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El Primer Encuentro


Enviado por   •  24 de Octubre de 2014  •  1.353 Palabras (6 Páginas)  •  305 Visitas

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Se trata ante todo de planificar cuidadosamente la primera sesión del primer día escolar. Es en definitiva el día del primer encuentro importante con la clase. Hay que procurar, a ser posible, estar en el aula antes que los alumnos y, a su llegada, saludarlos individualmente y preguntarles su nombre. Eso nos ahorra pasar lista al inicio de la clase, procedimiento similar al de pasar revista a unas tropas, que no agrada á la mayoría y que da sensación de inseguridad. Cuando se procede así, casi siempre se dirigen los alumnos juiciosamente a sus puestos, y se bromeará sólo en voz baja. Cuando suene la campana, todos guardarán el silencio deseado.

En ese momento cobramos ánimo y hacemos lo siguiente. Como primera medida nos presentamos ante la clase, decimos y escribimos nuestro nombre en la pizarra, cuando no sea muy inteligible. Decimos: «Soy vuestro nuevo profesor durante este período de tiempo, y os voy a dar clase en tal materia (si se trata del sistema por asignaturas)". Sigue una corta charla en la cual formulamos nuestras intenciones de trabajar en común con empeño y de aprender algo. Dejamos en claro nuestra esperanza de que la clase coopere, y de que así las cosas serán interesantes y satisfactorias para todos. Decimos también que el trabajo en común requiere, por supuesto, un orden, cuya falta a nadie deja satisfecho. Esperamos, por tanto, que los alumnos se muestren cooperativos también en este punto. Como contrapartida, esperamos hacer todo lo que sea necesario para ayudarles en su trabajo y aprendizaje, y estamos a su disposición cuando se presenten dificultades. Variamos naturalmente las palabras de acuerdo a la edad y a las características de la clase. Si sabemos o sospechamos que la disciplina no ha sido de lo mejor. nos mostramos un poco más decididos; si la clase se muestra algo tímida, procuramos desde el primer momento manifestamos entusiastas y dar confianza. Naturalmente, no pretendemos, en ningún caso, eliminar de inmediato el recelo natural que muestra una clase ante un profesor nuevo, puesto que el efecto podría ser el opuesto, y que los alumnos perdieran cierta distancia natural. No es perjudicial no ganarse todas las simpatías desde el primer día. Tenemos tiempo; es también necesario, para construir una buena relación humana.

De todos modos, debemos saber que en este primer encuentro no lograremos dar del todo la impresión que hubiéramos deseado. Posiblemente tengamos también un poco de miedo. Por lo menos estaremos relativamente tensos y algo excitados. No debe preocuparnos; eso también es natural que nos suceda en nuestro primer encuentro con una clase. Pero, si queremos mostramos todo lo relajados y naturales que sea posible, nos debemos recoger interiormente antes de que lleguen los alumnos, pensar un poco y decirnos a nosotros mismos, que queremos saludarlos con firmeza, aunque también muy cordialmente, y que queremos percibirlos como amigos, no como enemigos.

Tenemos que hacer el propósito de no mostramos susceptibles cuando algo no marche como lo esperamos; cuando un alumno realiza alguna torpeza o intenta provocar. Sabemos que las reacciones desproporciona son señal de debilidad serán entendidas como tal por los alumnos. QuIen esta seguro de sus cosas podrá tener algo de permisividad, sin devolver el golpe inmediatamente de manera desproporcionada. Si pasa algo desagradable aclararemos con firmeza tranquila que no nos gusta, puesto que perjudica el trabajo en común y la armonía.

Si no tenemos un plano de los puestos de los alumnos en el aula, podemos hacerlo nosotros mismos, si se trata de alumnos pequeños (con los de más edad podemos encomendar la tarea a alguno de ellos). Lo prepararemos por anticipado, de tal manera que sólo necesitemos consignar en él los nombres. Puesto que los conocemos por la lista, podremos fácilmente entenderlos cuando los vayan diciendo, y no daremos motivo a bromas al confundirlos con otro que suene parecido. Los nombres son sonidos producidos en contextos arbitrarios, más difíciles de entender que las palabras dentro de las frases.

Aunque no tengamos una idea precisa de lo que hayan avanzado en su trabajo, no debemos comenzar preguntándoselo al grupo. Muchas veces es preferible preguntar sólo a uno o dos alumnos después de clase. Más bien comenzamos con una lección que permita mostrar cuánto han avanzado los alumnos, y que les muestre cómo pensamos trabajar con ellos.

En primaria, por ejemplo, comenzamos con una clase atractiva de aritmética que, si bien plantea exigencias, proporciona a los alumnos la vivencia de lograr algo. En ciencias podemos empezar considerando en común una idea o

Un objeto, quizá también un texto, de tal manera que los alumnos se hagan una idea de que pueden aprender sobre ello. En clase de idioma leemos un texto o hacemos un ejercicio, proporcionando algún tipo de explicación interesante y dando a entender que todavía quedan muchas cosas por aprender.

Si hemos tenido una explicación clara del profesor anterior, o estamos comenzando un curso académico y elaboramos el plan de enseñanza desde el principio, las cosas serán naturalmente más sencillas. Simplemente comenzamos con el trabajo, tal como lo hemos planificado.

Dejamos para más tarde otro tipo de medidas organizativas. Es esencial en ese momento que los alumnos nos perciban como maestros que saben lo que quieren, tienen un plan racional y dan una clase interesante. Quizá también nos defraude un poco en este primer encuentro la capacidad de rendimiento de la clase, en uno u otro punto, quizá la pronunciación correcta del idioma propio o extranjero no sea satisfactorio, los alumnos no sean tan buenos como pensábamos en cálculo aritmético o no sepan las cosas que suponíamos en ciencias naturales. Debemos tener cuidado de no hacer quedar mal a ninguno manifestar nuestra desencanto con sus deficiencias. Eso sólo perjudicaría nuestro primer contacto. Nos comportamos de manera neutral, objetiva; sólo nos proponemos en nuestro interior modificar esto o aquello. En el descanso procuramos extraer de algunos alumnos la información que nos falte o, si somos profesores de una asignatura, nos preparamos sencillamente para la clase siguiente. Si nos comportamos de esa manera, es alta la probabilidad de que los alumnos hayan realizado un buen trabajo al final de la primera jornada, y los podamos felicitar por ello.

Con eso se habrá logrado el despegue, y el trabajo normal podrá empezar. Sólo queda algo importante: quizá nos hayamos mostrado en este primer encuentro algo más rígidos de lo que corresponde a nuestro carácter, y quizá no nos hayamos sentido del todo bien en esa postura; quizá se hayan mostrado los alumnos perfectamente dóciles en

esa primera jornada, y pensemos que nuestra rigidez no era en absoluto necesaria. Entonces aflojamos las riendas al segundo día, hacemos algún apunte de humor y mostramos nuestra cara humana. Puede ser también que pensemos que la participación en clase será más viva y rica si actuamos así.

Es probable que con ello se desencadene una reacción bastante típica: alumnos totalmente dóciles y guiados rígidamente el primer día, y las primeras dificultades en disciplina al segundo o tercero. La conclusión es clara. Posiblemente no son tan juiciosos como parecían, y todavía nos esperan algunas pruebas decisivas. Por tanto, no debemos aflojar del todo las riendas, sino más bien continuar mostrando el rigor inicial durante unas dos o tres semanas. Debemos observar cuidadosamente qué reglas han sido establecidas e internalizadas. Sólo entonces podemos conceder algo más de libertad.. La regla básica dice que allí donde los alumnos realizan por sí mismos lo que es correcto, y por lo tanto han internalizado las reglas y normas necesarias, podemos conceder libertad

Donde ése no sea todavía el caso, debemos conservar el papel directivo, aunque no de tal manera que los alumnos se sientan siempre amarrados. Proporcionaremos reglas claras e inteligibles. Entonces comenzaremos a dar la posibilidad de su aplicación autónoma, y evaluaremos conjuntamente con los alumnos si ésta ha tenido éxito.

Eso es válido no sólo para el rendimiento académico, sino también para el comportamiento social, incluido el comportamiento en el grupo, frente al maestro y entre los alumnos mismos.

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