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Cuentos, Leyendas, Poesia, Adivinanzas, fábulas Para Preescolar


Enviado por   •  10 de Agosto de 2013  •  12.397 Palabras (50 Páginas)  •  875 Visitas

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CUENTOS

El primer contacto del niño con el género literario es a través de la literatura oral (canciones o nanas), más adelante será el cuento narrado o leído por algún familiar. Luego interviene, en el jardín de infantes, el libro-objeto, el cual cobra importancia material y se transforma en un recurso manipulable, dónde comienza a diferenciar letras de número e imágenes, y, finalmente, llega la lectura directa por parte del niño.

Promover la lectura en el nivel inicial como generadora de placer, contribuye a la formación de nuevas ideas, emociones y sensaciones, generando un espacio al desarrollo de la imaginación, recreando nuevos escenarios y personajes, introduciéndolos en un mundo que une fantasía y realidad.

Un recurso válido es la lectura de imágenes, donde los niños a través de estas nos sitúen en un marco espacial, les pongan nombre a sus personajes, edades, definan sus personalidades y el contexto en el que están inmersos.

“Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero cuando una palabra tiene valor, contiene mil imágenes”

Cuentos:

 Jirafa y Leoncito

 El sol

 El escarabajo trompetista

 Púas, el erizo

 El ratón García

 El arco iris y el camaleón

 Un pichón de avestruz

 Viaje en globo

 Concurso otoñal

 Un amor beeep

 Pablo y Victoria en la granja

 Milo, el viento

 El búho gafitas

 ¡Buen viaje, pingüinos!

 ¡A comer!

Jirafa y leoncito

Jirafa se acercó a beber en un río. Miró alrededor por si se encontraba con algún animal que la quiera dañar; tenía que tener cuidado, ya que muchas veces lo leones las atacaban cuando estaban bebiendo.

Abrió sus patitas delanteras para poder bajar su largo cuello y se acercó al agua. En el reflejo del río vio una sombra y se asustó. Giró su cuello y vio que se trataba del pequeño Leoncito.

Al ver que Jirafa lo miraba, Leoncito, giró su cabeza y agachó las orejas.

Jirafa caminó tranquila hacia él y le acercó su patita, Leoncito la acarició y ambos perdieron el miedo.

 ¿Cómo es que estás tan lejos de tu casa? ¿Y tu familia? –preguntó Jirafa, preocupada.

 Es que… ¡me perdí! Por salir corriendo detrás de un ciervo. Sólo quería jugar y comencé a correr y…

 ¿Y qué ocurrió después? –interrumpió Jirafa.

El ciervo se asustó y yo me quedé en este lugar. Tenía miedo, pero soy un león valiente y no quería llorar. ¡Estoy tan cansado! – dijo Leoncito con tristeza.

 No te preocupes, vayamos a aquel árbol a descansar –lo consoló Jirafa.

Leoncito se acomodó entre las patas de la jirafa y se quedó dormido junto a ella. Juntitos muy juntitos para darse calor.

Pasaron varios días, Jirafa cuidaba de él, lo alimentaba y le daba cariño como si fuera su mamá. Un día le explicó que dentro de un tiempo tendría que volver con su familia de leones.

Una mañana, Leoncito bebía agua en el río, cuando unos leones se acercaron a él. Jirafa los observaba desde lo alto y escuchó cuando los leones conversaban con Leoncito y le contaban lo preocupados que estaban sus padres. Ellos podían ayudarlo a recuperar a su familia.

Había llegado el momento de partir.

Jirafa vio cómo se alejaba Leoncito para siempre, pero, aunque lo iba a extrañar, estaba feliz porque él había encontrado a su familia.

El sol

Un nuevo día había llegado y nuestro amigo el sol ya estaba listo para salir.

Desde bien temprano ya estaba preparándose para que el día fuera “un gran día”. Sin darse cuenta llegó su hora y el cielo se vistió de luz y color. El sol estaba muy contento, pues ninguna de esas nubes traviesas había venido a tapar su luz. Desde el cielo, veía a los niños jugar y reír en el parque y se sentía feliz porque sabía que, en parte, era gracias a él.

Observando a un grupo de niños, escuchó que conversaban sobre lo que iban a hacer esa noche, y prestó atención, sobre todo, a lo que decía uno de ellos:

 ¡Qué ganas tengo de que se haga de noche! Hoy son las fiestas de mi pueblo y vamos a celebrarlo llenando el cielo de brillantes cohetes, cohetes que son como estrellas”

Al escuchar estas palabras, el sol se puso muy triste. Él también tenía ganas de participar de la celebración y ver los cohetes, pero sabía que no era posible.

Llegó la noche y el sol se escondió. Casi no pudo dormir de tanta tristeza, pensando en lo que estarían haciendo todos y cómo se divertirían sin él.

Lo cierto es que la tristeza lo invadió y estuvo varios días sin salir. Los días se hicieron oscuros y fríos. Los niños ya no podías salir a jugar a las plazas, las familias no podían pasear por el parque, nadie entendía qué sucedía. Todos extrañaban al sol.

Cierto día, cansado de tanta soledad, decidió volver a salir y se dio cuenta de que todos, al verlo, sonreían. El sol se dio cuenta de cuánto lo habían extrañado y se sintió feliz de estar de vuelta.

De esta manera comprendió que aunque no siempre podemos hacer lo que nos gusta, debemos sentirnos felices de lo que somos.

El escarabajo trompetista

Coco, el pequeño Escarabajo, vivía cerca de la quinta de Doña Gallina. Siempre paseaba solo, con su chaleco gris y su sombrero negro. Su casita estaba hecha de cáscara de nuez y al lado de un fuerte árbol que no protegía del viento y la lluvia.

Al Salir los primero rayos de sol, abría la ventana y ensayaba con su trompeta. ¡Claro, Coco era trompetista!

¡Tararí tarará tararí! – todas las mañanas entonaba su canción.

Él quería mucho

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