El Paradigma
Eliannis11 de Marzo de 2012
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El Paradigma Emergente. va más allá del holismo, el ser humano es visto como una totalidad pero desde la perspectiva de su propia realidad, entendida desde la ínter subjetividad. La realidad de los otros se entiende solo cuando se percibe y entiende la propia realidad.
La realidad es permanentemente cambiante y se debe ser capaz no sólo de entender su cambio en los diferentes contextos: educativo, político, económico, social, familiar, personal, ambiental, ecológico, espiritual, efectivo, entre otros; sino de potenciarlo y adaptarse a nuevas formas de comprensión de dicha realidad.
El premio Nobel Hya Prigogine afirmó que “estamos en un momento apasionante de la historia, tal vez en un punto decisivo de giro”, que Fritjof Capra llama “el Punto Crucial” y que se caracteriza por el surgimiento de una nueva visión de la ciencia que se resiste a encajar en el esquema newtoniano, excesivamente mecanicista. De alguna manera hemos pasado de un “paradigma de relojería” en donde todo estaba mecánicamente predeterminado, fijo y lineal, a uno mucho más abierto, flexible, holístico y ecológico que exige de todos “una transformación fundamental de nuestros pensamientos, de nuestras percepciones y de nuestros valores. Este pensamiento del paradigma emergente lleva consigo un cambio de la mentalidad occidental y consiguientemente una profunda modificación de la mayoría de las relaciones sociales, así como de las formas de organización.
Joost Kuitenbrouwer sintetiza así lo que debe significar el nacimiento de esta nueva conciencia: “Los descubrimientos de la teoría cuántica y de la relatividad, es decir, de la nueva física, que señalan que no hay objetividad y que somos nosotros mismos, por la calidad y modo de nuestra percepción, quienes generamos y creamos la realidad tal y como ella se desenvuelve, implican una ruptura epistemológica radical con la percepción mecanicista anterior. No podemos interpretar, entender el mundo y hablar de él, sin examinarnos, sin llegar a entendernos a nosotros mismos... Es esta conciencia la que nos obliga a examinar dentro de nosotros mismos las fuentes de la violencia y a descubrir estilos de vida cualitativamente distintos.”
La profundidad de los cambios globales que con tanta rapidez se suceden en esta década; la acumulación tecnológica basada en la intensidad del conocimiento; la automatización y robotización de la producción; la transnacionalización del comercio; la revolución de la informática, de la biotecnología y de las telecomunicaciones ponen de manifiesto que la historia de la humanidad ha entrado en una etapa sin precedentes y con imprevisibles repercusiones para las sociedades en el siglo XXI. Este nuevo escenario mundial que implica la pérdida del paradigma que presidía nuestro accionar hasta el momento, significa por lo mismo un espacio inédito que requiere de nuevas respuestas en todos los órdenes, político, económico, ecológico, cultural y muy en especial en el educativo.
Según Leonardo Boff, el destino de la humanidad depende de la capacidad que tengamos de asumir el desafío frente a “los nuevos modos de ser, de sentir, de pensar, de valorar, de actuar, de rezar”.
Nos encontramos en el punto de tensión máxima entre dos culturas:
• Una mecánica, individualista y egocéntrica: cultura de la inmutabilidad y de la institucionalización.
• Otra fluida, autoorganizada, interactuante y con muchas formas de conocer y actuar.
Principios del paradigma emergente
El enfoque newtoniano-laplaciano y la utilización de ecuaciones matemáticas para calcular casi cualquier cosa en física, química o biología, han sufrido muchos reveses al querer predecir el comportamiento humano. El concepto matemático de sistemas dinámicos se relaciona con la recurrencia (reversibilidad) de los fenómenos, idea que presupone que todo fenómeno tiende a volver al estado inicial. Pero, considerando lo antes dicho en cuanto a la dificultad para predecir el comportamiento humano, o a la dificultad para predecir el clima y otros fenómenos similares, más allá de ciertos períodos de tiempo determinados, ¿a qué podemos atribuir esta dificultad (digamos, más bien, indeterminación)?
Si consideramos que todo lo que integra el universo forma parte de un sistema en no-equilibrio, con un funcionamiento caracterizado por la no recurrencia (irreversibilidad), de que el orden y el desorden, el determinismo y el azar pueden ser diferentes estados del mismo fenómeno (Prigogine, 1997), de que si variamos las condiciones iniciales de un fenómeno, puede darse lugar a tantos cursos de acción o resultados, más amplios o mayores, aún cuando las variaciones iniciales hayan sido pequeñas (efecto mariposa), podemos suponer que lo único cierto en el universo conocido es la indeterminación o incertidumbre y que ello, en términos de Briggs y Peat (1999), es una cosa muy estimulante, porque nos permite la posibilidad de innovar, de crear o de reformular las ideas preconcebidas o estereotipadas.
Indeterminación (Incertidumbre)
Las leyes de Newton y de otras teorías físicas trajeron como resultado la idea del determinismo científico, expresado inicialmente por Laplace. Fue en 1927 cuando Werner Heisenberg, físico de origen alemán y dedicado al estudio de la física teórica, se dio cuenta de que las reglas de la probabilidad que gobiernan las partículas subatómicas nacen de la paradoja de que dos propiedades relacionadas de una partícula no pueden ser medidas exactamente al mismo tiempo y que cualquier intento de medir ambos resultados, conlleva a imprecisiones.
Esta afirmación de Heisenberg se tradujo en lo que fue denominado Principio de Incertidumbre, mejor llamado Principio de Indeterminación, el cual vino a decir al mundo que el resultado de una observación está vinculado a la presencia del observador.
El Principio de Indeterminación afectó profundamente al pensamiento de los físicos y de los filósofos y ejerció una influencia directa sobre los aspectos filosóficos asociados al concepto de causalidad, pero sus implicaciones para la ciencia no son las que se suponen generalmente. Pareciera que lo derivado del principio de indeterminación tiende a anular toda certeza acerca de la naturaleza, al suponer que el conocimiento científico está a merced de los caprichos imprevisibles de un universo donde el efecto no sigue necesariamente a la causa. Nada más lejos de la “verdad”: Si, por ejemplo, no se puede predecir con certeza el comportamiento de las moléculas individuales en un gas, también es cierto que las moléculas suelen acatar ciertas leyes, y su conducta es previsible sobre una base estadística, tal como las compañías aseguradoras calculan con índices de mortalidad fiables, aunque sea imposible predecir cuándo morirá un individuo determinado.
Por su parte, una perspectiva que plantea el fin de la certidumbre (en términos de Prigogine), nos permite apreciar y entender al mundo y a los seres vivos en permanente interacción y no como elementos separados; ha permitido entender procesos tales como la absorción atómica de los núcleos; ha permitido entender que el universo es complejo pero no irracional, al favorecer la integración, mediante la mecánica cuántica, de conceptos aparentemente contradictorios como determinismo y azar, desorden y orden.
A manera de corolario, afirmamos que:
• Podemos convivir en y con un universo lleno de probabilidades.
• Es posible el desorden y el orden, el azar y el determinismo: Esto es el caos.
• Lo único cierto es la indeterminación.
• Complejidad más anticipación igual a incertidumbre más acción (Wagensberg, 2003).
• La vida sólo es posible en un universo alejado del equilibrio (Prigogine, 1997).
• Necesitamos la incertidumbre para establecer relaciones afectivas, para aumentar nuestros conocimientos, para fortalecer nuestra conciencia, y para desarrollar nuestra autoestima. La incertidumbre ante el futuro, ha sido y será el motor que mueve a la humanidad hacia delante. La seguridad absoluta en todos los órdenes es parálisis, castradora de la personalidad y arrullo de vagancias (Zapatero, 2004).
Sincronicidad
Imaginamos que a muchos de nosotros, nos han ocurrido hechos o señales como dicen, los metafísicos que nos conectan con ese espacio de la sincronicidad y no lo hemos percibido como tal, por que no lo comprendemos. Muchas personas expresan testimonios como estos: “en estos últimos días me han ocurrido cosas tan extrañas, que me han alterado”. “Me estoy encontrando muy seguido contigo, ¿por qué?” “Estoy buscando algo en el dormitorio y me aparece un objeto que estaba perdido o que tenía tiempo que no veía”. En el marco de los principios del Paradigma emergente, podemos darle respuesta a esas inquietudes e interrogantes que durante mucho tiempo, han estado allí en nuestra mente como gestalts abiertas, es decir cosas inconclusas que ahora podemos retomar, desde un espacio y paradigma diferente.
Deepack Chopra (2003), en su libro “Sincrodestino” plantea que más allá de nuestro ser físico y de nuestros pensamientos, en nuestro interior existe un reino que es potencialmente puro; en este lugar, cualquier cosa y todas las cosas son posibles. Incluso los milagros, en especial los milagros.
El psicólogo C. G. Jung y el físico cuántico W. Pauli, coinciden en afirmar que existe en la naturaleza un principio de vinculación no causal que se manifiesta a través de coincidencias significativas. Dicho en otros términos, plantean la existencia de una estrecha relación entre los acontecimientos interiores y los acontecimientos exteriores
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