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Enfermero Universitario - Estudiantes Ciencias De La Educacion


Enviado por   •  10 de Mayo de 2012  •  1.283 Palabras (6 Páginas)  •  474 Visitas

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El abandono de la memoria

“Que los adultos aprendieran a contar su historia” (Pablo Freire)

La escritura y las palabras son un conjunto contra el silencio, la espera y la inmovilidad social. Investigar, leer y escuchar tienen que ver con volver a tomar prácticas sociales olvidadas, ser perseverantes en grabar nuestra propia historia, individual y colectiva, podemos intervenir y actuar en el mundo.

Nuestra vida está tejida por diversos sentimientos y sensaciones, alegrías y placeres, pero también por tristezas, sean estas pequeñas, grandes, o sinsentido. El elemento desencadenante de una aflicción puede estar vinculado a un acontecimiento actual (la pérdida de un ser querido, una frustración ó un fracaso íntimo, cualquiera fuese este), pero también el retorno de una antigua herida, la re-activación de una situación no resuelta ó la re-actualización de una violencia sufrida, en cualquiera de las etapas de la vida.

Las penas de la vida son muchas, capaces de desestabilizarnos, pero también contaminarnos, devorarnos, secar nuestros corazones ó hasta esterilizan nuestros pensamientos. También, creo nos desvitalizan cuando quedan en el tiempo alimentando rencores, desesperanzas, siendo en muchos casos, obstáculos para vivir el presente.

El dolor muchas veces, es la base para SER, para formarnos, para encontrar ó re-encontrarnos con nuestra identidad, olvidada, pérdida y hasta robada. La memoria juntos a los recuerdos nos construyen, nos re-construyen como individuos, en una sociedad donde el caos nos invade permanentemente, donde las crisis se viven a diario y nos van envolviendo en una realidad ficticia. Donde el adentro, yo, el afuera, tú, dejan de complementarse, perdiendo seguridad y cordura. Esa pérdida lleva a desorganizar nuestros actos, y esos actos, hasta nuestra vida porque necesitamos siempre de nuestros afectos, objetos y recuerdos para subsistir, y que estos objetos se transformen en testigos de los recuerdos, de los hechos y hasta de nuestros propios vínculos.

Recordar, y recordar con otros, da posibilidad de alivio y pensar en el futuro, de seguir viviendo.

Cuando no hay alguien que recuerde los hechos para contarlo, se pierde la identidad de las personas y de los pueblos, su historia se vuelve nada y dejamos de existir. El recuerdo se vuelve olvido, piadoso con lo sucedido, para no perpetuar el dolor profundo, y que este se vuelva mentira para que se solape entre las sombras de una sociedad ignorante de los hechos.

Lo íntimo del dolor es que necesita mostrarse y sobre todo verterse para esparcirse, que desaparezca y nos alivie, y ese alivio sea parte de nuestra existencia para sentirnos vivos, para que no nos alienemos en el engaño y que las evocaciones del pasado sean parte activa del presente. Presente de memoria, de identidad y de historia...

Memoria y mentira

Debo hablar también de mi memoria, no borrada, pero silenciada por la educación, moralidad y familia, como de la mentira (de esa que se vuelve permisible para proteger a personas u opresores) inculcada y manejada en una época marcada por el poder, donde parte de una sociedad argentina, adopto una actitud pasiva, porque vivíamos en la más obscura ignorancia del saber, entiéndase por saber social, el saber cotidiano de lo que sucedía a nuestro alrededor…

En ese momento, estaba cursando la escuela primaria, comienzo mi primer grado año 1976, finalizó 1982, (escuela estatal, cerca de la II Brigada Aérea).

Aprender a leer, dibujar garabatos, que luego serían las primeras vocales, llegar al primer libro de lectura, “Semillitas”, poder leer sus cuentos, toda una gran aventura; el guardapolvo blanco, símbolo de pureza e inocencia;

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