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Auditoria Operacional


Enviado por   •  29 de Abril de 2014  •  2.008 Palabras (9 Páginas)  •  192 Visitas

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¡Qué delicia checar aquí en el counter de Primera como gente blanca! No esos pobres turistas que tienen que llegar por lo menos dos horas antes para hacer cola. ¡Qué horror!. En cambio nosotros, apartamos nuestros lugares desde hace mucho tiempo. La verdad que es padre desde que apartas tu lugar, te tratan diferente, otra cosa que me gusta de viajar en First Class es que n te tienes que amontonar para subirte al avión, porque aunque seas la última en llegar a la sala de espera, te llaman primero.

Cada vez estoy más convencida de que para viajar hay que saber muchas cosas; no hay cada gente que a leguas se les nota se bajaron del burro. Yo siempre he dicho que en los colegios deberían incluir una clase de Cultura General, que no sea ni de arte ni de nada de eso, sino de aprender a ir por la vida con clase. Por ejemplo como se conectan los audífonos de las películas en los aviones, cómo se firma los papelitos de Migración etc.

Para no hacer el oso, yo siempre leo en el Vogue y en otras revistas extranjeras lo que te recomiendan hacer cuando viajas. Por ejemplo: no te debes maquillar porque el ambiente es muy seco, se debe viajar con poca ropa y cómoda y no comer las porquerías que te den. En cambio los de atrás, los que viajan en Turistas, se comen todo porque es gratis.

Llegando al Hotel en el cuarto, mientras Antonio inspecciona el servibar y mueve la calefacción, yo me pongo a hablar por teléfono para hacer planes. Hay que conseguir boletos para les Misérables en el imperial y ver la ópera (A mí, la verdad, medio que me aburre la ópera y los conciertos. Pero qué remedio, hay que ir, porque si no ¿qué les contamos a los del grupo cuando regresemos a México?.

Después de la comida, nos vamos despacito al hotel viendo cada uno de los aparadores en Madison. Es chistoso pero, para ciertas cosas, Antonio es supercodo. En cambio, para otras cosas es de lo más generoso. Me acuerdo que tuvo una época de tacañería.

Para que no se enojara le empecé a mentirle. Mientras él se bañaba, yo me levantaba de la cama y en puntitas iba a buscar su pantalón, le sacaba la cartera y tomaba de dos a tres billetes, dependiendo de mis necesidades. Lo curioso es que nunca se daba cuenta.

Bueno, pero estamos en Madison Avenue. Y mientras caminamos muy tomados el brazo, hablando de vez en cuando de los gordos, comentamos todo lo que descubrimos a nuestro paso.

Al día siguiente me pongo un supertraje de los que me compré en Europa para ir a Saks, porque quiero que me vean súper elegante. Siempre que paso por la catedral de Saint Patrick me dan ganas de ir a ver a la Virgen de Guadalupe que dicen que esta allí.

Bueno, pero estamos en Saks. Me encanta ir por allí se siente un ambiente tan relax. Ojala que en el departamento de corbatas todavía este trabajando el chino encantador.

También me encanta encontrar oportunidades de barata, me entusiasman tanto que siempre acabo gastando el doble. Pero típico que entre las baratas descubro de puritita casualidad vestidos divinos de Anne Klein. Entonces se me olvidan los buenos propósitos. Y compro a toda velocidad, como para que nadie me cache y no tenga tiempo arrepentirme antes de pagar. Y la cuenta, la divido entre las dos tarjetas de crédito.

Hoy quede en comer con mi amiga Isabel en la Brasserie, por eso me tengo que apurar.

Nos despedimos y me voy rápido, camino rápido mientras pienso qué me puedo comprar aprovechando que no está mi marido.

Al día siguiente nos vamos temprano, porque mi marido quiere comprar un drive que está de moda. Y yo me aburro como ostra pero me aguanto porque ya me prometió que después me llevaría a la tienda de polo.

Y así sigue el viaje en pura ficción. Mas comida de lujo, y más compras de lujo, y más horas en el hotel, y yo gaste y gaste, come y come, compre y compre, y todo para poder decir y contar y comparar.

A Sofía le encantaba ir al mercado de Valle vestida con sus huipiles guatemaltecos todos bordados a mano. Por lo general los combina con faldas de algodón largas hasta el tobillo. A lo largo de muchos años, se había hecho de una colección muy original de cinturones, collares y rebozos. Esta afición le vino muy poco después de haber descubierto a su heroína, Frida Kahlo. Desde entonces, Sofía se convirtió en su gran admiradora.

A que pesar de que tenía más de quince, cada vez que se encontraba con uno diferente lo adquiría o lo apartaba, según el precio, Sofía era de las que dejaban la mercancía apartada durante meses. No iba a buscarla hasta que de las tiendas le hablaban por teléfono con insistencia.

En una ocasión descubrió en una boutique de Valle un viejo huipil precioso que venía de Michoacán, lo aparto con un cheque, pasaron muchos meses y Sofía e olvidó por completo del huipil. Una tarde su hija entró a la misma boutique y lo vio.

“Sabes, mamá, hoy vi un huipil ¡de pelos! Igualito a los que te gustan.

Ayer vino mi hija y vio un huipil precioso, pero le dijeron que estaba apartado, lo podría ver- Se lo mostraron, pero Sofía era tan olvidadiza y distraída que no lo reconoció. Lo miró. Le encanto.

-Ay, señorita ¿seguro esta apartado?

-Mire, aquí en el papelito dice “apartado”

-Ay señorita, que pena, pero fíjese que ese cheque es mío. Híjole, yo fui la que aparte el huipil y ya ni me acordaba, ¿usted cree?

En el mercado de Valle de Bravo, Sofía compraba la verdura, la fruta, las flores y el pollo. De México se traía todo lo demás, incluyendo la carne. Por lo general, todos los jueves por la tarde iba al Aurrera de Ejercito Nacional. “Me fascina ir a ése, porque parece americano. Conforme Sofía caminaba lentamente, empujaba un flamante e inmenso carrito, por los largos y espaciosos corredores del super, tenía la impresión de ir entrando poco a poco en el primer mundo. ¡Cuánta comida y cuanta variedad! ¡Cuánto de donde escoger! ¡Cuántas marcas internacionales!. Pero sobre todo, cuánta prosperidad en

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