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El Mono que se convirtió en dios.


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2016  •  Apuntes  •  2.282 Palabras (10 Páginas)  •  247 Visitas

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EL MONO QUE SE CONVIRTIÓ EN DIOS

(O DE MITOLOGÍA MODERNA)

“Si los bueyes y los leones tuvieran dioses…

pintarían a sus dioses como bueyes y como

leones…”.

(Jenófanes)

«Hace 70.000 años, ‘Homo sapiens’ era todavía un animal insignificante. Pero en los milenios siguientes se transformó en el amo de todo el planeta y hoy en día está a punto de convertirse en un dios, al adquirir no sólo la eterna juventud, sino las capacidades divinas de la creación y la destrucción».

        Así concluye Harari su obra “De animales a dioses” obra por demás subversiva que –a mi modo de ver- pretende dar cuenta del porqué “un animal tan insignificante” (en palabras de Harari) ha tenido tal éxito que está a punto de convertirse en un dios.

        Sin embargo, siendo críticos hay que establecer que esta tesis no es tan novedosa como aparenta. Si rastreamos la mitología antigua podremos encontrar en el imaginario colectivo de culturas distintas algunas alusiones –directas o veladas- acerca de este mismo tópico.

        La primera referencia que podemos hacer al respecto es Hanuman, el dios mono. Hanuman, es el representante más destacado de los vanaras, una raza de hombres mono que habitaban en el bosque en el Sur de la India. Es decir, los vanaras tienen cara de mono y cuerpo de mono pero tienen intelecto, capacidad de habla y otros atributos típicamente ¿humanos o divinos?

Octavio Paz, (2014) nuestro nóbel de literatura, en el epígrafe de su obra “el mono gramático” inicia haciendo una referencia a Hanuman y lo hace  de esta manera:

Una celebración al mono jefe. Él fue capaz de volar y es una figura destacada en el Ramayana. Hanuman saltó de la India a Ceylán de un solo brinco; él lloró sobre los árboles y fue llevado camino a los Himalayas. Midió las nubes y cumplió otras maravillosas proezas; entre otros logros Hanuman fue un gramático; y Ramayana dice: “El jefe mono es perfecto; nadie lo iguala en el arte de la danza, el aprendizaje y el sentido asertivo de las escrituras, o en el movimiento de la voluntad. Es bien sabido que Hanuman, fue el noveno autor de gramática.

Si nos damos cuenta, ya desde el 400 a. C. la mitología hindú habla sobre un dios mono y, si observamos bien, Paz menciona que fue un gramático, es decir, tenía la facultad de hablar y no sólo eso, sino que se entiende que era un entendido de las escrituras, es decir, tenía el poder de las palabras.

        Y ya se sabe, de acuerdo con estas mismas creencias antiguas, que palabra y entendimiento estaban reservados única y exclusivamente para los dioses. De este modo podemos concluir que la diferencia básica entre la divinidad y los animales, es precisamente la capacidad del entendimiento y de la palabra.

Nunca los dioses estuvieron de acuerdo con compartir estos atributos divinos con esos insignificantes animales que hoy denominamos sapiens. Lo supieron muy claramente los griegos, al decir que Prometeo fue castigado por Zeus al atreverse a robar el fuego divino y sugerir que, gracias a este fuego, los mortales adquirieron algunos de sus atributos: el entendimiento y la palabra.

Este mismo hecho lo avala el Génesis bíblico de los judíos al afirmar que los míticos Adán y Eva, fueron castigados por atreverse a comer del único fruto prohibido: el fruto del árbol de la ciencia del bien y el mal, ya que de este modo adquirieron el conocimiento que los hacía como dioses: “He aquí que el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal”. (Gén. 3:22) Es decir, una vez adquirido el entendimiento, el hombre se acercaba cada vez más a esa naturaleza divina.

Hemos establecido una de las primeras cualidades que caracteriza a la divinidad: el conocimiento. Ahora nos falta establecer la segunda. Es decir, la palabra. Volviendo al Ramayana, queda claro que el dios mono exhibía como uno de sus atributos la gramaticidad de su palabra; es decir, lo correcto que se apreciaba en la propiedad de su lenguaje y la asertividad de su conocimiento sobre las escrituras y sobre la palabra misma.

El Génesis, también da cuenta del poder del lenguaje y de la palabra al decir que con el poder de su palabra Dios creó cuanto existe. Asimismo nos deja entrever el celo de la divinidad para evitar que el hombre prospere. En el mito de la torre de Babel Dios dice: “He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada los hará desistir...Ahora, pues, descendamos y confundamos allí su lengua para que ninguno entienda el habla de su compañero”. (Gén. 11: 6 y 7)

        He aquí dos de los principales atributos que acercan al mono-hombre a la divinidad o dos de las principales herramientas (Harari no las menciona)  que permiten el éxito evolutivo del cual habla. El conocimiento y la palabra, ya que gracias a éstos, se hace posible la comunicación que le ha  permitido al sapiens los logros que Harari menciona: «El éxito evolutivo de nuestra especie se debe a que miles y hasta millones de ‘sapiens’ son capaces de cooperar aunque no se conozcan entre ellos».

        Contrariamente a lo que Harari opina, yo creo que “la colaboración humana a gran escala” no se hace posible gracias a nuestra extraordinaria capacidad para inventar mitos colectivos, sino más bien a nuestra extraordinaria capacidad para sobreponernos a ellos.

        A nuestra capacidad de decisión como la que demostró Prometeo o a la de los habitantes de Babel. A esa capacidad de “perderle el respeto a los dioses” y atrevernos a soñar con sociedades más justas y más fraternas.

        Por este lado yo creo que en parte estoy de acuerdo con Harari. El hombre se ha erigido en un dios, porque a imagen y semejanza de Dios ha conquistado el entendimiento y ha hecho uso del poder de la palabra para, gracias a la comunicación, terminar de construir ya no una torre mítica como la de Babel, sino un mundo globalizado y globalizante que nos permite diferenciarnos de los chimpancés, no por el “pegamento mítico” que une a grandes grupos e individuos, sino más bien, por una auténtica colaboración entre millones de personas unidas por ideales y necesidades comunes.

        Respecto a las otras dos premisas, creo que son mucho más cuestionables, la piedra filosofal aún no ha sido hallada y hasta el día de hoy aún no existe el elixir de la vida, útil para el rejuvenecimiento y, posiblemente, para el logro de la inmortalidad. Ni Ponds, ni Guerlaine, ni Dior, ni Revlon han dado todavía con ella.

        Por otra parte, el instinto destructivo, considero que es más propio de los mortales que de lo divino. La única destrucción masiva de la cual da cuenta la Biblia es el episodio del Diluvio Universal y, a menor escala el de Sodoma y Gomorra; pero si revisamos la historia de la humanidad podremos rastrear grandes eventos de destrucción masiva y de épicas proporciones; bástenos con mencionar la Primera y Segunda Guerra Mundial. Donde ahora sí, concuerdo con Harari, «La mayoría de las guerras, como la que enfrenta a israelíes y palestinos, no son luchas por recursos, sino

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