DESARROLLO DEL PENSAMIENTO SOCIAL
nm1121450122 de Enero de 2014
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DESARROLLO DEL PENSAMIENTO SOCIAL
El universo griego y el advenimiento de la política
La política y su marco conceptual son productos de un momento singular en que se entrecruzan dos frutos de la historia griega: por un lado un nuevo modo de pensar, surgido alrededor del siglo VI antes de Cristo, fundado en el libre examen e interrogación sobre el fundamento de las cosas, y por otro una nueva forma de relación entre los hombres que aparece a partir del siglo VIII ac. Y, cuya matriz de significancia se resume en la noción de polis. Como resultado de ese entrecruzamiento se anunciaría el surgimiento de la política, que en concreto podemos sostener es la práctica social de la polis, que al tornarse consciente de sí misma anuncia –utilizando una significación hegeliana – la existencia y riqueza de su propio concepto.
De esta forma, la existencia de la polis generó condiciones de posibilidad de un pensamiento racional sobre la práctica política; esto es, permitió la actuación política de un número de ciudadanos con conciencia de su dominio sobre las cosas de la ciudad. En sentido estricto, la política son los negocios –reconstruyendo el sentido peyorativo del término- de la polis. Esta palabra griega designa urbe (por oposición al campo), pero también designa civilización (por oposición a naturaleza o barbarie) y finalmente y sobre todo ciudad-estado, entendida ésta como entidad comunitaria autónoma en la cual viven algunos miles de habitantes, al mismo tiempo que se rescata en la noción de estado el elemento político de la autarquía, dado que una ciudad-estado podía conglomerar en torno suyo varias ciudades. De esta forma, puede advertirse cómo la política constituye para un ciudadano griego su horizonte de sentido. No vivir en un estado-ciudad es para un griego no vivir políticamente, esto es, no vivir civilizadamente (Wolf: 1999), no tener una vida esencialmente humana Como bien afirma Vernant (1996), la aparición de la polis constituye un hito en la historia del pensamiento griego. Es en la polis donde se constituye por primera vez el espacio público, en tanto sólo en éste ámbito los griegos han pensado lo ‘político’. La vida política toma forma de agón, es decir una disputa, oratoria, un combate codificado y sujeto a reglas cuyo teatro será el ágora, un nuevo espacio social que se configura junto con las transformaciones políticas y sociales. Desaparecido el papel del antiguo palacio como eje de la vida social, la ciudad está ahora centralizada en el ágora, espacio común, espacio público en que son debatidos los problemas de interés general.
Sobre los orígenes del ágora nos dice Poratti (1999): “(...) El lugar pasa ahora a llamarse ágora, palabra que no significa originariamente un lugar (y menos el mercado), sino la institución que en Homero era la discusión solemne de los jefes en presencia del ejército, en la cual el que hablaba estaba religiosamente protegido por la sustentación del cetro: transposición regulada, pues, del conflicto de la palabra. Este juego, llevado a cabo ahora por clases, partes y partidos, será el lugar que ocupe el lugar vacío del Centro. Y con ello tenemos la Ciudad. El conflicto llevado a la palabra sobre el fondo de la ley será la condición de posibilidad del lógos” (p. 39).Para los griegos la esfera de la vida pública tenía dimensiones mucho más amplias de las que hoy pueden pensarse. Aún no se había producido el fenómeno de la privatización de la vida pública; el individuo no se había recluido en el ámbito privado. El campo de la política incluía temas como la ética, problemática fundamental que no escapará a ninguno de los grandes pensadores del Ática, junto con la educación, otro de los temas vitales del pensamiento griego. El terreno político pertenece para los griegos al terreno común, y abarca las actividades prácticas que deben ser compartidas, que ya no son más privilegio de uno. Hacer política es participar de la vida común, es la actividad social por excelencia, una obligación de cada ciudadano para con sí mismo y para con los demás. Renunciar a hacer política es renunciar a gobernarse, y por tanto, a ser libre. La política es la actividad social fundante de la sociedad y la palabra es el fundamento de la práctica política1, ella ocupa, ahora, el trono del poder; la arché no puede ser más propiedad exclusiva de determinado grupo social. El Estado se despoja de su contenido mítico-religioso, y de todo carácter privado y particular, escapando al control de cierto sector y apareciendo como cuestión de todos. Podemos resaltar dos características fundamentales de este espacio público creado a partir del advenimiento de la polis, entendiendo a éste como la matriz en donde se originan y organizan las relaciones sociales.
En primer término -y como lo mencionamos anteriormente-, una extraordinaria preeminencia de la palabra sobre cualquier otro instrumento de poder. El logos se torna el instrumento político por excelencia, la clave de la autoridad en el Estado, la forma de comando y de persuasión. La palabra se transforma en el elemento central de la práctica política, una práctica que se configura como debate contradictorio, discusión y argumentación. Una práctica política que supone el disenso, la diferencia, el conflicto, pero cuyo medio primordial es el uso de la palabra. La palabra supone, por otro lado, un elemento central para pensar el espacio público, la existencia misma de un público, un juez que decida en última instancia entre los distintos argumentos; una elección del público, una elección puramente humana, que destierra del terreno político las mediaciones religiosas, y que da la victoria a uno de los oradores sobre sus adversarios. De esta forma, la política adviene también seducción, dado que la contienda entre los distintos oradores se juega ante la mirada de un tercero, al que justamente hay que seducir: obviamente, nos estamos refiriendo al público o asamblea. En segundo término, el carácter de plena publicidad que asumen las manifestaciones más importantes de la vida social. Se puede afirmar que existe polis sólo a partir de que se denota un dominio público en el sentido de un sector de intereses comunes en contraposición a los asuntos privados, imbuido de prácticas políticas más abiertas que incluyen a todo el cuerpo de ciudadanos, establecidas en pleno día, en contraposición a los procesos secretos, propios de la vida privada (Vernant: 1996).
A los dos aspectos anteriormente señalados –el prestigio de la palabra y el desarrollo de las prácticas públicas – debemos agregar otro elemento importante para entender este proceso de formación de un espacio en común. Los diversos miembros de la polis, por más diferentes que sean por su origen de clase y por su función social, aparecen de cierta forma como semejantes. Esta semejanza crea la unidad de la polis, porque para los griegos sólo los semejantes pueden formar parte de una misma comunidad. Al ser semejantes esto permite que los vínculos de un hombre con otro hombre se tornen, en el esquema de la ciudad, en una relación recíproca, reversible, substituyendo las relaciones de sumisión y de jerarquía. Todos los hombres que participan en el Estado van a definirse como Hó - moioi, semejantes, y de manera más abstracta como Iso, iguales. 63 Miguel A. Rossi y Javier Amadeo Teoría y filosofía política,
Platón: metafísica y política
A partir del Fedón, Platón hace explícito –incluso contrariamente a sus propios intereses– que la conciencia socrática es el reflejo viviente y sufriente del advenimiento de la cultura, alumbramiento que implica –en parte– la ruptura con la naturaleza. Esta es la razón a partir de la cual Sócrates descubre que las leyes del cosmos son cualitativamente diferentes de las leyes de la polis. Si la naturaleza como reino del ser permanece muda, la polis como instancia dialógica se afirma en el terreno de la palabra; mas es un discurso que se ha librado de todo substrato ontológico, incluso a riesgo de independizarse del dominio de la verdad y fertilizar consecuentemente el terreo de la ‘apariencia’. Tal vez esto sea entre otras cosas lo que escandalice radicalmente a Platón. En la Apología Platón vuelve a percatarse de la tensión entre las leyes de la naturaleza y las leyes de la política. Si por naturaleza puede proclamarse la injusticia de la muerte de su maestro, por amor al n o m o s, a la ley, Sócrates decide aceptar el sacrificio de su muerte, pues sabe a ciencia cierta que una p o l i s sin n o m o s –aunque aquél fuese injusto– sería un universo de bestias. De este modo, aparece la tragedia en el cuerpo socrático para seguir regando el suelo de la política. En los escritos juveniles de Platón, obviamente más vinculado a su maestro, el filósofo reivindica en cierto sentido el terreno de la ley como producto de las convenciones humanas. No obstante, se percata del dramatismo existencial entre las leyes inmutables de la naturaleza, por las cuales deben gobernar los mejores, y las leyes mutables de la vida política, en estricta relación con un ethos democrático. Es en tal sentido que podemos afirmar que el modelo político aristocrático platónico descansa en el primado de la naturaleza, en tanto será ésta la que designa a los mejores hombres para el gobierno, justificado ya sea por un dispositivo mítico-religioso o en referencia a un esquema metafísico. Dicha perspectiva, que está presente es su pensamiento juvenil y que por otra parte es coincidente con los sectores de la aristocracia a los que el filósofo pertenece, alcanzará un desarrollo pleno en su texto de madurez La República.
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