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ASPECTOS GENERALES DE LA ECONOMIA DOMINICANA.

Cecilia GuerreroTrabajo17 de Octubre de 2016

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EL PROCESO ECONOMICO DOMINICANO[1]

"La historia no es sólo un relato de lo que ya pasó, sino también y sobre todo, un espejo de lo que va a pasar"  Juan Bosch

“La República Dominicana es una nación rica, pobremente administrada”  Joaquín Balaguer

ASPECTOS  GENERALES DE LA  ECONOMIA DOMINICANA

La República Dominicana es un país en vías de desarrollo de ingreso medio, dependiente, principalmente, de la agricultura, comercio, servicios y especialmente, turismo. Es la octava economía  (o novena, eso puede cambiar por periodo de análisis) más grande de América Latina después de Brasil, México, Argentina, Venezuela, Colombia, Chile y Perú. Posee una economía sumamente norte americanizada[2],  con un salario mínimo  cercano  a los 200 dólares mensuales.

Aunque el sector servicios ha sobrepasado a la agricultura como el principal proveedor de empleos (debido, sobre todo, al auge y crecimiento del turismo y las zonas francas) aun con sus dificultades, la agricultura todavía se mantiene como el sector más importante en términos de consumo doméstico y está en segundo lugar (detrás de la minería) en términos de exportación.

Se trata, de una economía relativamente abierta, donde el sector externo representa alrededor del 70%, como muestran las cifras de la balanza de pagos, las remesas, turismo e inversión extranjera, que  equilibran la balanza global en los años normales. Los sectores internos  de mayor crecimiento en los últimos años son las  comunicaciones y la construcción.

De manera general,  los componentes de la estructura de la economía dominicana  se integran por un sector primario cuyas áreas son la agricultura, la ganadería, silvicultura y pesca, y minería. Un sector secundario integrado básicamente  por el sector construcción y manufacturero y un  tercer sector compuesto por bares y restaurantes y comunicaciones. Existe también, un sistema financiero  compuesto por los bancos de servicios múltiples; las Asociaciones de Ahorros y Préstamos para la Vivienda y  los bancos de desarrollo.

El modelo productivo ha pasado, de ser uno básicamente agroindustrial, a uno de servicios (turismo, zonas francas) y de remesas. Esa transformación ocurrió en términos económicos de manera relativamente exitosa en un lapso de menos de una generación.

El país cuenta con infraestructura vial y de comunicaciones, pero es muy deficiente en materia de electricidad, creación de nuevas fuentes de trabajo, tecnificación y profesionalización del empleo calificado, acceso a fuentes de financiamiento, inversiones en investigación y desarrollo y marco regulatorio; debido a todo eso, queda en entredicho su capacidad competitiva en los mercados internacionales.

La producción nacional depende de cuatro columnas cada vez más tambaleantes e insostenibles: 1º una mano de obra barata, no calificada, 2º la costumbre de no reinvertir las ganancias en la propia empresa o negocio, predominando  una especie de vivir el momento que  busca disfrutar y ostentar sin comedimiento, más que acumular para reinvertir los beneficios netos; 3º apoyo esencial del modelo, los “favores” gubernamentales de los que se depende para operar; y por eso, a la hora de insertarnos en el mercado internacional mediante acuerdos tipo el DR-CAFTA, se resiente la capacidad tecnológica de productos y servicios que resulta ser la más de las veces de poca calidad y siempre socialmente excluyentes y 4º  predominio de una mentalidad para la cual lo decisivo no es la planificación de los procesos productivos, y menos aún el rendimiento de cuentas, sino ganar dinero de manera rápida y ajena a cualquier preocupación por la explotación racional de los recursos, sean estos o no los recursos naturales.

La cúpula empresarial está dominada por grupos de origen familiar que suelen tener intereses diversificados. También hay grupos que se relacionan en empresas compartidas. Así, se pueden citar grupos siguiendo su origen familiar como: Armenteros (Sociedad Industrial Dominicana, maquinaria, textiles, seguros, banca, alimentación, fertilizantes etc.), Grupo Brugal (ron y bebidas alcohólicas), Bonetti (Sociedad Industrial Dominicana), Corripio (Distribución, televisión, periódicos, publicaciones, pinturas, manufacturas diversas etc.), Moya (Construcción, inmobiliarias, maderas etc.), Grullón (Grupo financiero Popular). Grupo León (Cerveza, tabaco, agroindustria y banca), Grupo Vitienes (agroindustria, distribución),  etc. Además de estos grupos hay otros de gran importancia en sectores como supermercados, ferretería etc.

Hay también  una presencia importante de multinacionales en minería, comunicaciones y turismo. Si bien es cierto que en este último sector la generación de empleos es apreciable, no menos cierto es las ganancias de las empresas turísticas vuelan fuera del país. Las empresas de tamaño mediano son el eslabón más débil de la cadena empresarial. Hay un número muy grande de pequeñas y micro empresas, con muy pocos trabajadores, que dominan el sector servicios y de pequeña manufactura.

A través de su historia, nuestra Economía ha caracterizado por tener un comportamiento cíclico de altas y bajas.

El comportamiento cíclico de la actividad económica dominicana se puede medir con muchas magnitudes no sólo con la producción nacional, sino también con la tasa de inflación, la tasa de desempleo, el número de quiebras, la creación de negocios, la medida del déficit público, etc.   Los ciclos económicos por los cuales ha pasado nuestra economía son diferentes, tanto en lo que se refiere a su duración como a la intensidad; pero estos movimientos, que en principio parecen erráticos, se pueden descomponer en movimientos que constituyen una sucesión de fases ascendentes y descendentes.

La dominicana, es una economía con buena capacidad de crecimiento. Crece bien, y lo hace a ritmo más rápido que el promedio de la región América Latina y el Caribe. Desde los años 50 hasta la actualidad,  el crecimiento promedio ha sido de 5.15% anual, mientras que el de la región fue de 3.91%, resultando el mayor de la región. El ritmo de crecimiento es más acelerado en los últimos tres lustros.  Registra sólo siete episodios de crecimiento negativo: tres de ellos en los 60´s. En cada caso, no ha rebasado más de un período (año), evidenciando la capacidad de recuperación rápida de la economía.

En las últimas décadas y, especialmente desde los 90´s para acá, el crecimiento promedio se ha acelerado. La economía dominicana ha demostrado que posee una gran capacidad de recuperación en el corto plazo y  una buena resistencia a crisis económicas[3]. Esto es resultado de ser  una economía dinámica, con buena capacidad de transformación según las necesidades y con gran vinculación con la economía mundial; pasando de ser una economía mono-productiva primaria a una con alta aprobación en materia de los servicios y buen liderazgo en atracción en la región

Asimismo, la República Dominicana es uno de los países con mayor apertura financiera del mundo y  buena apertura comercial, pero, con una escasa capacidad de ahorro comercial, condiciones que mantienen su economía estable mientras haya estabilidad a nivel mundial. Por ello,  fue uno de los países de Latinoamérica que presentaba mayor estabilidad económica al momento de la crisis financiera mundial y por eso su recuperación económica ha sido más efectiva.

Con un crecimiento económico envidiado por algunos países desarrollados, la
República Dominicana, padece sin embargo una paradoja que podría echar por tierra ese logro: pese a que el ingreso creció más de la mitad en la última década, el 40% de los dominicanos siguen siendo pobres.

Un reciente informe echa luz sobre esta paradoja. Mientras que el ingreso promedio por habitante pasó de US$5.700 dólares en 2000 a US$8.600 en 2011, el número de pobres aumentó de 2,6 a 4 millones en el mismo periodo, con un incremento más visible en las zonas urbanas. Y aunque desde 2005 ha habido una reducción constante de la pobreza, ésta ha ocurrido a un ritmo menor del que se podría esperar, en vista del vibrante crecimiento del país, según señala el informe “Cuando la prosperidad no es compartida”. En los últimos 10 años, la República Dominicana experimentó una notable expansión económica, registrando tasas reales anuales de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) por encima del 5%.

Según sus autores, la débil conexión entre crecimiento y equidad tiene culpables muy claros:

  • Los sectores que más han contribuido al crecimiento (turismo, zonas francas, telecomunicación y servicios financieros) no han creado un número substancial de nuevos empleos.
  • El recaudo fiscal es el segundo más bajo Latinoamérica después de Guatemala. La tributación y el gasto público no son lo suficientemente progresivos y las rigidices en el presupuesto impiden canalizar más recursos a sectores sociales básicos.
  • Las instituciones públicas no proveen bienes y servicios básicos de calidad –en educación, salud, agua y electricidad– que ayuden a ampliar las oportunidades económicas, elevar la movilidad económica y proteger a la población pobre y vulnerable.

Asimismo, según los Informes sobre Desarrollo Humano editado por el  PNUD, los últimos 50 años de este crecimiento sostenido en República Dominicana no ha tenido una correspondencia con la reducción de la pobreza y que  por  el carácter excluyente del modelo económico que se ha impuesto, no ha revertido este crecimiento al bienestar de la población ni ha impactado de manera significativa  en una distribución justa de las riquezas y consecuentemente en la movilidad social de las personas. Es un crecimiento económico con mucho sentido para la difusión de la buena política económica, pero un sin sentido real  para la política social. 

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