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Delincuencia Juvenil

paopadmed30 de Mayo de 2013

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Introducción

Por regla general los períodos de crisis social, económica y política han adquirido un tinte apocalíptico y definitorio para los observadores en ellos involucrados. Actualmente no suele haber controversia alguna respecto a que está sucediendo un proceso de profunda crisis social, política, económica y cultural. Pero el término “crisis” suele ser ambiguo. Tomado originalmente de la práctica de la medicina en donde remitía como significado a un cambio en el estado del enfermo, se ha convertido en una noción lo suficientemente polisémica como para adquirir significaciones diversas y hasta encontradas si tenemos en cuenta que puede implicar tanto un sentido de transición como de corte y ruptura, puede ser tanto un concepto analítico como una valoración, o puede entenderse como un momento de liberación y estallido de las contradicciones que ya estaban en conflicto o como un mecanismo de reajuste del equilibrio social. Paradójicamente en su sentido original, en la medicina, crisis significaba resolución mientras que en nuestra percepción general significa lo contrario: indecisión. Si se puede “medir” la crisis por indicadores tales como el empeoramiento en las condiciones generales de vida (desocupación, conflictos sociales, etc), o por el imperio de la anomia (incremento de conductas transgresoras y delitos), no hay duda de que uno de los aspectos que implica la noción de crisis, a saber la presencia de una perturbación, se cumple y en demasía. Respecto a las causas, la naturaleza y la perspectiva evolutiva de esta crisis es materia de debate en lo que hace a su comprensión, y de actos y conductas para las instituciones y sujetos sociales según sean sus intereses.

Es nuestra intención en estas notas referirnos a cuestiones referentes al incremento de delitos violentos contra la propiedad y las personas cometidos por jóvenes y adolescentes, la categorización que se hace desde el Derecho y el sistema legal, así como desde el campo de las ciencias sociales que, en este caso, se configuran como un entorno productor de discursos para-jurídicos y la respuesta institucional del Estado (la policía, la ley y el sistema penal). Está claro, según las consideraciones hechas al comienzo, que el incremento de este tipo de delitos es una de las expresiones del aumento de los delitos generales de todo tipo, expresión, por otra parte, de esa anomia generalizada y de la crisis social de conjunto. De manera que si se pretende una comprensión mas o menos cabal de esta problemática hay que remitirse a ese contexto general que la envuelve. Consideraciones al respecto se hizo en otro lugar y forma parte de una investigación en curso , ahora vamos a acometer algunas aproximaciones a la cuestión del control social, el sistema de justicia (el sistema penal) y la vulnerabilidad social (problemas de identidad y subjetividad) en los grupos de jóvenes delincuentes.

La delincuencia juvenil como cuestión social y política-jurídica.

El punto de partida puede ser el preguntarse sobre hasta qué punto puede hablarse de alguna especificidad del delito juvenil. Aunque vemos con desconfianza esa búsqueda de particularidades a toda costa, casi una condición a priori de la mayoría de las investigaciones académicas mas como autojustificación que, como requisito del método científico, hay que resaltar que está involucrado en un contexto singular. Nos referimos a que es un tema puesto en el tapete constantemente por los medios de difusión pública y encuentra resonancia en casi todas las instituciones, especialmente en el estado y las instituciones políticas. Existe actualmente una presión que se expresa en el reclamo de replantear las normativas jurídicas y las leyes que proviene del mismo estado, de políticos y juristas (replantear las penas, la anulación del “dos por uno”, reducción de la edad de imputabilidad penal, endurecimientos de los códigos de contravenciones y ampliación de las facultades de la policía, políticas de “tolerancia cero”, etc). Sobre este tema se ha instalado una atmósfera de malestar generalizado que asume la figura, difusa en su definición, aunque no menos concreta de la “inseguridad social”, termino con el cual se ha instalado en lo cotidiano.

Por más que lo que se abarca en la categoría de la “inseguridad” sea amplio, no cabe duda que la imagen que la focaliza es la de los robos y asaltos, las mas de las veces violentos, cometidos en los domicilios y en las calles por jóvenes marginales, excluidos que vagabundean en los espacios de os incluidos. En lo esencial se trata de discursos del orden, no explican ni clarifican sino que tipifican y se orientan a la legitimación de un accionar frente a efectos y no a causas. De ahí que estamos ante un componente ideológico y que tiene que ver con el control social, puesto que se encuentran directamente involucrados el Poder (el estado) y el Derecho (discurso fundante y legitimante del poder). La cuestión de la delincuencia juvenil está atravesada por discursos de orden, por lo político y el reforzamiento del poder y del estado, todo eso lo sintetizamos al decir en adelante que es una cuestión de control social. Esta ofensiva ideológica está asociada con la ofensiva política neoliberal (o neoconservadora, si se quiere), que atraviesa a toda la sociedad en una escala internacional y que no es otra cosa que la envoltura ideológica y discursiva de las políticas de reacomodamiento hegemónico motorizadas por sectores del capital transnacional que somete y refuncionaliza a los estados nacionales en términos de una sociedad “globalizada” y de “mercados libres”. Para lo que nos interesa el achicamiento económico y de función social del estado presenta como contraparte un fortalecimiento policial y penal del mismo estado, mecanismo necesario para la gestión y administración de la exclusión y del descontento social. En Europa y EEUU, de donde provienen las políticas de tolerancia cero y de endurecimiento penal, se trata de la ”violencia urbana”, de la delincuencia de los jóvenes de origen obrero y extranjero (hasta se ha instalado el estereotipo de la “peligrosidad criminal de los inmigrantes”). Acá se trata de la criminalidad de los excluidos, de los villeros. En esencia, se trata del mismo fenómeno, de la criminalización de la miseria, a mismo tiempo que del reforzamiento de la presión disciplinaria para los sectores incluidos, en particular su inmensa mayoría que son los trabajadores asalariados precarios.

Sin hablar todavía sobre cómo opera este proceso, si se quiere hacer una primera descripción de los elementos que juegan en este fenómeno social encontramos, básicamente, cuatro:

Los jóvenes delincuentes.

Las víctimas.

El poder (la policía, la justicia, el sistema penal)

La exclusión social como núcleo de la delincuencia juvenil

En lo que respecta a los jóvenes delincuentes, adelantamos que en su mayoría se trata de sujetos pertenecientes al mundo de los excluidos, de los que están estructuralmente fuera del sistema, pasto indefenso de la fragmentación social y cultural de la sociedad globalizada en donde los sistemas normativos, los mecanismos identificatorios y los espacios socializadores (escuela, familia, etc) se hallan en franco proceso de dislocación y disolución. Las formas actuales de la violencia delictiva se encuadran en este escenarioLa anomia pasa a ser un fenómeno central o, en todo caso, propio del importante sector de los excluidos, donde se cortaron los modelos de identidad y comunicación con los “otros” y no tienen más recursos que la incursión anómica en la sociedad global. En otras palabras, se puede decir que lo que sustentaba la noción de pertenencia al conjunto social para los sectores sumergidos era la existencia de identidades y el reconocimiento e identificación con figuras egregias, imaginario que daba cuenta de “lo posible” y alcanzable. (Castel, R.: 1995; Hernández, R.: 2000).

En estas condiciones, todo un sector de los excluidos, en especial los jóvenes, hacen de la violencia anárquica un estilo y sentido de vida. Para ellos la delincuencia y la violencia se han convertido en una norma. La estructura normativa, la justicia y la policía, ya no representan para ellos la custodia del orden, o de un orden que les signifique algún beneficio sino un dispositivo y un emblema de brutal represión. En los hechos sólo pueden acceder a los bienes codiciados mediante el latrocinio y la imposición por la violencia arrebatadora. Si alguna conciencia de identidad y pertenencia desarrollan es la de la ilicitud y la existencia de la ley como un enemigo.

El fenómeno de la violencia, social e individual es, sin duda, lo suficientemente complejo y polifacético como para ser encarado desde una sola disciplina o un abordaje principal. No todos los excluidos son violentos y muchos “incluidos” la practican, por no hablar de las operaciones mismas de las instituciones y los espacios de poder. El hecho de que se trate fundamentalmente de jóvenes no responde solo a una razón estadística (son mayoría) ni sólo a las peculiaridades propias de esas edades (rebeldía, crisis de identidad, débil estructuración en la internalización de escalas de valores, etc), a ello se le suma que, a diferencia de los adultos, crecen y transcurren su vida en esa zona de vulnerabilidad que se caracteriza por la disolución de los soportes estabilizadores (familia, vivienda, trabajo, educación, etc) y que es estigmatizada por el resto de la población como antes se lo hacía con los locos, los vagabundos y los enfermos ( R. Castel: 1995). En este caso nos referimos a los intercambios sociales entre las personas. Mientras que

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