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El Final Comunicacion y Cultura.


Enviado por   •  3 de Julio de 2016  •  Documentos de Investigación  •  6.433 Palabras (26 Páginas)  •  142 Visitas

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CONTINGENCIA, IRONIA Y SOLIDARIDAD- RICHARD RORTY

Capitulo 1: La contingencia del lenguaje

Hace unos 200 años, comenzó a adueñarse de la imaginación de Europa la idea de que la verdad es algo que se construye en vez de algo que se halla. Esto hizo que los utopistas políticos fueran la regla más que la excepción. Al mismo tiempo, los poetas románticos reclamaban para el arte el lugar que habían ocupado la religión y la filosofía. Ahora esas 2 tendencias han aunado fuerzas y han alcanzado la hegemonía cultural. Para la mayor parte de los intelectuales contemporáneos, las cuestiones referentes a fines frente a medios –las cuestiones acerca del modo de dar sentido a la propia vida y a la propia comunidad- son cuestiones de arte o de política, o de ambas cosas, antes que cuestiones de religión, de filosofía o de ciencia.

Este desarrollo ha conducido a una escisión dentro de la filosofía. Algunos han permanecido identificándose con la causa de la ciencia, e insisten en que la ciencia descubre la verdad, no la hace. Otros han llegado a la conclusión de que la ciencia no es más que la sirvienta de la tecnología. Estos se han alineado con los utopistas políticos y con los artistas innovadores. Los primeros contraponen “el riguroso hecho científico” a “lo subjetivo”, los segundos ven a la ciencia como una actividad humana más, y no como el lugar en el cual los seres humanos se topan con una realidad “rigurosa”. Estos consideran insustancial la idea misma de una representación semejante.

En cuanto a los idealistas alemanes, Kant quiso relegar la ciencia al ámbito de una verdad de segundo orden: la verdad acerca del mundo fenoménico. Hegel se propuso concebir la ciencia natural como una descripción del espíritu que aun no se ha vuelto plenamente consciente de su propia naturaleza espiritual,  y elevar con ello a la jerarquía de verdad de primer orden la que ofrecen el poeta y el político revolucionario. No obstante, el idealismo alemán constituyo un compromiso efímero e insatisfactorio. Lo que ocurría, y lo que los idealistas no fueron capaces de concebir, fue el rechazo de la idea misma de que algo –mente o materia- tuviese una naturaleza intrínseca que pudiera ser expresada o representada.

Hay que distinguir entre la afirmación de que el mundo está ahí afuera y la afirmación de que la verdad está ahí afuera. La verdad no puede estar ahí afuera –no puede existir independientemente de la mente humana- porque las proposiciones no pueden tener esa existencia. El mundo está ahí afuera, pero las descripciones del mundo no. Solo las descripciones pueden ser verdaderas o falsas, el mundo de por si no puede serlo. La idea de que la verdad o el mundo están ahí afuera es un legado de una época en la cual se veía al mundo como la creación de un ser que tenía un lenguaje propio.

Facilita esa fusión el hecho de limitar la atención a proposiciones aisladas frente a léxicos. Cuando la noción de “descripción del mundo” se traslada desde el nivel de las proposiciones reguladas por un criterio, a los juegos del lenguaje como conjuntos, no puede darse ya un sentido claro a la idea de que el mundo decide que descripciones son verdaderas y cuales falsas. El prestar atención a los léxicos en los que se formulan las proposiciones antes que a las proposiciones en sí, hace que caigamos en la cuenta de que el mundo no habla. Solo nosotros lo hacemos. El mundo, una vez que nos hemos ajustado al programa de un lenguaje, puede hacer que sostengamos determinadas creencias, pero no puede proponernos un lenguaje que jugar. Pero esto no debe llevarnos a afirmar que es arbitraria la decisión acerca de cuál jugar. La moraleja es que las nociones de criterio y de elección dejan de tener sentido cuando se trata del cambio de un juego del lenguaje a otro.

Los cambios culturales de esa magnitud no resultan de la aplicación de criterios de decisión de nosotros mismos, pero tampoco del mundo. La tentación de buscar criterios es una especie de la tentación, más general, de pensar que el mundo, o el ser humano, poseen una naturaleza intrínseca.

Lo que los románticos expresaban al afirmar que la imaginación, y no la razón, es la facultad humana fundamental era el descubrimiento de que el principal instrumento de cambio cultural es el talento de hablar de forma diferente más que el talento de argumentar bien. La dificultad que afronta un filosofo que simpatiza con esa idea, es la que evitar la insinuación de que aquella idea capta algo que es correcto, que una filosofía como esa corresponde a la forma de ser realmente de la  cosas, porque eso significaría que el mundo o el yo tienen una naturaleza intrínseca. Pero decir que debiéramos excluir la idea de que la verdad está ahí afuera, esperando a ser descubierta, no es decir que hemos descubierto que, ahí afuera, no hay una verdad.

Raramente una filosofía interesante consiste en el examen de los pro y los contra de una tesis. Por lo común es implícita o explícitamente un disputa entre un léxico establecido que se ha convertido en un estorbo y un léxico nuevo y a medio formar que vagamente promete grandes cosas. Este último método de la filosofía es igual al método de la política utópica o de la ciencia revolucionaria. El método consiste en volver a describir muchas cosas de una manera nueva hasta que se logra crear una pauta de conducta lingüística que la generación en ciernes se siente tentada a adoptar. No pretende disponer de un candidato más apto para efectuar las mismas viejas cosas, sugiere, en cambio, que podríamos proponernos dejar de hacer esas cosas y hacer otras.

Como ya se dijo, solo las proposiciones pueden ser verdaderas, y los seres humanos hacen las verdades al hacer los lenguajes en los cuales se formulan las proposiciones. Me centrare en la obra de Davidson, quien rompe con la noción de que el lenguaje es un medio. Una fase de esa sustitución consistió en el intento de colocar el lenguaje en lugar de mente o consciencia, como tercer elemento entre el yo y el mundo. Pero en si misma esa sustitución es ineficaz, persistimos en la imagen del lenguaje como un medio.  Davidson no concibe el lenguaje como un medio de expresión o de representación, tampoco se asemeja al intento de Heidegger de transformar el lenguaje en una especie de divinidad.

Davidson se acerca a Wittgenstein. Los dos filósofos tratan a los léxicos alternativos mas como herramientas alternativas que como piezas de un rompecabezas. Un poeta es aquel que hace cosas de nuevo, su nuevo léxico hace posible, por primera vez, la formulación de los propósitos mismos de ese léxico. Las dos son expresiones del contraste entre el intento de representar o de expresar algo que ya estaba allí, y el intento de hacer algo con lo que antes nunca se había soñado. Davidson examina las implicaciones del tratamiento que hace Wittgenstein de los léxicos como herramientas planteando dudas explicitas acerca de los supuestos de las teorías prewittgenstianas tradicionales del lenguaje. Esos supuestos resultan naturales cuando se ha aceptado la idea de que hay cosas no lingüísticas llamadas “significados” que es tarea del lenguaje expresar y, asimismo, la idea de que hay cosas no lingüísticas llamadas “hechos” que es tarea del lenguaje representar. Las dos ideas sustentan la noción del lenguaje como medio. De aquí las polémicas de Davidson contra los usos filosóficos tradicionales prewittgenstianos.

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