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Debate acerca de integración escolar en educación primaria de jóvenes y adultos


Enviado por   •  15 de Julio de 2020  •  Monografías  •  5.992 Palabras (24 Páginas)  •  114 Visitas

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Debate acerca de integración escolar en educación primaria de jóvenes y adultos.

RESUMEN

En la presente ponencia me interesa reflexionar acerca de la “integración” de estudiantes en la modalidad de Jóvenes y Adultos a partir de la consideración y trascendencia que ha tenido y tiene la Ley Nacional de Educación 26.206.

En primer lugar expondré algunas cuestiones históricas referidas a la “normalidad” de la institución escolar, a fin de brindar un marco general capaz de contextualizar los siguientes temas. Seguidamente, abordaré ciertos aspectos críticos vinculados a la educación primaria en la modalidad de jóvenes y adultos- identificando el carácter elitista que históricamente han tenido esas propuestas en la Argentina-, para analizar, en tercer lugar, algunas categorías centrales involucradas en los procesos actuales educativos- entre ellas “integración” , “nivel educativo de riesgo”, “barreras”, en momentos de importantes transformaciones de carácter político- normativo en torno  a la “inclusión de todos y todas”.

Utilizaré para el abordaje resultados de distintas investigaciones referidas a integración y educación de jóvenes y adultos. Para finalizar analizare fragmentos de charlas informales realizadas en la escuela primaria de Jóvenes y Adultos “Ramón S. Otero” de la ciudad de Paraná.

PALABRAS CLAVES: EDUCACION,  JOVENES Y ADULTOS, INCLUSION, EXCLUSION.

Existen numerosos trabajos en el campo de la pedagogía que, desde distintas perspectivas, analizan el formato homogeneizante y disciplinador de la institución escolar, claramente productor de segregación de cualquier rasgo de diferencia respecto de lo establecido por normas previamente construidas.

Lo que llama mi atención en la literatura mencionada, son los procesos de naturalización de esas construcciones a lo largo de su desarrollo, y es aquí cuando el disciplinamiento de los cuerpos, a través de eficientes mecanismos de control cobra relevancia para comprender el por qué aún persistan tantas dificultades para transformar ciertas realidades, a pesar del apoyo de numerosas normas que cuestionan dicho accionar.

Con el advenimiento de la modernidad, la noción de normalidad se funda a partir de las demarcaciones del “hombre medio”, con la campana de Gauss, donde todo lo que se alejaba de aquel hombre medio era considerado anormal, una invención creada por la idea de normalidad, para ordenar el desorden.

De acuerdo a distintos autores, este periodo puede ser denominado como el gran encierro, porque todo aquel que no seguía los dictámenes impuestos por la razón eran considerados “dignos” de vivir junto a los que gozaban de esta condición necesaria, prescripta por los cánones dados por la ilustración y en consecuencia eran aislados en asilos o manicomios, los cuales estaban bajo la atención médica,

Es, de acuerdo a Foucault, a través de disciplinas, que surge el “poder de la Norma”, como instancia que se suma, condicionado, a poderes preexistentes.

La constitución de la dualidad normal- anormal se prescribe de acuerdo a lo que plantea este autor en su texto “Los Anormales”, en el desarrollo de la forma disciplinaria del poder. Estos conceptos no solo se han constituido socialmente, sino que han sido constituyentes de lo social, instalando una serie de demarcaciones y marcas en los sujetos que instalan el par normal-anormal en la que el segundo término debe ser controlado, corregido o castigado por intervenciones específicas.

El autor sostiene que el anormal se constituye como un dominio especifico a partir de la síntesis de tres individuos particulares: el monstruo, el incorregible  y el onanista.

En este punto es interesante citar un fragmento publicado en un artículo de 1910 en la revista del Consejo Nacional de Educación, escrito por la doctora Hermosina de Olivera, donde se clasifican a los niños “atrasados” del siguiente modo, dando cuenta del impacto que, en la Argentina, estaba teniendo el paradigma normalizador, al igual que en otros países de occidente: “a) la muchedumbre heterogénea que por su organización psíquica y física es incapaz de aprovechar los métodos comunes de enseñanza; b) los imbéciles, idiotas, sordomudos, ciegos y epilépticos; 3 c) los distraídos, como prefieren llamarlos los padres, o atrasados. No son simplemente anormales y están atacados de debilidad mental por causas múltiples y pasajeras. Son especialmente los hijos de nuestra masa obrera, con funcionamiento lánguido del cerebro, producto de una alimentación deficiente. Perturban la disciplina, ocupan inútilmente un lugar en las clases comunes, desalientan a la maestra e influyen en sus condiscípulos” (Dussel, 2000:9). En el fragmento del artículo de 1910 citado por Dussel se advierte el carácter binario de las concepciones realizadas en torno de ‘los otros’ del lato, en tanto se los considera a partir de una concepción de ‘un nosotros’ excluyente y jerarquizado en relación con lo que se supone no idéntico a él, por lo que ‘el otro’ termina siendo inferiorizado, subestimado y estigmatizado en términos oposicionales, como si la vida y nos-otros pudiéramos ser definidos de modos claros y certeros. El artículo citado permite advertir partes de este largo recorrido narrativo que conforma, en el caso del sistema educativo argentino, parte visceral de lo que hoy recibimos como herencia, y que marca sustantivamente las concepciones acerca de los estudiantes que no cumplen con los parámetros de normalidad instalados e instituidos a través de la pretendida neutralidad.

En referencia al sistema educativo argentino, durante las primeras décadas del S XX, las elites de Argentina veían amenzada la “identidad nacional” debido al gran aluvión de inmigrantes, esto generó que se produjera un tipo de nacionalismo basado en la discriminación visual que influyó de manera determinante en la cultura escolar. Esto ha tenido un claro impacto en lo que respecta a la sospecha sobre la posibilidad de ser educados ciertos sujetos. Por entonces, el sistema educativo se encontraba dentro de la órbita de la Ley de Educación Común N° 1420, del año 1884, promovida por Domingo Faustino Sarmiento, quien fue uno de los primeros impulsores de la educación común, como así también de la modalidad de adultos, mediante la creación de las primeras escuelas para adultos en la provincia de Buenos Aires.

Esta ley rigió hasta el año 1993 en que se sancionó la Ley Federal de Educación que ubicó la educación de adultos en el ámbito de los Regímenes Especiales contemplándola en dos de sus artículos.

La Ley Federal de Educación Nº 24.195, sancionada en abril de 1993, reemplazó a la Ley de Educación Común 1.420 y fue el marco jurídico normativo de la Reforma del sistema educativo de inspiración neoliberal. A partir de los `90 el pensamiento neoliberal se torna hegemónico comenzando un proceso de deterioro progresivo en el mercado laboral y el retiro masivo del Estado social, profundizando procesos de pauperización y fragmentación social inéditos para la Argentina. En este contexto el Estado rediseña la política social en función de la reestructuración de la economía, de la sociedad y de las relaciones de poder entre los actores, abandonando el carácter universal de las mismas, e inaugurando un nuevo ciclo histórico que sectoriza la pobreza con políticas sociales compensatorias.

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