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El contexto teórico del proyecto, una propuesta de síntesis para su literatura

RAFAEL GONZALEZ BRAVOEnsayo13 de Julio de 2022

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Contenido

El contexto teórico del proyecto, una propuesta de síntesis para su literatura        2

Agroindustria, y agroindustria cañera.        3

Formulación de políticas y políticas rurales en México        10

Política de desarrollo regional        20

¿De qué se habla cuando se habla de la política de desarrollo de regiones agroindustriales cañeras?        22

Bibliografía        27


El contexto teórico del proyecto, una propuesta de síntesis para su literatura

Aquí se considera que no es posible construir un proyecto de investigación sin tener claro el contexto y antecedentes analíticos más importantes del campo en que se inscribe. La opción por la que se opta aquí es lo que Sevilla-Guzmán (2011) llamó el pensamiento social rural.

La literatura sobre la cuestión rural es deudora de diversas tradiciones de pensamiento social. Es imposible hacer una revisión exhaustiva de un tema tan amplio. Para lograr un estado del arte que comunique efectivamente la discusión en la que se insribe el proyecto de investigación es debido proponer una estrategia eficaz a sintetizar la literatura existente, particularmente que contextualice el proyecto (Barbosa Chacón, Barbosa Herrera, & Rodríguez Villabona, 2013). La misma se explica a continuación.

La aproximación al estado del arte de lo que es la política rural, en particular para el tratamiento del desempeño de políticas de desarrollo agroindustrial, se hará a través de una estrategia interpretativa (Dixon-woods, Agarwal, Jones, Young, & Sutton, 2005). Con esta estrategia se propone un abordaje crítico a la literatura donde se de una lectura propia a lo que la comunidad de investigación en la cuestión rural sostiene.

Un modelo es un conjunto ordenado de supuestos sobre un sistema complejo  (Meadows, Meadows, Randers, & Behrens III, 1972, pg. 20). Hay una distinción importante entre un modelo y una teoría: los modelos son mezclas más pequeñas de conceptos y su relación entre sí tiene un horizonte más acotado, tienden por ello a tratar aspectos específicos de un problema. Las teorías son sistemas coherentes de conceptos conectados con horizontes mucho más amplios. Ahora bien, los diversos modelos que se presentan en la literatura deberían contener, por lo menos, tres características: no deberían de despistarnos, habrían de conducirnos entre niveles de agregación de manera tersa y, por último, tendrían que ser eficientes en el sentido de excluir detalles innecesarios para comprender el fenómeno estudiado (Jones, 2002). Si se utilizan estas previsiones, es posible tener un modelo de interpretación de literatura eficaz.

El pensamiento social rural latinoamericano, y el mexicano en particular, ha sido uno de los que más y mejores innovaciones, hallazgos y trabajos ha tenido (Tarrés, 1983). Pero que tuvo un declive después de haber entrado las reformas estructurales en el Continente y País. Es un tema que, a pesar de su importancia, tiene poco atractivo en la agenda académica actual[1].

Esto ofrece pistas y derroteros para hilvanar la discusión sobre la cuestión cañera hoy. Hay un debate histórico de lo que es la cuestión agraria/agraria/rural/campesina/agrícola como objeto de problematización social. Lo visto hasta ahora en la literatura del pensamiento rural latinoamericano se oferta como algo mayormente inductivo y, casi siempre, polémico (Kay, 2009; Sánchez Albarrán, 2014; Sevilla Guzmán, 2011).

Agroindustria, y agroindustria cañera.

La primera definición de agroindustria se debe a Davis y Goldberg, en su libro “A Concept of Agribusiness”. Sin embargo, Davis había dado ya la misma definición el año previo a la publicación del libro. En la revista de Harvard Business Review indica que los agronegocios son: “la suma total de todas las operaciones involucradas en la manufactura y distribución de los insumos de granja; operaciones de producción en la granja; y el almacenamiento, almacenaje, procesamiento y distribución de las mercaderías de la granja y los artículos hechos de ellas. (Davis, 1956, pg. 109)”.

Le definición anterior sin ningún problema puede colocarse en la categoría de extensionista, tal como se propone aquí. Y cuenta con una fuerte carga economicista. La preocupación de Davis es introducir racionalidad técnica en las farms norteamericanas que, en sus propias palabras, han progresado “poco a poco”. Ilustra el punto con la mejora de los hatos de ganado, el mecanizar la siembra o el uso de técnicas gerenciales para el control de costos. Pero todos estos progresos no han sido hechos de una manera balanceada. Hay una inclinación por la técnica en detrimento de la tradicción. El concepto de agro-negocio es un concepto que, según él, puede darle coherencia interna a los sistemas agrícolas y, entonces, mayor eficiencia.

La primera intención de la agenda de investigación extensionista en Davis cuenta con un contexto. El autor buscaba encontró un foco de demandas en cuanto a los agricultores, mejores técnicas gerenciales y aumento en los márgenes de ganancia. Observó también la articulación de agricultores con agencias gubernamentales. Comprendió el continuo avance de innovaciones tecnológicas y la dificultad en su apropiación por los usuarios esperados (Fusione, 2016). Su concepto de agronegocio podría satisfacer todas esas demandas.

Sabiendo que aún ahora la cuestión rural en EEUU es algo lejos de lo óptimo, sí tiene un trasfondo económico y político sumamente complejo, que le coloca como uno de los más grandes productores mundiales de alimentos, para bien o para mal (Liberti, 2015).

El concepto de agronegocios tuvo un gran éxito en poco tiempo. Por ejemplo, Aboites y Lugo (2015) reportan que de la publicación del texto de Davis a la inauguración de la ingeniería agroindustrial en la Universidad Autónoma de Chapingo sólo median quince años. Esto denota la popularidad del término y su rápida expansión allende los E.E.U.U.

El tratamiento del fenómeno en América Latina ha sido problemático y se abrió a más venas de investigación y a críticas. Esta es una clara divergencia del proyecto original de Davis.  A la vuelta del siglo Giarraca (1995) subrayaba a las agroindustrias como actividades económicas al tiempo que resaltaba las relaciones sociales que se entreveraban a los procesos técnicos, a la producción, transformación, comercialización y distribución de materias agrícolas. Encontraba que el conflicto y las relaciones estratégicas tenían un papel digno de atención para comprender la dinámica del sectorLa autora informaba sobre la vida política de las regiones agroindustriales en la Argentina. Argumentaba que la política estaba fuertemente asociada a la agroindustria por la importancia económica de la actividad. Dueños de ingenios vinculados a partidos políticos, o de plano gobernadores o líderes de partido que eran empresarios del ramo.

Como señala Teubal (1995) los estudios agrarios se abren para ir más allá de lo meramente agropecuario, siendo esto claro para las cuestiones agroindustriales. La globalización podría tener como uno de los signos más evidentes la expansión agroindustrial. Signo donde la política, a la manera en que Giarraca indica, se ha venido entreverando más y más en los procesos económicos.

En México el sector azucarero y de la agroindustria cañera, a lo largo del siglo XX, han sido estudiados con algo de cuidado, con un consenso más o menos manifiesto: sus altibajos han estado mediados por el régimen y dinámica política  (Anaya Merchant, 2014). Si para bien, con apoyos para su mecanización. Si para mal, con cacicazgos y estructuras neocorporativistas.

Ya a finales de los ochenta se daban relatos pormenorizados del asunto cañero (Paré, 1987). Era clara la relación casi simbiótica del estado con las organizaciones cañeras, de manera tal que los vínculos entre gobierno y cañeros eran determinantes para lograr un buen nivel productivo. También ya era evidente que el pacto corporatista no era suficiente.  

El contexto de la agroindustria en general presiona a las unidades económicas locales. El medio político tiene impactos, sí; pero también otros factores son contingentes al desempeño agroindustrial en México. Santoyo y Muñoz Rodríguez (2003) indican que los cambios en la estructura demográfica apuntan a aumentos en el consumo de algunos productos y a la disminución de otros. Exponen también los cambios en desarrollos tecnológicos, mercados financieros o en los precios de las materias primas e insumos. Junto con las particularidades políticas del sector agroindustrial, hay un panorama complicado.

En conjunto, los diversos conceptos tratados, sistemas agroalimentarios localizados, agroalimentarios, agroindustriales, agrolocalizados, regímenes alimentarios o agronegocios son, en lo fundamental, parecidos. Ponen por delante la necesidad de vincular virtuosamente a los actores involucrados en los circuitos de producción, transformación, distribución y comercialización de los productos. Piden, por ejemplo, que los sistemas tengan un marco regulatorio ágil y asertivo, que se incentiven economías de aglomeración y que se alienten las potencialidades locales en pos de convertirlas en capacidades endógenas de desarrollo (Castañeda Martínez, Boucher, Vera, & Ortega, 2009; Correa Gómez, Boucher, & Requier-desjardins, 2006; Domínguez Ruvalcaba, 2005; Hinrichs, 2003; Muchnik, 2006; Vigil & Magri, 2015). Las diferencias pueden entenderse por una constante en el tratamiento que les da la literatura, el uso de la palabra ‘enfoque’ es revelador. Estudian un fenómeno, las formaciones institucionales y organizacionales que transforman de productos del campo desde su producción hasta su comercialización,

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