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ELOÍSA, ¿SUMISA O REVOLUCIONARIA? LA IMAGEN DE LA MUJER EN LAS CARTAS DE ELOÍSA

anita08092 de Agosto de 2013

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ELOÍSA, ¿SUMISA O REVOLUCIONARIA?

LA IMAGEN DE LA MUJER EN LAS CARTAS DE ELOÍSA

Lic. Lucía Riba de Allione

La formación de una conciencia feminista ha supuesto como una de sus tareas fundamentales superar prejuicios androcéntricos arraigados, uno de los cuales ha sido el supuesto de la inexistencia de pensadoras mujeres en la historia. Esto ha llevado a encarar la tarea de rescatar del olvido o de la sombra de algún gran hombre a dichas mujeres, su vida y su pensamiento. Desde una perspectiva interdisciplinaria, no puede extrañar, entonces, que, a pesar de que en mis estudios e investigaciones me haya dedicado fundamentalmente al campo bíblico, incursionase esta vez en el de la historia, más específicamente la historia medieval, para descubrir en la vida y las palabras de una mujer del siglo XII, Eloísa (†1164), ese lento, a veces contradictorio y muchas veces apasionante proceso de ir alumbrando nuestro propio género.

He leído, entonces, las cartas de Eloísa , fijándome particularmente en lo que éstas me mostraban sobre ella: su pensamiento, sus sentimientos, su vida… Descubrí a una mujer hija de su tiempo, deudora del pensamiento de su época, sobre todo en lo que respecta a la mujer -pensamiento que se refleja también en las cartas de Abelardo y de Pedro el Venerable, abad de Cluny-. Pero, por otra parte, me encontré con una mujer adulta, de una profunda lucidez, valiente y libre como para llamar a las cosas por su nombre, apasionada, fiel… Intentaré reflejar esta doble perspectiva a lo largo de estas páginas.

He organizado este trabajo en dos partes. En la primera me fijo en el contexto, considerando la imagen generalizada sobre la mujer en la Edad Media, deudora del período patrístico y más atrás aún. Para esto me guío por especialistas en la materia, entre otros/as Georges Duby, uno de los directores de la reconocida Historia de las mujeres , Jacques Le Goff y, entre nosotros, Carlos Martínez Ruiz. En la segunda me detengo en las cartas de Eloísa fundamentalmente y, cuando es necesario, en las de Abelardo y en las del Abad de Cluny, siguiendo el orden de los puntos que presento en la primera parte

1- La imagen de la mujer en tiempos de Eloísa

Indudablemente la Edad Media está marcada por el pensamiento de los clérigos, aquellos que tenían el acceso y el poder del conocimiento, tanto por discípulos como por maestros. Ellos fueron artífices y voceros de lo que se debía creer y entender sobre Dios, sobre el hombre, sobre el mundo y, por ende, también sobre la mujer. Ellos que no podían tener una visión lograda sobre ella, no sólo por la obviedad de que no eran mujeres, sino también porque generalmente eran célibes . Como dice Jacques Dalarum:

Una vez más, es menester partir de los hombres. Y de los hombres que en este sistema feudal detentan el monopolio del poder y de la escritura: los clérigos, y, en particular, los más cultos, los más influyentes, los más prolijos de ellos. Monjes o prelados seglares, su deber es pensar en la humanidad, la sociedad y la iglesia, orientarlas en el plano de la salvación, asignar también a las mujeres su lugar en esta economía divina.

Sin embargo, retirados como se encontraban, particularmente antes del siglo XIII, en el universo masculino de los claustros y los scriptoria, las escuelas y luego las facultades de teología, en el seno de comunidades de canónigos en las que, desde el siglo XI, los clérigos que se ocupaban del mundo secular se entregaron a la vida inmaculada de los monjes, todo los alejaba de las mujeres […] Separados de las mujeres por un celibato que a partir del siglo XI se extiende firmemente a todos, nada saben los clérigos de ellas. Se las imaginan, o, más bien, se La imaginan: se representan a la Mujer, en la distancia, la ajenidad y el temor, como una esencia específica, aunque profundamente contradictoria.

No es en absoluto sorprendente que el rasgo dominante del pensamiento clerical de esa época sea la misoginia.

Deudores de la tradición judeo-helenista, frecuentemente misógina, ¿qué dicen sobre las mujeres? Lo desarrollaré en varios puntos.

1.1 Adán, el creado primero, es la imagen perfecta de Dios. La mujer es imagen deficitaria

Si bien el primer relato de la creación nos habla del hombre -varón y mujer- creado a imagen de Dios, la tradición cristiana se centró más en el segundo relato para hablar de la mujer. Debiéramos decir, más aún, que la entendió desde la hermenéutica que de dicho relato nos presenta Pablo: El hombre no debe cubrir su cabeza, porque él es la imagen y el reflejo de Dios, mientras que la mujer es el reflejo del hombre (1 Cor 11,7). Adán es visto como modelo primero y primitivo del cual descienden todos los seres humanos, también la mujer. No podían negar que la mujer fuese imagen de Dios, tal como está expresado en Gn. 1,27. Afirman, sin embargo, que esta imagen es limitada y deficitaria. Así, Juan Crisóstomo sostiene que de la creación de Eva en segundo lugar se deduce que Dios dio al varón el rol más importante y honorable, mientras que a la mujer el más insignificante y menos honorable . Por su parte, Agustín escribió que sólo el hombre es imagen y gloria de Dios, ya que la mujer creyente, que es coheredera de la gracia, no puede dejar de lado su sexo y sólo recupera para sí la imagen de Dios cuando no hay sexo, es decir, en el espíritu . Según Guillermo de Auxerre, el varón es creado directamente a imagen de Dios, en cambio la mujer sólo indirectamente, a través del varón (mediante viro). Él tiene una inteligencia más perspicaz; ella, consiguientemente, tiene que estarle sometida según un orden natural . Este mismo sometimiento la hace desemejante a Dios, ya que no puede reflejarlo como creador. Se le reconoce la igualdad en la redención, pero no se la considera llamada a “señorear”, en contra de Gn. 1,26-28, donde el dominio de la creación se le encomienda a ambos, varón y mujer. En caso de que se advierta que esto es una contradicción, se dice que la mujer perdió esta vocación por su papel de tentadora según Gn. 3,6.

2.2 La mujer y la ley natural: subordinada al varón

De lo anterior se sigue que la mujer está subordinada al varón “por naturaleza”. En esta concepción jerárquica de la estructura del mundo, y en base a 1 Tim. 2,11-14, se afirmaba frecuentemente que el varón era la cabeza de la mujer y que ésta le debía obedecer . Christiane Klapisch-Zuber dice: “La autoridad: ésta es otra palabra-clave que domina la visión masculina de las relaciones conyugales, la única que ha sido transmitida directamente. Primera creación, imagen de Dios más cercana al original, naturaleza más perfecta y más fuerte, el hombre debe dominar a la mujer” .

Podemos confirmar esta visión a partir de las mismas fuentes. Agustín, por ejemplo, enseña que el orden de las cosas subyuga la mujer al hombre . Jerónimo, por su parte, escribe que es contrario al orden natural que las mujeres hablen en las asambleas de los hombres . Equipara la autoridad conyugal, considerada como ley natural, con la de un soberano absoluto, y sostiene que al hombre se le ordenaba amar a su esposa, mientras la mujer debía temerle: “Porque el amor corresponde al hombre; el temor a la mujer. Como el esclavo, que no sólo le corresponde el temor, sino también el estremecimiento” . Gisbert Voetius en su Política Eclesiástica, defiende que en el corazón de todos los hombres está inscrita la mayor dignidad del varón respecto de la mujer por ley natural, que destina al hombre a gobernar y a la mujer a obedecer. También para él la autoridad del padre de familia es de iure divino et naturali . En esto Voetius seguía a Santo Tomás, quien había llamado al varón “origen y meta de la mujer por su cualidad de principio último dentro del mundo y reflejo de Dios creador” , y que había visto en esta subordinación una muestra más de la perfección de la creación. Al referirse al estado original del hombre antes del pecado Tomás afirma que “habría faltado al bien del orden de la sociedad humana, si los más sabios no hubieran gobernado a los demás. Así la mujer se halla naturalmente sometida al hombre, en quien naturalmente hay mejor discernimiento de la razón; y el estado de inocencia no excluye la desigualdad de condiciones” .

Más claramente no puede expresarse la subordinación total de la mujer al varón, una concepción que quedó plasmada a lo largo de los siglos, en la conciencia, en las costumbres, en el ámbito jurídico, en la organización social y eclesial.

2.3 La mujer como la que tienta y lleva al pecado

Resulta interesante que entre “algunas de las obsesiones del hombre medieval” Le Goff nombra antes que nada a “los vicios” y que diga que “el hombre medieval está obsesionado por el pecado. Este pecado lo comete abandonándose al Diablo, declarándose vencido frente a los oficiales del pecado, los vicios” .

Ahora bien, basándose en Gn. 3,4-6 y, más aún, en la hermenéutica que desde este pasaje se refleja en Si. 25,24 hecha bajo la influencia helenística y de la repetición de dicha relectura que hace el autor de 1 Tim. 2,13-14 , la tradición cristiana hizo responsable del pecado y de la muerte a la mujer. Agustín transformó el pecado de Adán de facto en un delito de caballero, ya que, aunque ve que peca por la desobediencia, destaca, sin embargo, que pecó ante todo por simpatía con la Eva culpable . Ambrosio de Milán dice: “La mujer es quien ha sido autora de la falta para el hombre, no el hombre para la mujer” . Así, el pecado de la mujer se agrava porque no peca sólo contra Dios y contra sí misma, como lo hace el

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