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Camino Al Infierno

luisjuarez00126 de Marzo de 2014

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EL CAMINO AL INFIERNO

John Baker, ingeniero en jefe de Caribben Bauxite Company Limitd de Barraania, una isla del Caribe, estaba haciendo los últimos preparativos para abandonar la isla. Un mes antes le había avisado de su promoción a gerente de producción de Keso Mining Corporation, cercar de Winnipeg, una de las empresas canadienses de Continental Ore que estaba registrado una rápida expansión. Todo estaba arreglado, menos una última entrevista vital con su sucesor, el muy capaz joven Matthew Rennalls, oriundo de Barracania. Era vital que esta entrevista tuviera éxito y que Rennalls saliera de la oficina de Baker seguro de sí mismo y con coraje para afrontar el reto de su nuevo trabajo. Un toque de campana habría llevado a Rennalls a la oficina, pero Baker demoro ese momento y miro pensativamente por la ventana, consideran con exactitud que iba a decir y, más en concreto, como lo iba a decir.

Baker, un expatriado inglés, tenía 45 años y llevaban 23 trabajando en Continental Ore en distintos lugares del mundo: el Lejano Oriente, varios países de África y Europa y, los pasados dos años, en esta isla del Caribe. Su asignación anterior en Hamburgo no le había interesado mucho y le encantó la idea de ser enviado al Caribe. El clima no era el único atractivo. Baker siempre había preferido trabajar en el extranjero, en los llamados “países en desarrollo”, porque pensaba que tenía un don innato mayor al que tenían otros expatriados que trabajaban para Continental Ore para encontrar la manera de llevarse bien con el personal regional. No obstante, solo 24 horas en Barracania le bastaron para saber que necesitaría todo su don innato para poder lidiar con los problemas que le aguardaban en este terreno.

Matthew Rennalls En la primera entrevista que Baker sostuvo con Glenna Hutchins la gerente de producción, hablaron del problema de Rennalls y su futuro. En ese mismo instante, le quedó muy claro Baker que una de sus tareas más importantes seria preparar a Rennalls para que le sucediera. Hutchins había señalado que este no solo era uno de los prospectos barracanianos más brillantes del persona de Caribbean Bauxite en la Universidad de Londres había obtenido un grado de Licenciado en ingeniería con mención honorifica sino que además, como era hijo del ministro de finanzas y economía, también tenía un atractivo político.

Caribbean Bauxite se había sentido muy complacida cuando Rennalls decidió trabajar en la empresa, en lugar de hacerlo en el gobierno, donde su padre ocupaba un cargo destacado. La empresa adjudico su decisión a que el vigoroso y liberal programa de regionalización de la empresa, aplicado desde la Segunda Guerra Mundial, habían llevado a que 18 barracanianos ocuparan puestos en la gerencia media y había dado a Caribbean Bauxite una buena ventaja en este sentido, en comparación con otros negocios internacionales que operaban en Barracania. El éxito de esta oportuna política de regionalización había producido excelentes relacionales con el gobierno, mismas que, tres años después, resultaron más importantes cuando Barracania declaro su independencia, lo cual provoco una actitud crítica y desafiante respecto al papel que los intereses extranjeros debían desempeñar en la nueva Barracania. Por tanto, Hutchins no tuvo demasiada dificultad para convencer a Baker de que el éxito del desarrollo de la carrera de Rennalls era de vital importancia.

La entrevista con Hutchins había tenido lugar dos años antes y ahora Baker, reclinándose hacia atrás en la silla de su oficina, repasaba la medida de su éxito en la preparación de Rennalls, ¿Qué aspectos del carácter de esta habían servido y cuales habían sido un obstáculo? ¿Qué decir de supersonalidad? ¿Qué la habían servido o entorpecido? El primer punto que asentó en la columna del haber era, sin lugar a duda, la habilidad de Rennalls para dominar los aspectos técnicos de su trabajo. Desde el principio habían exhibido agudez y entusiasmo y, con frecuencia, había impresionado a Baker con su habilidad para atacar nuevas asignaciones y con los comentarios constructivos que invariablemente había pronunciado en las discusiones departamentales. Gozaba de popularidad entre las filas del personal barracaniano y tenía un trato amable que le colocaba en buena posición en sus relaciones con sus superiores expatriados.

Todos ellos eran activos, pero ¿Qué decir de la columna del debe? En primer término esta u posición racial. Los cuatro años que había pasa en la Universidad de Londres había acentuado este sentimiento y le habían vuelto muy sensible a toda señal de condescendencia por parte de los expatriados. Quizá para expresar esta conciencia, tan pronto como volvió a casa después de su estancia en Londres, se puso a hacer política en el partido Acción Unida, que después ganaría las elecciones previas a la independencia y que daría al país su primer Ministro.

Sin embargo, las ambiciones de Rennalls, porque no cabia duda que las tenía, no estaban en la política. Si bien era un nacionalista convencido, consideraba que sería más útil, para su país y para el mismo, que aplicara su talento para la ingeniería ahí donde sirviera más o ¿Qué la bauxita no representaba cerca de la mitad del valor del comercio exterior de Barracania? Por lo anterior, Hutchins encontró inesperadamente fácil su tarea de convencer a Rennalls de que abandonará su trabajo político para entrar en el departamento de producción como ingeniero asistente.

Baker sabía que la intachable posición racial de Rennalls era la que había impedido su relación fuera tan cercana como debía haber sido. En apariencia, en verdad parecía que se llevaban bien. Los formalismos entre los dos eran mínimos. Baker estaba encantado de que parecía que su asistente compartía su peculiar sentido del humor desenfadado, por lo cual siempre estaban intercambiando bromas. El uno asistía reuniones sociales a casa del otro y con frecuencia jugaban tenis junto; no obstante, una barrera invisible, indefinible, estaba siempre presente. La existencia de esta separación entre ello era fuente de una constante frustración para Baker, porque subrayaba una debilidad que se negaba a aceptar. Si había tenido éxito con personal de otras nacionalidades, ¿Por qué no lo conseguía con Rennalls?

El, al menos, había conseguido acercarse a Rennalls mucho más que otro expatriado cualquiera. De hecho, la actitud, a veces condescendiente y otra cínica, que el joven barracaniano adoptaba hacia otros expatriados de la empresa había sido uno del tema que Baker había planteado el año pasado cuando discutió con Rennalls el informe del personal. Baker también sabía que tendría que volver a plantear el mismo tema en la próxima reunión, porque Martha Jackson, la jefa de reclutamiento, se había quejado ayer del trato grosero de Rennalls. Con esta idea en mente, Baker se inclinó hacia el frente y hablo por el intercom: “Por favor podrías venir Matt, necesito hablar contigo”. Rennalls entro, Baker saco una cajetilla de cigarros y le dijo: “por favor toma asiento. ¿Quieres uno?”

La reunión de Baker y Rennalls Baker hizo una pausa mientras le acercaba su encendedor y prosiguió: “Como saber, Matt, en pocos días partiré para Canadá y antes de que me marche sería conveniente una última charla. Con toda cortesía te sugiero que tal vez pueda ayudarte en algo. En poco tiempo estarás sentado en esta silla, encargado de este trabajo, pero considerando que tengo diez años más que tú, tal vez aceptes la idea de que mi experiencia podría servirte de algo”.

Baker observo que Rennalls se ponía un poco tenso en su silla cuando menciono este punto, por lo cual explico: “Los dos hemos asistido a suficientes curso de la empresa como para recordar que la gerente de recursos de la empresa como para recordar que la gerente de recurso humanos ha repetido que debemos decirle a otros como están funcionando siempre que se presente una ocasión adecuada y no solo automáticamente una vez al año cuando, por reglamento, se discuten los informes del personal”.

Rennall asintió en sentido de aceptación y Baker prosiguió: “Siempre recordare la última charla sobre mi desempeño laboral que tuve con mi jefe anterior en Alemania. Ella empleo lo que se conoce como la técnica de la suma y la resta. Ella creía decididamente que cuando los gerentes quieren mejorar el desempeño laboral de su personal a partir de una charla, su primer objetivo debe ser objetivo debe ser asegurarse de que estos salen de la entrevista motivados e inspirados para mejorar. Por tanto, toda crítica debe ser asegurarse de que estos salen de la entrevista motivados e inspirados para mejorar. Por tanto, toda crítica debe ser constructiva y útil. Ella decía, y yo estoy de acuerdo con eso, que una buena vía para alentar a una persona es discutir los puntos favorables, los factores que se suman, así como los débiles, los factores que se restan. Por eso he pensado que sería buena idea nuestra charla transcurriera por ese camino”

Rennalls no hizo comentario alguno, por lo cual Baker prosiguió: “Quiero decirte, de entrada, que por cuando se refiere a tu desempeño laboral, la suma es mucho mayor que la resta. Por ejemplo, me ha impresionado mucho la manera en que has adaptado tu considerable conocimiento teórico para dominar las técnicas prácticas de tu trabajo; el ingenioso método que empleaste para llevar aire al quinto nivel de la mina, es ejemplo suficiente del caso. En las reuniones del departamento invariablemente he aceptado tus comentarios por considerarlos útiles. De hecho, tal vez te resulte interesante saber que, apenas la semana pasada, reporte a la Stra Hutchisns

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