Apoyo) estudia qué condiciones y prácticas fomentan
el éxito o fracaso de los proyectos. Los autores exploran factores como la
gestión, la capacitación, la participación de la comunidad, su capacidad
organizativa, así como las características de los proyectos y de la misma
comunidad. Para ello, utilizan los datos de tres encuestas a un total de 735
proyectos implementados entre 1994 y 1999, sobre cuya base se estimó un
modelo econométrico.
Finalmente, la investigación de Saavedra y Suárez (GRADE) muestra cómo el
gasto total en educación en el año 2000 llega a US$ 3.364 millones, de los cuales
una cuarta parte va al sistema privado. Sin embargo, la educación pública dista
de ser gratuita y el aporte de los padres de familia es muy significativo.
Además, el Estado invierte mucho más por alumno en educación superior,
donde los estudiantes suelen ser menos pobres. Así, un 21% del gasto público
en educación se dirige a las universidades estatales, donde casi la mitad de los
alumnos proceden del quintil más rico de la población. Por su lado, las familias
del quintil más rico gastan 5,5 veces más por alumno que la quinta parte más
pobre. Naturalmente ello refuerza la desigualdad y la transmisión de la pobreza
de una generación a otra.
Carlos Eduardo Aramburú
Director Ejecutivo
Javier Portocarrero Maisch
Director Adjunto
Nuevas estimaciones de la pobreza en el Perú, 1997-2000
La pobreza es sin duda, junto con el problema del empleo, uno de los
problemas más agudos que el nuevo gobierno deberá tratar de remediar. Para
determinar los montos que son necesarios asignar y para diseñar las políticas
que permitan a los pobres salir de la pobreza, se debe contar, en primer lugar,
con indicadores fiables que precisen cuántos pobres hay, en qué localidades se
encuentran los más pobres, así como cuáles son sus características.
Hasta una fecha reciente, las fuentes oficiales no reflejaban la verdadera
situación de la pobreza en el Perú, tanto por defectos serios de la metodología
empleada como por una interferencia política en la elaboración de las cifras, que
distorsionó la evolución de los indicadores de pobreza. En ese sentido, la nueva
administración del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI)
entregó al país nuevas cifras sobre la pobreza2, cuya metodología, de ahora en
adelante, será accesible a todos y menos propicia a manipulaciones de cualquier
índole.
A diferencia de lo que ocurre con los indicadores de empleo para los cuales
contamos con las normas estadísticas internacionales de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), en materia de medición de la pobreza, no existe
un conjunto de recomendaciones semejantes. Ello hace difícil no solo las
comparaciones de niveles de pobreza entre países, sino que también da lugar a
una multiplicidad de cifras sobre la incidencia de la pobreza para un mismo
país y en un mismo año.
De esta manera, en el Perú, para el año 1997, tenemos dos estimaciones. Una
oficial, reportada por el INEI, y otra no oficial, producida por el Instituto
Cuánto. Ambas muestran entre sí una significativa diferencia: 37,7% y 50,7% de
incidencia de la pobreza, respectivamente.
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