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Autobiografia Profesional


Enviado por   •  29 de Abril de 2014  •  2.555 Palabras (11 Páginas)  •  332 Visitas

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AUTOBIOGRAFÍA PROFESIONAL

Nací, y creo que no por casualidad, en Cádiz el 2 de diciembre de 1981. Todo estaba programado, según me han contado mis padres, a que naciera ese mismo día, por lo que abrí los ojos al mundo el día que me correspondía, así que por primera vez en mi vida, y creo que lo he conseguido pocas veces más, estuvo en el sitio adecuado en el momento preciso. Por eso yo siempre he pensado que, dada la condición política de mi padre, me engendraron poco después del 21-F, día del golpe de Estado de Tejero, ocurrido poco más de nueves meses antes. Creo que, por eso hecho, desde mi nacimiento, estaba determinado a que siguiera con pasión la política.

Si políticamente tuviera que contextualizar la época en la que se produjo mi alumbramiento sería en los albores de la democracia. Una época histórica que me hubiera gustado vivir con muchos años de más, eso que me perdí. De todas formas, echo la vista atrás, y de mi niñez, no tengo ninguna queja. Y eso que soy el segundo de cuatro hermanos, detrás del mayor, evidentemente, y por delante de la niña, y el pequeño. Por esto, siempre he dicho que no pintaba nada en mi casa, más por sorna y por quejica, que lo soy, y mucho, que por otra cosa.

Desde pequeño siempre he tenido claro que me gustaba vivir al día, sin preocuparme de lo que pasó antes o de lo que pasará después, lo que me ha costado no pocas “broncas” con mi madre. Eso sí, desde muy temprana edad, se despertó en mí una incurable pasión por la lectura, algo que le tengo que agradecer a mis padres. Y sobre todo, algo que me marcó, que siempre hubiera periódicos por mi casa, la casa de un político, por lo que creo que, desde ahí, es de nacen mis dos vocaciones: el periodismo y la política.

Aunque siempre tuve claro a lo que me quería dedicar, tampoco es que fuera para mí una prioridad en mis primeros años. Yo era mucho de calle, de jugar a todas horas y, sobre todo, de llegar a casa hecho un guiñapo, todo lleno de manchas y heridas, con mi siempre inseparable amigo, el mismo que tomaba Nesquik de pequeño, yo era fan del Cola Cao, y que todavía hoy lo sigue haciendo. Y no era el que retransmitía las jugadas de los compañeros ni mucho menos, siempre era uno de los primeros en lanzarme a participar en cualquiera que fueran los juegos. Eso sí, lo primero que hacía cuándo llegaba a casa tras el colegio, era leer el periódico, incluso comiendo. Es un recuerdo imborrable que tengo desde pequeño. Y también recuerdo que era muy preguntón en clase, que quería saber de todo. Y también que siempre le preguntaba a mis padres y a mis tíos sobre cosas que escuchaba en el colegio. Pero sobre todo, estaba el fútbol, tanto que mi principal juguete de la infancia eran los clicks de Playmobil, de los que reuní tantos que sería imposible de contar, y con los que hacía equipos de fútbol, con sus ligas, sus fichajes, sus porterías de madera… Un friki, vamos.

A esto hay que sumar que apenas veía dibujos animados, excepto Oliver y Benji y Goku cuando empezó a crecer, no recuerdo ninguno más que me marcara, excepto la muerte de David el Gnomo, cuya conversión en árbol me marcó. Por lo demás, desde pequeño mostré un incipiente entusiasmo por no perderme ningún acontecimiento deportivo que pusieran en la tele, entonces con solo dos cadenas, y me vienen a la mente partidos de baloncesto del Madrid con los hermanos Martín, Biriukov, Romay, Jou Llorente contra el Barcelona de Audie Norris, Epi, Trumbo o Solozábal. O la primera victoria de Arantxa Sánchez Vicario en Roland Garros con aquella muñequera de España. Por descontado el fútbol, donde mi mente retiene imágenes del Mundial del 86 y de la Eurocopa del 88, la del golazo de Van Basten a Rusia, pero, sobre todo, del Mundial de Italia 90. Tanto es así, que recuerdo que me iba a ver solo los partidos al Bar Terraza sin decir nada a nadie, pero mis padres sabían que estaba allí, llamaban a Paco “El Cuchilleta”, y éste me ponía un enorme bocadillo de filetes. Con apenas 9 años hasta me sabía la alineación completa de Camerún, que fue la revelación de aquel Mundial, y de la que hoy en día solo recuerdo a N´Kono, a Omán Biyick, a su pariente Kaná, a Makanaky, que jugó en el Málaga, o al gran Roger Milla. Por cierto, que el fútbol es un gran medio para conocer geografía…

Pero quizás el regalo que más me marcó en mi vida se produjo dos años después, el año 92, el de la Expo y los JJOO de Barcelona. Mis padres me regalaron una máquina de escribir, sí, lo sé, soy de una época en la que todavía existían esos artilugios que hoy en día se ven como antiquísimos. Era una Olivetti blanca con la caja negra, y hoy en día me arrepiento tanto de no haberle sacado más provecho como de no haberla guardado. Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que ahí fui donde confirmé mi pasión por el periodismo, acrecentada con las noches de José María García y las sobremesas con el que para mí es el mejor comunicador de España, Matías Prats.

Poco después, llegó a casa el primer ordenador, prácticamente utilizado por mi hermano mayor y yo, y que solo usábamos para jugar, pues en esa época todavía no existía Internet, aunque parezca mentira. En ese momento, no imaginaba que esas ocho letras iban a suponer un cambio tan radical en la sociedad. Ya digo que solo jugábamos con el ordenador: el Carmen Sandiego, un juego de detectives, ocupaba mi tiempo frente a la pantalla. Ahora lo he sustituido por las redes sociales y releer continuamente las ediciones digitales de los periódicos, pero en definitiva sigo haciendo lo mismo: bichear constantemente.

Por esa época también, años arriba, años abajo, se venían produciendo hechos a escala internacional, que si bien en aquella época no entendía muy bien su significado, a pesar de que intentaba leer y comprender lo que salía en los periódicos, o entender aquello que salía en televisión. Hablo de la caída del Muro de Berlín, tema que después utilicé para mí tesis en la carrera, la desintegración de la URRS, la Guerra de los Balcanes, o la operación Tormenta del Desierto, nombre con que se conoció el ataque de EEUU a Irak tras invadir previamente este país a sus vecinos de Arabia Saudí. Si ya de por sí me encantaba la historia, estos hechos me hicieron enfrascarme aún más en este campo. Años después, la reedición de esta invasión provocó en el año 2003, mientras yo dormía plácidamente en una habitación de un hotel en Puerto Plata (República Dominicana), se producía el derrocamiento del dictador tirano irakí Sadam Hussein.

Mientras tanto, mi pasión por la lectura iba en aumento, quizás el gran motivo para que fuera aprobando en el colegio sin problemas a pesar de mis continuas salidas de tono, mi consabida dejadez y la poca atención que prestaba en

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