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El caso Enron (5.2): Sobre el fraude de las “cuentas” de las empresas. Las cuentas de El Gran Capitán


Enviado por   •  25 de Octubre de 2012  •  Trabajos  •  1.732 Palabras (7 Páginas)  •  661 Visitas

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El caso Enron (5.2)

Introducción: Sobre el fraude de las “cuentas” de las empresas. Las cuentas de El Gran Capitán

“Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados... por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados... por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados... por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados... y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados...” Las cuentas de El Gran Capitán

Los escándalos sobre la falta de transparencia de las grandes empresas –engaño, en definitiva-- que han acaparado la atención de la prensa, especialmente a partir de principios del año 2002, han puesto en evidencia una lamentable práctica de ocultación y manipulación por parte de sus directivos. No podemos decir que este tipo de fraudes sean una novedad porque no sería cierto. Han existido siempre y existirán, aunque los criterios al uso para juzgarlos, en cada época, han evolucionado al compás del desarrollo del Estado de derecho, la democracia, la ética y la moral. Si nos dejamos llevar por el sentido popular que la expresión “las cuentas del Gran Capitán” ha ido adquiriendo a lo largo de los años hasta nuestros días, podríamos decir que esas son el tipo de cuentas rendidas por los directivos de Enron, WorlodCom, Dynegy, Ibercorp, Gescartera, etc.

Sin embargo, no parece que sea rigurosa, ni justa, dicha asimilación, especialmente si tenemos en cuenta la intención que en cado caso tuvieron, por ejemplo, Scott Sullivan –director financiero de WorlCom, al mayor fraude de la historia--, o el Gran Capitán, allá por el 1500. En las cuentas de Don Gonzalo se aprecia, sobre todo, orgullo herido, resentimiento, por el acto de ingratitud de su Rey. Fruto de esos sentimientos es la irrespetuosa y altanera ironía de las cuentas rendidas, que Don Gonzalo no pretendía disimular, más bien al contrario. Sin embargo, la “contabilidad creativa” y la “ingeniería financiera” aplicadas en los casos de nuestro tiempo, no pretendían lo mismo. Su objetivo era, según se ha podido saber, hacer que el fraude no existiera –el fraude perfecto--.

Ante cada situación, la sociedad va creando instrumentos adecuados para impedir unos comportamientos que perjudican a la confianza, tan necesaria para al buen funcionamiento de la actividad económica. Esto es lo que ha ocurrido en el caso de la sociedad americana con la Ley que recientemente ha entrado en vigor: Sabarnes- Oxley, 29-8-02. La “certificación jurada de cuentas”, entre otros instrumentos instaurados por dicha ley, significa que los presidentes de las grandes empresas y bancos, ya no pueden negarse a firmar, bajo juramento, que conocen las cuentas y que asumen su veracidad. Además, en el caso de escándalo, los máximos directivos podrán ser perseguidos judicialmente por perjurio. Sin embargo, en opinión de algunos expertos, la ley es demasiado compleja, lo que dará lugar a más ingeniería financiera en lugar de “imagen fiel” que es lo que pretende la contabilidad, simple y llanamente –sin mayor creatividad--. No obstante, aunque la mayoría de las grandes empresas han firmado la certificación jurada exigida --lo que representan un paso positivo muy importante, dicho sea de paso--, hay otras empresas que se han tentado la ropa y anunciado que, antes de firmar, tendrán que llevar a cabo algunas modificaciones en su contabilidad. Ojalá esta experiencia sirva para que algunos estrategas de empresa irresponsables no caigan en la tentación de creer que para alcanzar los fines elegidos todas las estrategias son válidas.

Tomado del Diccionario enciclopédico de estrategia empresarial. Francisco J. Manso. Editorial Díaz de Santos. Madrid.

El caso de Enron.

La Ley Sabarnes-Oxley (EE UU).

Enron comenzó como una compañía distribuidora de gas por tubería (pipeline) en Houston en el año 1984. Los beneficios los obtenían mediante el compromiso de entrega a sus clientes de muchos m3 de gas para finalidades muy específicas en fechas y lugares contratados. Esta situación cambió con la desregulación del mercado de energía eléctrica, un cambio propiciado, en parte, por la influencia del lobbying de los directivos de Enron. Bajo la dirección del antiguo chairman Kenneth L. Lay, Enron desplego su negocio hacia actividades de mediación energética.

Enron se transformó en un gigante de tipo medio. En esta etapa su negocio fue más allá de la simple puesta en contacto de un determinado comprador con otro determinado vendedor por una comisión. Ahora era Enron quien contrataba directamente con vendedores y compradores, individualmente, consiguiendo importantes beneficios con las diferencias de precio que arbitraba a su conveniencia. Todas estas operaciones las llevaba a cabo Enron de manera no transparente, siendo éllos los únicos que conocían los precios a los que se casaban las operaciones. Con el tiempo, Enron desarrolló, de manera notable, una compleja variedad de contratos. Por ejemplo, los clientes podían asegurarse contra eventualidades tales como la volatilidad de los tipos de interés, los cambios climáticos o el riesgo de impago de los compradores. Al cabo de cierto tiempo, el volumen de este tipo de contratos financieros sobrepasó, con mucho, al volumen de contratos sobre mercancías. Enron tuvo que emplear un ejército de expertos doctores en matemáticos, física y economía para que les ayudaran

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